Cuba es una nación prolífera en músicos talentosos. En diversas manifestaciones aparecen instrumentistas, vocalistas y compositores que ganaron por derecho propio un sitio cimero en la rica historia cultural. Entre los creadores nacidos a finales del siglo XIX se encuentra Ignacio Piñeiro (La Habana 21 de mayo de 1888-12 de marzo de 1969).
Piñeiro fue un cronista de la época en que le tocó vivir. Fundó el Sexteto Nacional, que luego se convertiría en Septeto y llega hasta la actualidad sin renunciar a la esencia de la música tradicional cubana, la que defiende y muestra con orgullo a las nuevas generaciones.
Diversas fuentes consultadas coinciden en afirmar que Ignacio Piñeiro logró captar, desarrollar y expresar la riqueza plena del son. Además, sus modificaciones estructurales, cadencia, ritmo, melodías y letras depuradas, lo elevaron a la categoría de Son clásico, que todavía hace de las suyas en los bailables populares.
Autor de piezas muy conocidas y populares, Ignacio Piñeiro demostró raíces ancestrales y el don de convidar a cantar y bailar a quien escuchara las interpretaciones. En un artículo publicado en la revista cultural digital La Jiribilla, el musicólogo Raúl Martínez Rodríguez afirma:
"En 1927, fundó agregándole una trompeta el todavía actual Septeto Nacional, el cual dirigió triunfalmente hasta el 12 de marzo de 1969 en que falleció. Fueron los años en que Piñeiro creo notables sones campesinos y urbanos: rumbas, lamentos, pregones, entre ellas las tituladas: Cuatro palomas, Estas no son cubanas, Échale salsita, Suavecito..."
Por su parte la musicóloga Miriam Villa, en un análisis sobre el quehacer del destacado compositor cubano, expresa:
"...Su obra puede dividirse en múltiples temas entre los que se encuentran el amor, la patria, la reflexión filosófica, la política, lo bucólico, lo infantil, expresados en diversidad de formas: satírica, apologética, humorística y con mayor profundidad que en la producción sonera que le antecedió e incluso con la que compartió..."
El legado de Ignacio Piñeiro alcanza la actualidad. De él se nutren músicos e interpretes para mantener vivas las raíces de la música cubana.
Que levante la mano quien no se la hayan ido los pies en cualquier escenario, cuando escucha el ritmo que viene del Septeto Nacional: "suavecito, suavecito, suavecito es como me gusta a mí ..."
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