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Malos tiempos para la diplomacia cubana

La diplomacia cubana protestó por la decisión de Canadá de reducir su personal diplomático en la Isla.

Embajada de Canadá en Cuba © Reuters
Embajada de Canadá en Cuba Foto © Reuters

Este artículo es de hace 5 años

La Habana, 1 feb (EFE).- La decisión de Canadá de reducir su personal en la embajada de La Habana por los incidentes de salud que han afectado a sus diplomáticos suma un nuevo varapalo para el Gobierno cubano, que ha visto multiplicarse en poco tiempo los frentes abiertos en sus relaciones exteriores, con tensiones con Estados Unidos y Colombia.

El país norteamericano anunció esta semana la salida de la mitad de su personal en la isla tras confirmarse que otro canadiense está afectado por unas misteriosas lesiones cerebrales similares a las sufridas en La Habana por más de una veintena de diplomáticos de EE.UU., que también redujo al mínimo su legación hace un año.

Aunque el tono canadiense ha sido mucho más suave que el empleado por Washington en este escenario, en la práctica el proceder ha sido similar, ya que Canadá sacó de Cuba hace meses a las familias de los diplomáticos para acabar ahora recortando drásticamente su personal.

Las relaciones entre Canadá y Cuba han sido tradicionalmente cordiales: desde que en 1976 el entonces primer ministro Pierre Trudeau, padre del actual mandatario Justin Trudeau, se convirtió en el primer líder de un país de la OTAN en visitar La Habana, Ottawa ha sido el gran valedor de la Isla en Norteamérica frente a la beligerancia y el duro embargo económico impuesto por Washington.

La embajadora cubana en Canadá, Josefina Vidal, una experimentada diplomática crucial en el deshielo con EE.UU., protestó de inmediato la "incomprensible" decisión del Gobierno canadiense y advirtió de que tendrá "un impacto en las relaciones" y "favorece a los que en Estados Unidos utilizan este asunto para atacar y denigrar a Cuba".

Lo ocurrido con Canadá complica aún más las relaciones exteriores del país caribeño, que en las últimas semanas, además de enfrentar nuevas hostilidades de Washington, inició un pulso con Colombia a cuenta de los negociadores del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que están en La Habana, sede de las negociaciones de paz entre el Gobierno de Bogotá y esa guerrilla.

Las consecuencias de los 21 muertos en Bogotá

El presidente colombiano, Iván Duque, rompió esos diálogos a consecuencia de un atentado del ELN en Bogotá que dejó 21 muertos y exigió a Cuba que entregue a los guerrilleros que se encuentran en la Isla desde mayo a la espera de la reanudación de las conversaciones.

Pero Cuba, que además de sede es uno de los países garantes de la negociación, dijo que se ceñirá a los protocolos de la negociación, aceptados en su momento tanto por el Estado colombiano como por el ELN y que prevén un corredor seguro para el regreso de los negociadores a territorio colombiano.

De los restantes países garantes también Noruega apoya la posición de Cuba, mientras Venezuela, Brasil y Chile no se han pronunciado.

Pese a que Cuba actuó en apego al procedimiento establecido en caso de ruptura de la negociación, su negativa a extraditar a los guerrilleros no solo le ha costado un enfrentamiento con Colombia: también le ha puesto otra vez en el disparadero de la Administración de Donald Trump, que ya era abiertamente hostil con La Habana.

En una entrevista con Efe esta semana, el encargado de Latinoamérica en la Casa Blanca, Mauricio Claver-Carone, acérrimo detractor del Gobierno cubano, reveló que EE.UU. evalúa volver a incluir al país en la lista de países patrocinadores del terrorismo de la que la Isla salió en 2015, en pleno "deshielo" con la anterior administración de Barack Obama.

El político argumentó que Cuba "parece estar dispuesta y obsesionada por escribirse su propio guión para que se le reintegre a esa lista" por su supuesto respaldo logístico al Ejecutivo de Nicolás Maduro en Venezuela -una implicación que La Habana niega tajantemente- y por "su apoyo" al ELN.

Un eventual regreso del país caribeño a esa lista conllevaría nuevas sanciones que pueden poner en jaque la llegada de inversión extranjera que oxigene las arcas del Estado comunista, cuyos serios problemas de liquidez se deben en parte a la crisis en Venezuela, su principal aliado económico desde el año 2000.

En este contexto es previsible que La Habana esté siguiendo con gran preocupación el desarrollo de los acontecimientos en Venezuela después de que el líder de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, se autoproclamara presidente interino y obtuviera el respaldo inmediato de EE.UU., Canadá, varios países latinoamericanos y de España y la Unión Europea.

Si Maduro, con quien el Gobierno de Miguel Díaz-Canel ha cerrado filas, saliera del poder, es de esperar que cesen los envíos de petróleo subsidiado de Caracas a Cuba y que ya se habían visto reducidos a la mitad por la crisis de los últimos tres años.

Cuba está acostumbrada a lidiar con escenarios complicados y lleva tiempo buscando proveedores energéticos alternativos, pero sus apuradas arcas encajarían un duro golpe si el grifo de Caracas se cerrara.

Todo ello con Washington en pie de guerra, Latinoamérica girando a la derecha y Canadá, aunque con buenos modos, tomando distancia.

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