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Díaz-Canel asegura que el pueblo cubano está dispuesto a morir: Lo podrán desaparecer, pero jamás podrán vencerlo

Como es habitual en las mañanas del hombre de paja, su café va acompañado de una frase del oráculo de la horripilante piedra de Santa Ifigenia.

Miguel Díaz-Canel y una cola de cubanos © Trabajadores y CiberCuba
Miguel Díaz-Canel y una cola de cubanos Foto © Trabajadores y CiberCuba

Este artículo es de hace 3 años

El mandatario cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha vuelto a demostrar la calidad de su liderazgo y su desconexión con el pueblo al que gobierna. Una vez más la cuenta de Twitter del estadista puesto a dedo ha dejado ver la naturaleza del régimen al que sirve de fachada presidencial.

Como es habitual en las mañanas del hombre de paja, su café va acompañado de una frase del oráculo de la horripilante piedra de Santa Ifigenia. Un pensamiento que, sin demora, Díaz-Canel convierte en su acto diario más sofisticado de gobierno: tuitear lo que dijo Fidel.

Y hoy nos ha inspirado con esta frase del comandante dictador: “Al pueblo nuestro lo podrán desaparecer de la faz de la Tierra, lo que no podrán jamás es vencerlo; porque nuestro pueblo con su razón, con su heroísmo, con su dignidad, con su vergüenza y con su grandeza es un pueblo invencible, y es un pueblo al que hay que respetar.”

Leyendo en sentido contrario, que es lo que recomiendan en el curso del Vaticano “Exorcismo y Oración de Liberación” para enfrentarse a las ideas demoníacas, empecemos por la última frase: nuestro pueblo es “un pueblo al que hay que respetar”.

¿Quién ha faltado el respeto al pueblo cubano? ¿Quién lo ha tratado como un niño o un incapaz mental? ¿Quién le ha impuesto un programa político sin consultarle? ¿Quién lo ha modificado en función de sus intereses durante sesenta años?

¿Quién dividió al país entre revolucionarios y contrarrevolucionarios? ¿Quién lo hambreó, le retiró sus derechos y lo sometió a una ideología? ¿Quién dice hoy una cosa y mañana otra, y espera credibilidad y obediencia?

Sigamos avanzando en la irracionalidad y cinismo de la frasecita satánica de hoy: “nuestro pueblo con su razón, con su heroísmo, con su dignidad, con su vergüenza y con su grandeza es un pueblo invencible”.

El pueblo cubano no puede expresarse libremente, no puede ni preguntar libremente, no tiene libertad sino ideales ante los cuales debe sacrificarse. ¿Hasta cuándo? ¿Sesenta años de experimento y autoritarismo político no han sido suficientes? Un pueblo amordazado no puede decir lo que piensa.

De ahí que el único discurso que se escucha en Cuba sea el de consignas y pancartas revolucionarias. Esa es la única razón que se lee, se escucha y se comparte libremente: la razón de los ideólogos a sueldo de los opresores del pueblo. La verdadera razón del pueblo cubano es como el sonido del magma, sordo y soterrado, pero bella y terrible en su ígnea aparición.

No son Díaz-Canel ni Fidel quienes conocen las razones de los cubanos. Ellos solo han visto al pueblo fingiendo en sus marchas y en sus aplausos, pero en su racionalidad, que la tiene por mucho que hayan querido extirparla por burguesa, ahí no pueden entrar, ni ver, ni escuchar.

El heroísmo, la dignidad, la vergüenza y la grandeza que menciona el tuit de Canel, no son más que las virtudes que ellos han querido extirpar en la sociedad cubana para someterla a su proyecto totalitario. Un proyecto que ellos creen les garantiza eternizarse en el poder.

Esas virtudes han sido usurpadas para esgrimirlas como las armas del valiente pueblo frente a sus enemigos externos. Y creen Canel y su tropa que son los dueños de la dignidad y la vergüenza del pueblo cubano, que su grandeza es la del proyecto totalitario, que su heroísmo es abrazar la causa y soportar el sacrificio. Un día sabrán lo que significan esas cualidades del pueblo y verán desplegar su potencial en la construcción de un proyecto de convivencia justo, inclusivo y democrático.

Porque la democracia es el menos malo de los proyectos políticos y, al fundamentarse en el individuo y en la garantía de sus libertades, puede concitar las voluntades sin represión ni coacción, sino mediante la palabra. De ahí que esté más cerca de ser invencible que el más férreo totalitarismo.

El pueblo cubano no es invencible, ninguno lo es. Dejen el chovinismo barato, dejen de inocular la mentalidad de trinchera, las ideas maniqueas y el ardor patriótico casposo y rancio que no se corresponde con la responsabilidad de gobernar y administrar los bienes públicos. Ustedes han vencido al pueblo cubano; lo que pasa es que tienen miedo a reconocer que hay vida más allá de la derrota, lo cual significa el primer paso para una victoria: la que ustedes temen.

Y aquí llegamos al mensaje central de la nigromancia revolucionaria: “al pueblo nuestro lo podrán desaparecer de la faz de la Tierra, lo que no podrán jamás es vencerlo”. De ahí que “el pueblo” estuviera “dispuesto” a inmolarse en la crisis de los misiles. Y desde entonces hasta hoy, ese es el mantra con el que la tiranía piensa aglutinar al pueblo cubano.

Nos despreció Fidel y nos desprecia la continuidad de Díaz-Canel cuando nos describen con esas palabras. Nos aniquilan como seres humanos, seres con conciencia y con derechos.

Nos utilizan para su fin de perpetuarse en el poder y se creen dueños de nuestras vidas, al punto de creer que estamos dispuestos a desaparecer de la faz de la tierra por mantener sus privilegios. Se equivocan desde hace medio siglo y por ello creen que el error puede ser eterno si tiene de aliado al terror.

“Ya no hables más bobería, que el people no te hace caso. Presidente tú no eres, lo que eres un payaso”, dice uno de los versos del rap DiazCaldosa de La Resistencia. A estas alturas en que la decadencia del régimen y el hartazgo del pueblo es cada vez mayor, es la imagen del payaso la que mejor define al tuitero gobernante.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Iván León

Licenciado en periodismo. Máster en Diplomacia y RR.II. por la Escuela Diplomática de Madrid. Máster en RR.II. e Integración Europea por la UAB.


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