Este 5 de agosto se cumplen 31 años del Maleconazo, la revuelta popular que estremeció La Habana en 1994 y marcó un antes y un después en la historia reciente de Cuba. Lo que comenzó como una manifestación espontánea por parte de ciudadanos agotados por la miseria del llamado “Período Especial”, se convirtió en un estallido de demandas de libertad, cambios y dignidad, que el régimen reprimió con brutalidad.
Un grito de hartazgo en medio del hambre y la oscuridad
El 5 de agosto de 1994, miles de habaneros tomaron las calles desde Centro Habana hasta el Malecón capitalino, hartos de la falta de alimentos, la inflación, los apagones y el encierro impuesto por décadas de control político y económico. La gente gritaba “¡Libertad!”, pedía el fin de la dictadura, y en algunos puntos, intentaron lanzarse al mar buscando escapar en balsas.
No fue una protesta aislada ni por hambre solamente: fue una rebelión contra el sistema, un clamor masivo que expresó la rabia acumulada por años de represión, escasez y mentiras oficiales.
Represión disfrazada de “pueblo enardecido”
El régimen respondió con rapidez y violencia. Las fuerzas policiales arremetieron contra los manifestantes con golpes, detenciones y amenazas. Pero no estuvieron solos: grupos de respuesta rápida y miembros del contingente Blas Roca Calderío fueron movilizados como si fueran ciudadanos comunes, para agredir a los manifestantes con palos, piedras y hasta cabillas.
Las imágenes de civiles golpeando a otros civiles —alentados por el poder— fueron parte de una estrategia bien conocida del castrismo: reprimir sin asumir la represión oficialmente, haciéndola pasar por reacción popular espontánea.
El éxodo de los balseros: una válvula de escape
Tras la protesta, el régimen necesitaba soltar presión. Fidel Castro optó por abrir las puertas del país para provocar lo que se conoció como la crisis de los balseros: autorizó de facto que quien quisiera irse del país, lo hiciera. Decenas de miles de cubanos se lanzaron al mar en embarcaciones improvisadas, rumbo a Estados Unidos, en uno de los episodios migratorios más dramáticos de la historia cubana.
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El mensaje era claro: si no estás de acuerdo, vete.
Tres décadas después: más represión, más crisis
A 31 años del Maleconazo, la situación en Cuba no ha mejorado; ha empeorado. La represión es más sofisticada, sistemática y digitalizada. Hoy, quienes protestan, como ocurrió el 11 de julio de 2021 son condenados a años de cárcel con juicios sumarios y sin garantías procesales.
La miseria sigue, los apagones han vuelto, la escasez es crónica y el éxodo es constante. Más de medio millón de cubanos ha salido del país solo en los últimos dos años. Las demandas de libertad se repiten, pero ahora con más fuerza y más conciencia del precio que implica enfrentarse al poder.
Y mientras tanto, el régimen continúa culpando a enemigos externos, mientras criminaliza el disenso, reprime el pensamiento libre y destruye a la familia cubana desde adentro.
El legado del Maleconazo
El Maleconazo fue un grito colectivo que dejó claro que el pueblo cubano no está dormido, que la paciencia tiene límites, y que aunque la represión silencie cuerpos, la demanda de libertad no desaparece: se multiplica, se hereda y se espera.
Hoy, 5 de agosto de 2025, a 31 años de aquel día, recordar el Maleconazo es también un acto de memoria y resistencia.
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