En el año 2016, La Habana recibió el título de “Ciudad Maravilla”. Fue elegida en un concurso anual que convoca la fundación suiza New7Wonders. Pero los cubanos que han visto el mundo moderno no entienden este paradójico honor.
¿Qué es New7Wonders?
En el año 2000, Bernard Weber, un canadiense nacido en Suiza, creó el proyecto New7Wonders. Su objetivo era que la población mundial eligiera las siete nuevas maravillas del mundo.
Pero debía ser un proyecto participativo a gran escala y, no fue hasta que Internet maduró lo suficiente que pudo organizar una campaña de votación mundial. Gestionó más de cien millones de votos.
El primer gran concurso se realizó en el 2007. La Habana fue elegida en la tercera edición, que fue dedicada a las ciudades. Comparte el título de Ciudad Maravilla con: Doha (Qatar), La Paz (Bolivia), Kuala Lumpur (Malasia), Beirut (Líbano), Durban (Sudáfrica) y Vigan (Filipinas).
¿Un objetivo altruista?
Se mueve mucho dinero en este proyecto, no tengan dudas. Pero el objetivo primero es contribuir a la conservación de estas maravillas modernas. Sin embargo, el dinero no entra por una tubería, toca recaudar, para poder invertir.
Específicamente a La Habana este título le fue concedido por su “atractivo mítico, lo cálido y acogedor de su ambiente, y el carisma y jovialidad de sus habitantes”. ¿Qué gana la ciudad? Prestigio y publicidad. ¿De qué sirve eso? Para desarrollar el turismo.
Los famosos de Hollywood se toman fotos en la ciudad derruida
A esta gran campaña mundial le sobrevino una oleada de famosos pululando por La Habana. Recordarán desde un Desfile de Chanel, hasta las filmaciones de Rápido y Furioso con un almendrón corriendo por toda La Habana.
En los tres años recientes nos han visitado todo tipo de famosos, centenares de cruceros y multiplicamos el número de turistas anuales, según las estadísticas oficiales.
La estrategia fue buena, pero ¿dónde está el dinero del turismo?
Pasaron tres veranos desde aquella hermosa declaratoria en la que el mundo entero reconoció la belleza de La Habana, pero la realidad dura y concreta es que la ciudad se está desmoronando.
En saludo a sus 500 años, La Habana se encuentra en obras por todos lados. Las calles con el tránsito cortado, aunque no hay ni un obrero trabajando, huecos en las aceras, montañas de basura en las esquinas y decenas de derrumbes.
En otras palabras, las ruinas de una ciudad viva. La Habana es como un caracol gigante que agoniza bajo el calor abrazador. El “atractivo mítico” tirado a los pies de cada ceiba, de cada palma, y en cada esquina.
Qué decir de ese “cálido y acogedor ambiente” urbano que transforma “el carisma y jovialidad de los habitantes” en una sensación de desasosiego y ansiedad generalizada.
Hay violencia en la ciudad y si te bajas del carro puedes sentirla
La gente vive un estado de depauperación severo de su paisaje urbano. La basura es un elemento incorporado a la vida de la población de un modo alarmante. Ya no la notan, o simplemente no les importa que esté allí.
La gente vive tras rejas horribles por todos lados. Candados, cerrojos y trancas tras las puertas. Garajes en jardines, árboles talados, cacharros en las aceras, en las zonas que por fortuna aún tienen aceras.
La calle no tiene dueño
Las ciudades tienen un espacio público que debe respetarse, por ser el área de socialización grupal. En él deben reinar normas de obligatorio cumplimiento por toda la ciudadanía y el Estado es el principal responsable de su cumplimiento.
En La Habana la propia ley ha tirado a la gente a vender su mercancía en calles y portales. Mientras, las que otrora fueran hermosas tiendas, están oscuras, con las vitrinas empapeladas y se llenan de humedad y porquería.
“Las calles no tienen dueño, son del pueblo”. Pues sí, así es y así lo ha sido desde que el mundo es mundo. No lo inventó el socialismo, surgió la idea en Mesopotamia, 3000 años antes de nuestra era.
Hoy se pueden ver las ruinas secas de Ur (Iraq), la primera ciudad del mundo que aún se conservan. Mientras las observo por Internet, en una linda foto de un turista, solo deseo y espero que La Habana aprenda a regenerarse y podamos alguna vez dejar de vivir en sus ruinas.
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