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Gobierno cubano vuelve a negar la existencia del "Síndrome de La Habana"

Un artículo de José Ramón Cabañas, ex embajador de Cuba en EE.UU. y Director del Centro de Investigaciones de Politica Internacional, achaca los síntomas reportados a "una alta tensión psíquica y emocional".

Embajada de Estados Unidos en La Habana (Imagen de archivo) © CiberCuba
Embajada de Estados Unidos en La Habana (Imagen de archivo) Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 2 años

El gobierno cubano sigue usando la política del avestruz para negar la existencia del llamado "Síndrome de La Habana", que ha afectado en los últimos 5 años a más de 130 miembros del personal estadounidense en el extranjero.

Un largo artículo publicado en el portal oficialista Cubadebate, y firmado por José Ramón Cabañas Rodríguez, ex embajador de Cuba en Estados Unidos y actual Director del Centro de Investigaciones de Politica Internacional, vuelve sobre el tema cuando diversas fuentes de la inteligencia norteamericana deben entregar su informe sobre los presuntos ataques al presidente norteamericano Joe Biden y se ha informado que EE.UU. volverá a permitir a sus funcionarios en Cuba estar acompañados por familiares.

La actual administración demócrata nombró a un oficial veterano de la CIA que dirigió la búsqueda de Osama bin Laden para encabezar un grupo de trabajo que investigue el síndrome y ha triplicado el volumen del equipo médico involucrado en la investigación.

Según Cabañas, los ataques del 2017 "se plantearon al interior de esa embajada por escasos miembros de un personal ajeno a las funciones diplomáticas".

"Paradójicamente, los afectados no acudieron a recibir atención médica en las clínicas donde siempre se atendían en La Habana, tanto como habían hecho hasta entonces y lo siguen haciendo hasta hoy sus contrapartes cubanas en Washington", dice el funcionario cubano, poniendo a prueba el sentido común del lector.

Según la versión de Cabañas, "por indicación del más alto nivel del Gobierno de Cuba se inició una investigación policial y se nombró un comité de expertos científico interinstitucional e interdisciplinario para analizar los reportes realizados. Las investigaciones concluyeron que no existe evidencia para demostrar ataque alguno y que una diversidad de síntomas tan variados no puede atribuirse a una causa común".

"El FBI visitó La Habana en cuatro ocasiones para realizar su propio análisis con total libertad. Al final sus conclusiones coincidieron con la opinión de los expertos cubanos de que no existían evidencias de ataques, pero el Departamento de Estado rechazó la propuesta del Buró de hacer parte de la investigación al Centro de Control y Prevención de Enfermedades en Atlanta (CDC), el cual tenía además experiencia de intercambios científicos de larga data con contrapartes cubanas", añade el artículo.

Según Cabañas, "hasta mediados del año 2017 los funcionarios de la embajada estadounidense en La Habana solicitaron una amplia cantidad de visas para que viajaran a la Isla familiares cercanos, o amigos y también cubrieron los procedimientos para viajar a otras provincias cubanas en plan turístico en innumerables ocasiones. Este comportamiento no se correspondía con la actitud de un grupo humano que está sometido a hostigamiento externo alguno".

El artículo se queja, además, de que la limitada información que se trasladó a la parte cubana por el canal diplomático "parecía diseñada para inducir a error y documentar supuestos hechos imprecisos".

"Después de que el servicio de seguridad diplomática cubana acordara con la embajada estadounidense un mecanismo para alertar en tiempo real a las autoridades sobre la ocurrencia de los incidentes, en varias ocasiones el mismo no fue utilizado y en otras la información llegó de forma muy tardía", precisa el ex embajador.

Para Cabañas, todo lo relacionado con el Síndrome no es más que una operación propagandística, diseñada por "aquellos que querían revertir la política del Presidente Barack Obama hacia Cuba y estaban muy necesitados de un buen argumento, tangible o no, para comenzar a tomar medidas que garantizaran el proceso de regresión", una tesis que ya ha sido expuesta por el MINREX en varias ocasiones.

El artículo repasa los desencuentros entre Cuba y Estados Unidos por el tema, y una reunión de cancilleres de ambos países que tuve lugar en Washington el 26 de septiembre del 2017.

El funcionario critica un artículo aparecido en el Journal of the American Medical Association (JAMA) y cita opiniones de diversos científicos norteamericanos que datan del 2017, cuando todavía se hablaba de "ataques sónicos" y no había las suficientes evidencias clínicas de los casos.

"¿Qué ganaba Cuba en caso de que realmente hubiera hostigado de alguna manera a los funcionarios estadounidenses? ¿Alguien en su sano juicio puede considerar que las autoridades cubanas deseaban una regresión en la relación bilateral que adicionalmente condujera a nuevas medidas de bloqueo?", se pregunta Cabañas, obviando informaciones que aseguran que dentro de la nomenklatura cubana también había personas opuestas a una normalización de relaciones.

Cabañas también alude de pasada a la tesis de que los ataques fueron llevados a cabo por “alguna potencia interesada en dañar a los funcionarios estadounidenses”, que "producto de nuevas especulaciones fue identificada como Rusia".

Tras mencionar otros casos en China, Alemania y Austria, el diplomático cubano se queja de que "tras estos hechos Washington no le reclamó a Berlín o Viena (ni a sí mismo) seguridades adicionales para el confort de sus nacionales, ni se redujo el flujo de visitantes nacionales en aquellos destinos".

"¿Cómo se explicaba ahora que un poder maligno se moviera por medio mundo, incluida la capital estadounidense, con un “arma” que se calculaba que debía ser del tamaño de un tanque de guerra, que tendría que emitir un sonido lo suficientemente intenso como para provocar un daño cerebral, con una capacidad direccional tan perfeccionada que impactara solo a personas seleccionadas y no a las que se movían a escasos metros del objetivo?", pregunta el artículo, que trata de ridiculizar en todo momento la tesis de un ataque planificado contra fuentes de inteligencia norteamericana en varios países.

"Los funcionarios-víctimas en su mayoría no son diplomáticos, sino que están vinculados a agencias de inteligencia estadounidenses. Los mismos compartieron no sólo espacios físicos y aislados en las embajadas de su país en el exterior, sino también tecnología específica en sus lugares de trabajo, así como hábitos, condiciones y exigencias comunes que los obligaron seguramente a enfrentar una alta tensión psíquica y emocional", dice el artículo en modo conclusivo.

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