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La muerte de José Martí: Del relato oficial a la verdad histórica

Martí habría salido a pelear por cuestión de honor y el enigma queda cifrado en que fue el único mambí muerto en combate aquel día. Así se oculta la causa eficiente: la conducta desatinada de Máximo Gómez, quien tenía la misión de llevar a Martí hasta Camagüey para fundar la República de Cuba en Armas, pero decidió exponerlo en escaramuza insignificante.

Estatua de José Martí en el Parque 13 de marzo en La Habana © CiberCuba
Estatua de José Martí en el Parque 13 de marzo en La Habana Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 2 años

La caída de José Martí en combate, el domingo 19 de mayo de 1895, es otro caso ejemplar de la propensión a sentar la historia de acuerdo con intereses antes que basada en los hechos.

La tragedia está contada oficial y cinematográficamente en el documental Dos Ríos: El enigma (2015), con el aval de Rolando Rodríguez, Premio Nacional de Historia y autor del libro Dos Ríos: A caballo y con el sol en la frente (La Habana: Ciencias Sociales, 2001).

Martí habría salido a pelear por cuestión de honor y el enigma queda cifrado en que fue el único mambí muerto en combate aquel día. Así se oculta la causa eficiente: la conducta desatinada de Máximo Gómez, quien tenía la misión de llevar a Martí hasta Camagüey para fundar la República de Cuba en Armas, pero decidió exponerlo en escaramuza insignificante.

El fallecido Historiador de La Habana, Eusebio Leal, admite en el documental que el jefe de la columna española en Dos Ríos, coronel José Ximénez de Sandoval, tenía razón en calificar de absurdo que el llamado Presidente de la República de Cuba en Armas llegara tan cerca de las bayonetas enemigas. Y eso queda colgando para librar de culpa al General en Jefe Máximo Gómez.

La valoración más acertada del craso error militar de Gómez en Dos Ríos viene del coronel mambí Juan Masó Parra, jefe de día (orden interior) aquel domingo en el campamento de La Vuelta Grande. Su atinado juicio en Primera parte de un libro para la historia de Cuba (Curazao: Bethencourt e Hijos, 1904) se soslaya porque Masó Parra desertó en 1898 para enfrentar la intervención americana.

La Vuelta Grande está del lado oeste del río Contramaestre. Lo que pudo y debió hacerse, pero Gómez no hizo, era vadear el río más abajo y atacar la columna española por su retaguardia y flanco derecho. Así hubiera quedado acorralada, pues había acampado en Dos Ríos para almorzar con su flanco izquierdo en la orilla este del Contramaestre y su salida al frente cortada por el río Cauto.

La validez del dictamen militar de Masó Parra se comprueba con un simple vistazo al mapa de la zona (Atlas histórico-biográfico José Martí, La Habana: Instituto Cubano de Geodesia y Cartografía - Centro de Estudios Martianos, 1983, 74-75) y al boceto del campamento español.

¿Cuestión de honor?

El viernes 17 de mayo de 1895, Gómez salió con todos los caballos y dejó a Martí a pie en el campamento de Dos Ríos, expuesto a ser sorprendido por cualquier partida enemiga. Martí anotó en su Diario de Campaña:

La noche del sábado 18 llegó el general Bartolomé Masó con unos 300 jinetes y el campamento se trasladó a La Vuelta Grande, al otro lado del Contramaestre, en busca de mejor pasto. Gómez regresó temprano el 19 y salió al mediodía a batirse contra la columna que había escoltado al convoy —sin que Gómez diera con ella— y ahora andaba por Dos Ríos tras cruzar el Contramaestre hacia el este.

En vez de ordenar a Martí encargarse de la defensa de La Vuelta Grande, Gómez ordenó a los coroneles Estrada y Esteban Tamayo que cuidaran los accesos con sus respectivas tropas y cruzó el río hacia el este sin conocer las posiciones del enemigo.

Tal como no se afectó el honor de aquellos coroneles por la orden de montar la defensa, tampoco se hubiera afectado el honor de Martí, pero Gómez incurrió en la irracionalidad de llevar a combate de poca monta al mayor general Martí —ascendido por Gómez el 15 de abril a la sombra de un platanal— sin un solo soldado bajo su mando y sin otro jefe que el propio General en Jefe.

¿Rematado en el suelo?

Siendo alumno de quinto año de la Escuela Nacional de Arte, el Premio Nacional de Artes Plásticas (2006) Pedro Pablo Oliva declaró en la película Páginas del diario de José Martí (1971), dirigida por José Massip, que su abuelo Antonio Oliva “fue el que remató a José Martí”.

En 2010 el pintor declaró en la radio de Miami que su papá contaba cómo Antonio Oliva “se parapetó en el sitio por donde, por su criterio, [Martí] iba a pasar obligatoriamente”.

De ahí esta confesión del artista: “Comencé a pintar a Martí un poco como para sacar la otra cara, la otra imagen, sacar a ese hombre, flagelarme, no sé cuántas cosas más, un poco que sentí una deuda”.

Así llegaría a componer obras como Martí (2009) y Martí de blanco (2010).

La película incluye la escena de un hombre mestizo que remata a Martí en el suelo con disparo de fusil.

Sólo que Pedro Pablo Oliva no tiene tal deuda. La única fuente de que así murió Martí es el cabo sanitario español Juan Trujillo, quien declaró en falso a la prensa que el práctico cubano Antonio Oliva “remató [a Martí] de un tiro de tercerola Remington” (La Discusión, 23 de mayo de 1899).

Desde el procastrista Ezequiel Martínez Estrada en Martí revolucionario (1967) hasta el anticastrista Guillermo Cabrera Infante en Mea Cuba (1992) reafirmaron ese cuestionable planteamiento historiográfico. Los capitanes españoles Fernando Iglesias y Antonio Serra —quienes soportaron con sus respectivas tropas el peso de la escaramuza en Dos Ríos— atestiguaron que Martí recibió los tiros cabalgando. Así fue reportado el 23 de mayo de 1895 por los corresponsales Máximo Doubochet (La Discusión) y Miguel Espinosa (Diario de la Marina).

El mensuario Patria de la Fragua Martiana publicó en mayo de 1976 el diálogo de Juan Andrés Cué y Bada, profesor de la Universidad de Oriente, con otro práctico cubano de la columna española en Dos Ríos. Cayetano Martí Arias desmintió que su “amigo Olivita” hubiera rematado a Martí en el suelo, ya que este último había irrumpido de pronto a caballo, en medio de un alto al fuego, y “si no lo tumban los tiros, se hubiera metido dentro de las fuerzas españolas”.

En junio de 1968, el Profesor Titular Dr. Francisco Lancís, Jefe del Departamento de Medicina Forense y Toxicología de la Universidad de La Habana, demostró en la Fragua Martiana —con perfiles de tamaño natural del jinete y su potro— que Martí recibió, desde diferentes posiciones, un disparo en el tórax, el segundo en el cuello —con la cabeza hiperextendida por efecto del anterior— y el tercero mientras caía, al cruzar la pierna derecha por encima del caballo.

La hipótesis de Lancís fue validada por el doctor en Ciencias Médicas Ricardo Hodelín Tablada en su estudio Enfermedades de José Martí (Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 2007)

Ángel de la Guardia

También en la Fragua Martiana, Ángel de la Guardia Rosales —hijo de Ángel de la Guardia Bello, el único mambí que estaba junto a Martí al caer en Dos Ríos— dio el 15 de marzo de 1964 la explicación más sencilla de la tragedia, que resuelve el oficioso enigma.

Su madre, Concepción Rosales, había escuchado de su esposo que, cabalgando junto a Martí, se toparon con una leve hondonada en el terreno, se apartaron un tanto y fueron a dar a las líneas enemigas.

Dominador de la Guardia, quien como su hermano Ángel combatió en Dos Ríos, dio explicación similar por carta en privado [Niquero, 11 de marzo de 1916] al Dr. Eligio Palma, amigo personal y médico de Martí: “El general Gómez (…) le dijo a Martí: ‘¡Aquí!’, y le señaló detrás de él, como para ampararlo con su cuerpo. Yo estaba al lado del general Masó y mi hermano Ángel al lado mío y junto a Martí; al romper el fuego contra la columna, Martí convidó a mi hermano Ángel para seguir adelante, y así lo hicieron”.

Dominador puntualiza que “con el humo de los disparos no nos dimos cuenta de su avance y se adelantaron a nosotros como cincuenta metros. Al llegar a esa distancia presentaron un blanco magnífico a las fuerzas españolas”. Martí se acentuaba como blanco fácil por su atuendo.

Historiadores lo afirman en el documental de 2015 y también un joven lego en el video ¿Quién es José Martí? (2006): “Martí es lo máximo, lo que se mareó. Él era muy bueno con la pluma, pero fue a la guerra vestido de negro en un caballo blanco y claro que tuvieron que matarlo”.

Versiones de Gómez

También por carta en privado [Ciego de Najasa, 22 de agosto de 1895] dio Gómez temprano testimonio del trágico incidente al sucesor de Martí en la dirección del Partido Revolucionario Cubano, Tomás Estrada Palma:

“Lo que hizo Martí es nada, lo que usted tiene que hacer ahora es lo gordo (…) Martí empezó a torcerse y fracasar desde la Fernandina hasta caer en Boca de Dos Ríos (…) donde pereció sin beneficio para la patria y sin gloria para él (…) A alguna distancia del enemigo le ordené se retirara, él desdeñó mi orden y mientras yo ordenaba la carga no era posible que yo mirase más a Martí”.

Para el 29 de agosto de 1896, Gómez diría a Fermín Valdés Domínguez que el general Masó “tuvo en parte la culpa de la muerte de Martí”, ya que este había seguido por el centro, acompañado del ayudante Guardia, “un loco”, mientras que Masó se abstuvo de apoyarlo en el avance y se puso lejos del peligro.

Así lo anotó Valdés Domínguez en su Diario de Soldado (La Habana: Centro de Información Científica y Técnica, 1971-74). Esta sería una de las razones que animó la jornada de trabajo voluntario en la Universidad de La Habana para destruir la única edición de aquel diario. Ya se habían tirado cuatro tomos y el quinto estaba en prensa, todos al cuidado editorial de Hiram Dupotey Fideaux, quien se sentía en deuda (legítima) con Valdés Domínguez: ejerciendo como médico en Baracoa, este había salvado la vida a la madre de Dupotey Fideaux.

Martí cadáver

La conducta de Gómez no puede justificarse con ninguna orden suya a Martí, ya sea ubicarse detrás o retirarse. Ninguna orden basta para salvaguardar a quien recibe por gusto su bautismo de fuego en escaramuza contraria al propósito cardinal: seguir a Camagüey para fundar la República en Armas.

Gómez tampoco hizo nada por recuperar el cadáver. El Atlas histórico-biográfico José Martí (1983) muestra dos hostigamientos a la columna española camino a Remanganaguas, donde Martí sería enterrado por primera vez, pero son ficticios.

Tales hostigamientos no constan por ningún lado en los partes militares que el coronel Ximénez de Sandoval siempre daba con minuciosidad. Gómez se limitó a mandar desde La Vuelta Grande una carta a Ximénez de Sandoval, que reza:

“Envío a usted mi ayudante Ramón Garriga, para saber, por conducto de usted mismo, si el señor Martí está en su poder herido y cuál sea su estado, o si muerto, dónde han quedado depositados sus restos. Eso es todo, porque en el último caso, percances son esos de la guerra y para nosotros, no obstante ser el señor Martí un compañero estimable, nada importa un cadáver más o menos de tantos que tendrá que haber en la guerra”.

Martí fue enterrado junto con el sargento español Joaquín Ortiz, en fosa común del cementerio de Remanganaguas. Hacia 1938, el entonces único sobreviviente de la expedición Gómez-Martí, Marcos del Rosario, indicaría dónde y a la postre se levantó allí un sencillo monumento.

La renuencia del exilio cubano de la época a reconocer la caída de quien no debía morir obligó a que las autoridades exhumaran el cadáver para identificarlo bien en Santiago de Cuba. El 27 de mayo de 1895 fue inhumado en el Cementerio Santa Ifigenia. Allí y entonces Higinio Martínez (La Caricatura) tomó la única foto necrológica.

Por razones de salubridad tendría que demolerse la sección de la galería donde estaba el nicho de Martí, retocado así al terminar la guerra.

Preventivamente se erigió un modesto templete y allí sería inhumado por tercera vez el 24 de febrero de 1907.

Al filo de la segunda exhumación se armó tremendo alboroto. Los restos no coincidían con la descripción que había dado el médico militar Pablo Aureliano Valencia Fors al exhumar el cadáver en Remanganaguas. Al cabo se comprobó que el forense había cometido el error del espejo: referir las heridas desde sus izquierda y derecha propias, no del muerto.

El 19 de mayo de 1948 se colocó la primera piedra del mausoleo actual. Las obras forzaron a la tercera exhumación y a la cuarta inhumación, solemne y temporal, en el Retablo de los Héroes dentro del mismo Cementerio Santa Ifigenia.

El 30 de junio de 1951 se efectuó el quinto y último entierro de Martí en el mausoleo donde hoy reposan sus restos como prueba de que los mambises llevaban en Dos Ríos un tesoro en vasijas de barro.

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Arnaldo M. Fernández

Abogado y periodista cubano. Miembro del grupo Cuba Demanda en Miami.


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