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Cuba, 120 años después: Había una vez una república...

La nación cubana está de cumpleaños, pero no de celebración. La fecha llega en un momento nefasto para el país, aquejado de males políticos, quiebra económica y desesperanza sobre su futuro.

Academia de Artes y Oficios. Imagen del libro "The History of Cuba", publicado por Willis Fletcher Johnson en 1920. © Flickr / lezumbalaberenjena
Academia de Artes y Oficios. Imagen del libro "The History of Cuba", publicado por Willis Fletcher Johnson en 1920. Foto © Flickr / lezumbalaberenjena

Este artículo es de hace 1 año

Cuba arriba este 20 de mayo a los 120 años de su fundación como república soberana tras sacudirse del yugo colonial español y de la primera intervención de Estados Unidos en las postrimerías de la guerra independentista.

La nación cubana está de cumpleaños, pero no de celebración. La fecha llega en un momento nefasto para el país, aquejado de males políticos, quiebra económica, estampida masiva de sus ciudadanos y, dolorosamente, desesperanza sobre su futuro.

El país que emergió en 1902 como la última república americana en independizarse de España y pudo encaminarse rápidamente como una nación moderna y económicamente pujante, es hoy una geografía en bancarrota, un sentimiento herido.

Los cubanos, en la isla o en la diáspora, tenemos que sentirnos orgullosos de nuestro acervo cultural, nuestra curiosa idiosincrasia y nuestros valiosísimos aportes en casi todas las esferas de la creación y la actividad humana a través de una relativamente corta historia nacional.

No es poco lo que el cubano ha dado al mundo desde la misma forja de la nación. Podemos vanagloriarnos de ser una estación fecunda, una comarca fértil.

Pero también la ocasión debería servirnos para meditar en nuestras oquedades y tinieblas nacionales.

Pensemos solo en la trayectoria del ejercicio político y los descarrilamientos continuos del cauce democrático en la vida republicana, antecedentes de la tragedia autocrática que marca la existencia cubana por las últimas seis décadas.

La simple cuenta de períodos democráticos y accidentes dictatoriales en la etapa que antecedió la imposición totalitaria de Fidel Castro es sumamente ilustrativa de los desvaríos en la conducción política de la nación cubana.

La república inaugurada en 1902 con Tomás Estrada Palma en la presidencia vivió en una frágil estabilidad hasta 1906, cuando se produjo la segunda intervención militar estadounidense, que se extendió por tres años. Se vivieron después 18 años de una relativa normalidad democrática, marcada por dos insurrecciones armadas: la guerra de los independientes de color, en 1912, sofocada de manera sangrienta por el ejército republicano con un saldo de más de 3,000 muertes; y la Guerra de la Chambelona, una rebelión de los liberales de José Miguel Gómez contra el conservador Mario García Menocal en 1917.

Aunque electo democráticamente, Gerardo Machado terminó imponiendo una cruenta dictadura hacia 1927, derrocado luego por la revuelta popular de agosto de 1933. Tras una franja de inestabilidad política y social, el país consiguió otro impasse de vida democrática (1934-1952), aprobó una avanzada Constitución en 1940 y consolidó la continuidad de gobiernos electos hasta 1952, año del nefasto golpe de Estado de Fulgencio Batista.

El resto de la historia ya la conocemos, estigmatizada por la más longeva dictadura del hemisferio occidental.

En esencia, el país solo ha transitado 40 años de vida democrática de sus 120 como Estado independiente, lo que realmente deja una señal inequívoca de tarea inacabada y frustración nacional.

Hemos sido un país de extraordinaria música y proverbial festividad, pero de muy mala política para gobernar.

La reflexión es esencial para entender que los 56 años de maduración republicana no fueron suficientes para consolidar la permanencia de la nación en la senda democrática, enterrada por la ola de populismo y autocracia que entronizó la revolución de Fidel Castro bajo el manto mentiroso de la justicia social.

Quizás uno de los compromisos de cada 20 de mayo, fecha satanizada por la propaganda y la desfachatez castrista, es volver sobre las raíces de nuestra conducta democrática y nuestro comportamiento cívico para poder desbrozar un futuro digno para Cuba.

Las preguntas conciernen tanto a los cubanos de la isla como a los casi tres millones de compatriotas que viven exiliados o emigrados en Estados Unidos y otras latitudes, con los más diversos credos o convicciones políticas. Porque las evidencias de esta hora cubana, dentro y fuera de la isla, no me resultan muy convincentes para pensar en que hemos superado como pueblo los arrastres envenenados de nuestra idiosincrasia que nos condujeron hasta esta moribunda silueta de sistema unipartidista irrevocable, esta discontinuidad de proyecto de país.

Cuba tiene una herencia gloriosa que sedimenta su condición nacional y alienta la posibilidad de rescate de un país "con todos y para el bien de todos". Ojalá no tengamos que esperar otros cien años para cumplir nuestra quimera de refundación democrática.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Wilfredo Cancio Isla

Periodista de CiberCuba. Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna (España). Redactor y directivo editorial en El Nuevo Herald, Telemundo, AFP, Diario Las Américas, AmericaTeVe, Cafe Fuerte y Radio TV Martí.


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