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Asesinado en Cuba con tranquilizantes para animales: así murió un cura pedófilo de Pensilvania

Tres meses después de su asesinato, las autoridades cubanas detuvieron y procesaron a dos hombres, uno de los cuales fue condenado a muerte en un pelotón de fusilamiento. 

George Zirwas © Miami New Times
George Zirwas Foto © Miami New Times

Este artículo es de hace 5 años

El escándalo de pedofilia institucionalizada que protagoniza por estos días la Iglesia Católica en Pensilvania ha destapado que uno de los más de 300 religiosos acusados de violar y abusar sexualmente de niños durante más de 70 años había sido asesinado en Cuba.

George Zirwas, quien ofició de sacerdote en Pittsburgh y años más tarde decidió mudarse a La Habana, era miembro de un “círculo de curas depredadores” que utilizaban “látigos, violencia y sadismo mientras violaban” a sus víctimas, según un informe hecho público hace pocos días por el Tribunal Supremo de Pensilvania.

Entre otras acusaciones por violación y comportamiento inapropiado, Zirwas fue señalado por haberle tomado fotografías a niños desnudos en compañía de otros religiosos. En un coordinado ritual, a estos menores se les entregaba un collar de oro con una cruz para que pederastas de otras diócesis pudieran identificar a las ‘presas fáciles’.

Los collares que Zirwas le regalaba a sus víctimas/ Pennsylvania Grand Jury

Dos años después de su muerte en 2001, el periódico Miami New Times publicó un meticuloso reportaje sobre el asesinato del clérigo en La Habana, dado que había radicado un buen tiempo en Fort Lauderdale y Miami Beach antes de mudarse a la Isla.

Tras haber sido denunciado por los padres de algunos menores a mediados de los 90, Zirwas se tomó primero dos licencias de la Diócesis Católica de Pittsburgh y más tarde huyó definitivamente a Cuba, donde fue encontrado muerto en su cama víctima de una sobredosis de tranquilizantes para animales.

New Times informó en 2003 que Zirwas vivía de una pensión de la Iglesia en La Habana. En la urbe caribeña, el religioso se dedicaba presuntamente a ayudar a los pobres y necesitados, pero también era considerado un miembro activo de la comunidad LGTBI cubana.

El periódico recogió entonces que Zirwas, de 47 años en ese momento, se había reinventado a sí mismo en la Isla. Algunos de sus conocidos dijeron al medio que el clérigo vivía cómodamente, era muy querido y siempre estaba rodeado de amigos, por lo que se entendió que la noticia sobre sus acusaciones no había aterrizado en el país.

Tres meses después de su asesinato, las autoridades cubanas detuvieron y procesaron a dos hombres, uno de los cuales fue condenado a muerte en un pelotón de fusilamiento.

Los acusados, que más tarde confesaron haber matado a otras dos personas de manera similar, también habían robado en el apartamento donde radicaba Zirwas en la calle Mazón del municipio Centro Habana.

Según el Times, el asesino confeso fue ejecutado antes de explicar por qué había atacado a Zirwas, aunque muchos observadores sospechan que la sobredosis de droga fue accidental y su intención era simplemente incapacitarlo para despojarlo de sus bienes y unos 5.000 dólares que escondía en su vivienda.

El periódico reveló también que Zirwas mantenía una relación amorosa con un cubano llamado Ulises Sierra Tabares, con quien compartía el apartamento y a quien dejó una cantidad sustancial de dinero en su testamento.

El caso de Zirwas, como el de otros sacerdotes, fue destapado por la Corte Suprema de Pensilvania la semana pasada con la publicación del reporte de un gran jurado que documenta los abusos a más de 1.000 niños desde 1947 hasta la actualidad.

Con más de 1.400 páginas, el informé recogió con lujo de detalles todos los abusos cometidos en al menos seis diócesis por más de 300 clérigos, quienes fueron en todo momento encubiertos por las instituciones religiosas.

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