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Una nueva reforma de la Constitución Cubana pero, ¿y la cultura jurídica?

La Constitución de Cuba data de 1976 y fue reformada en dos oportunidades, 1992 y 2002. Este nuevo capítulo que recién se abre, al margen de los retos que tendrá el propio documento en sí para ser más inclusivo o no, estar más a tono o no con la realidad actual, muy poco efectivo será siempre y cuando no se logre involucrar a las personas.

Calle Neptuno en La Habana Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 5 años

Por estos días cuando se habla de una reforma constitucional en Cuba hay quien cuestiona que, a pesar de la importancia de este proceso para que la Ley de leyes esté más a tono con la realidad actual, se deja de lado un detalle importante: la cultura jurídica.

La Constitución de cualquier país es la ley fundamental sobre la que se asienta un Estado. Establece, además, los fundamentos de la nación, la estructura de los poderes y el alcance de estos, y muy importante, también garantiza derechos y deberes de los ciudadanos.

Sin embargo, antes de actuar y de reconocer para ser partícipes en un proceso, necesariamente hay que primero conocer. Es ahí, en ese eslabón de esa tríada, donde entra la cultura jurídica en su más amplio sentido, tan deficitaria en Cuba, pues las instituciones y estructuras encargadas de la socialización de su contenido, a duras penas lo hacen.

Si no se socializa la nueva reforma constitucional, sería casi más de lo mismo, o como sucede hoy, que ni existen muchas constituciones y tampoco la demanda por conocerla.

“No tengo la constitución en mi casa, jamás la he podido comprar. Fui a la casa del jurista, que se supone sea de las pocas instituciones autorizadas a la venta de este documento y no la tienen. En las Ferias del Libro no la venden tampoco. Y la vida se mueve muy dinámica para estar yendo a la biblioteca para estar leyendo la constitución, aunque dicen que ahí tampoco está”, asegura Raúl, jubilado.

Una de las primeras alocuciones que transmitió la televisión cubana del fallecido mandatario venezolano Hugo Chávez Frías, a muchos sorprendió que sostuviera en ambas manos dos documentos que evidentemente consideraba cimeros: la biblia y la constitución.

“Nunca he visto un dirigente en Cuba ni con una constitución en la mano y mucho menos citándola, tampoco te hablan de ella con profundidad en las escuelas, en la universidad a duras penas unas pinceladas, pero nadie te enseña o te analiza la constitución, artículo por artículo, y es algo que debía de ser de uso común… las personas de un país deben conocer su constitución y en Cuba nadie la conoce bien”, comenta Carmen.

A sus palabras habría que hacer una pequeña acotación. En Cuba, quienes sí conoce bien la Carta Magna son aquellos que han sufrido privación de libertad, pues en la nación caribeña se da un fenómeno bastante curioso: solo cuando se necesita es que se estudia la Ley de leyes, y no de forma habitual como parte de la cultura jurídica que debe tener la ciudadanía.

Leonardo, un joven universitario, dice que “la tengo en el móvil, en una aplicación, junto con otra sobre las leyes de la aduana, pero realmente no la leo, no hace falta, las de la aduana sí pues tengo familia fuera y hay que saber qué se puede traer y qué no se puede importar, ¿pero la constitución? No hace falta conocerla, tampoco le veo importancia a analizarla, tampoco hay quien lo haga, o sea, nadie te explica lo que significan los diferentes artículos”.

La enseñanza de la constitución se incluye en diferentes niveles de enseñanza. En la secundaria, se incluye en la asignatura Educación Cívica, en el preuniversitario está en la disciplina de Cultura Política, pero en ambos casos ni a los jóvenes les interesa ni se da con gran profundidad; los estudios se quedan, por ejemplo, en los derechos fundamentales.

Recientemente en los planes de estudios de las universidades cubanas, que es donde por tradición debían realizarse los más profundos debates, se implementó un curso de formación jurídica. En este, solamente un día se le dedica a analizar la actual constitución cubana. A todas luces, insuficiente aún.

“Se dice que esta nueva reforma traerá cambios relacionados con la actualización del modelo económico, con el trabajo por cuenta propia y las cooperativas no agropecuarias, se habla hasta de lo relacionado con el matrimonio gay, se dice muchas cosas, a mí me interesa lo que tenga que ver con el trabajo por cuenta propia porque soy arrendador de habitaciones, y necesito saber lo que pasará conmigo. Aquí hay cosas que se debían enseñar, como la propia constitución, la gente debía hacer polémica sobre ellas, debatirla abiertamente en todos los lugares, en las escuelas, donde quiera, pero no se hace. Por ejemplo, ¿sabías que las fiscalías tienen una oficina donde si crees que tus derechos han sido violados, puedes acudir a ella? Eso nadie lo sabe y existe, y ¡funciona! La gente se queda callada, o peor, la gente es apática, no le interesa participar en nada”, comenta Carlos.

La nueva reforma se espera que incluya, además, el catálogo de derechos, pues en la vigente se encuentran dispersos, lo que también influye en el desconocimiento de la Carta Magna por parte de la ciudadanía, y también que se reconozca la pequeña propiedad privada, pues al fin y al cabo, existe en la Cuba actual.

La Constitución de Cuba data de 1976 y fue reformada en dos oportunidades, 1992 y 2002. Este nuevo capítulo que recién se abre, al margen de los retos que tendrá el propio documento en sí para ser más inclusivo o no, estar más a tono o no con la realidad actual, muy poco efectivo será siempre y cuando no se logre involucrar a las personas.

Hasta que no llegue ese momento, será otro documento que estará ahí, en algún rincón, en alguna gaveta, pero que no será nunca un texto gastado y manoseado por las personas, que es lo que debería pasar.

Es necesario realizar un referendo para aprobar la nueva Constitución, así está estipulado en la Ley de leyes vigente. Este es un método de participación ciudadana mediante el cual el pueblo puede aprobar o rechazar una ley u otra disposición jurídica a través del sufragio.

Sin embargo, la falta de cultura jurídica, entre otros factores porque para ser justos no es el único, harán que el proceso de referendo que se avecina sea más por el mero hecho de “estar” o de “cumplir”, que de por “participar” verdaderamente por una verdad muy sencilla no se siente nada por lo que se desconoce.

Es ahí donde primero se debía llegar, a incrementar la cultura de las personas.

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