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Los curas necesitan encontrar a (su) Dios

Más de 300 sacerdotes católicos violaron, sodomizaron, masturbaron homosexual o heterosexualmente y disfrutaron en grupo de los placeres más mórbidos con niñitos de entre 7 y 13 añitos.


Este artículo es de hace 5 años

Si existe, que lo busquen ellos primero. Nadie puede llevarte a conocer lo que no sabe dónde está. Si el ser supremo existe, si esa deidad que todo lo creó, todo lo sabe, todo lo perdona y lo puede existe, son ellos, los curas que hacen carrera predicando su existencia, los primeros que necesitan desesperadamente encontrarle.

Ellos y sus superiores. Sus cardenales. Sus obispos. Sus concilios de señores adustos y solemnes que desde el fastuoso Vaticano deciden a dedo si una mujer en Argentina debe tener derecho a abortar o no, o si yo en Miami debo poder usar un condón sin arder por ello en el fuego eterno.

Esos señores, los curas del concierto católico, pertenecen a la cofradía que protege y encubre las más sórdidas y vomitivas prácticas jamás conocidas: el manoseo a niños y niñas. La lascivia. No existe nada peor en este planeta, convengamos. Ni la muerte.

Pues más de 300 de ellos violaron, sodomizaron, masturbaron homosexual o heterosexualmente, disfrutaron en grupo de los placeres más mórbidos con niñitos de entre 7 y 13 añitos. Los fieles más chicos de sus parroquias en Pennsylvania, Estados Unidos.

El escándalo, el nuevo escándalo hermano mayor de otros escándalos ya reiterados, lo acaba de expulsar a la luz un gran jurado de Pennsylvania que publicó sus conclusiones en 1.356 páginas de espanto. Un compendio de las prácticas más abominables efectuadas durante las décadas de los ´70 y ´80. Crímenes eclesiásticos que, colmo de colmos, ya prescribieron. Sus criminales tuvieron santa sepultura o perdón católico. La justicia jamás les tocó los hombros.

¿Cómo explicarle eso a un niño? Toma un niño sediento de aprendizaje, cuéntale de nuestras instituciones, de la justicia, de la legalidad. Háblale de tribunales y jueces y condenas y prisiones y constituciones. Y luego cuéntale que existe una institución llamada Iglesia Católica a quien la Humanidad dio patente de corso para hacer lo que le viniera en ganas: abusar de quien quisiera, sin que sus verdugos debieran pagar por ello. Cuéntale eso a tu pequeñito, y no olvides su cara.

Y no olvides, tampoco, mantenerlo lejos de los curas que, primero, deben encontrar ellos a su Dios.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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