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Roban un puerco asado en púa del patio de una casa en La Habana

Le ha ocurrido a unos vecinos del barrio Cangrejal, cerca de Santa Fe, en Playa (La Habana).

Un puerco asado a la púa, en una foto de archivo. © La Demajagua.
Un puerco asado a la púa, en una foto de archivo. Foto © La Demajagua.

Este artículo es de hace 5 años

Eulalia y Cancio son un matrimonio cubano que pasó toda la Nochebuena asando un puerquito de 180 libras en su casa, en compañía de sus amigos, Elvira y Ernesto. Todos esperaban cenar a lo grande con congrí, yuca, ensalada y puerco asado, pero les robaron el cerdo de la púa acabadito de hacer y les dieron el año. Esperaban que ese 24 de diciembre fuera "inolvidable" y lo ha sido.

Ha ocurrido en el barrio Cangrejal, de Santa Fe, en el municipio habanero de Playa, al final de la calle Ranero. Dos hombres que parecían "ninjas" saltaron la cerca del patio de la casa de Eulalia y Cancio, sacaron el puerco de la púa y desaparecieron en la oscuridad, según recoge Diario de Cuba.

Pasó en cuestión de segundos, delante de las narices de Elvira, compañera de trabajo de la dueña de la casa, que se quedó paralizada ante los ladrones. Fue Eulalia la que lanzó un grito que puso en pie a todo el barrio. Uno de los "ninjas", como los ha definido Elvira, la miró a los ojos, pero con las mismas huyó con el puerco por la cañada que hay al fondo de la casa de Eulalia, donde no hay más viviendas. La invitada cree que lo tenían todo planeado y llevaban horas esperando a que el puerco estuviera hecho para llevárselo.

Los dos matrimonios habían pasado el día 24 de diciembre bebiendo y se disponían a servir la mesa para cenar porque el puerquito ya estaba listo. Cancio se puso a asar el puerco junto a Ernesto, su invitado, pero les falló el carbón y la carne tardó mucho en hacerse. Tanto, que les cogió la noche y los ninjas aprovecharon para moverse con impunidad por la osucridad.

Lo peor, si es que hay algo peor que esto, es que Eulalia y Cancio habían pasado todo el año engordando el puerquito, que se llamaba Chancho, para asarlo en Nochebuena. Incluso sus hijas, que le habían cogido cariño al animal, no pudieron salvarlo del fuego.

En el momento en que los ladrones se llevaban a Chancho, Ernesto estaba bañándose y asegura que salió medio desnudo al escuchar los gritos de las dos mujeres. No sirivió de nada el alboroto. Al día siguiente encontraron la púa tirada del otro lado de la cerca.

Aunque Ernesto persiguió a los ladrones sólo consiguió caerse al saltar la cerca y a punto estuvo de partirse un brazo.

El suceso ha estremecido al barrio. Los vecinos están aterrorizados. Una peluquera dice que mantiene cerrada la puerta de la cocina porque está convencida de que la gente está desesperada porque tiene hambre.

Luis, el cartero, cree que lo ocurrido sólo trae mala fama al barrio.

Por su parte, Felicio, alcohólico y desempleado del barrio, cree que quienes robaron el cerdo no se lo llevaron para comer sino para venderlo a una paladar o por trozos. Él está convencido de que era profesionales.

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