La iglesia de Sutherland Springs en Texas reabrió sus puertas este domingo para rendir homenaje a quienes perdieron la vida tras el ataque de Devin Kelley.
Los interiores manchados de sangre de la Primera Iglesia Bautista en esta aldea fueron pintados de blanco; se colocaron 26 sillas dentro del santuario, cada una con el nombre de una víctima y una rosa. Al recordar la masacre los familiares y allegados se han fundido en emotivos abrazos.
A pesar de este tributo el futuro del recinto religioso pasa por la demolición, tal y como explicó recientemente el pastor Frank Pomeroy, cuya hija de 14 años figura entre las víctimas de la matanza del pasado domingo.
En este sentido relató que sería "demasiado doloroso" seguir usándolo como un lugar de culto: "emocional y físicamente imposible".
Pomeroy, pro su parte, estaba de viaje cuando Devin Patrick Kelley entró a la iglesia para perpetrar el tiroteo masivo más mortífero en la historia moderna de Texas.
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