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Fidel Castro y Celia Guevara estuvieron implicados en el tráfico de delfines desde 1995

Cuba fue considerada por EEUU como el mayor exportador de delfines a nivel mundial. El tráfico comenzaba en el Acuario Nacional de La Habana.

Celia Guevara / Tráfico de delfines © Netflix / Captura
Celia Guevara / Tráfico de delfines Foto © Netflix / Captura

Este artículo es de hace 1 año

El polémico líder cubano Fidel Castro y Celia Guevara, hija del guerrillero Ernesto Che Guevara, estuvieron directamente implicados en el tráfico indiscriminado de delfines desde Cuba en 1995, revela el documental ¿Qué le pasó al rey de los delfines?, de la plataforma Netflix.

La película, que repasa la trayectoria del renombrado entrenador de delfines español José Luis Barbero y los acontecimientos que culminaron con su trágica muerte en 2015, presenta impactantes imágenes del tráfico impulsado por Castro y Guevara y de las paupérrimas condiciones en que mantenían a estos animales en el Acuario Nacional.

Varios miembros del equipo de trabajo de Barbero implicados en la compra de ejemplares nariz de botella al gobierno cubano explicaron que cuando el entrenador quiso abrir un parque de reproducción en Islas Canarias, Estados Unidos había paralizado la exportación de animales marinos y la primera alternativa que surgió fue Cuba.

"Era uno de los pocos países que en aquella época comercializaba delfines", comentó uno de los colegas del español en el minuto 50 del documental, estrenado en noviembre de 2022.

Agregó que en varias ocasiones el mismísimo Fidel Castro se presentó a las negociaciones, por lo que ellos supusieron que el tráfico de delfines debía ser el primer renglón económico de la isla, la cual por aquellos años recibía muy pocos dólares y atravesaba el "Periodo Especial", eufemismo para identificar la profunda crisis económica del país tras el descalabro soviético.

El entrevistado aseguró que la veterinaria oficial del proyecto era Celia Guevara, hija del Che Guevara. "Ella siempre nos acompañaba para garantizar el bienestar de los delfines", apuntó.

Aseguró asimismo que la demanda de delfines era tal que el equipo de Barbero debió "ponerse en la cola porque había más empresas interesadas en su compra".

"Nos pusimos en la lista de espera. Pero era un golpe de realidad, de ver animales que habían sido capturados hace poco, te haces cómplice. Pasaban días en lugares sucios, aquel avión daba miedo. Se adquirieron seis delfines en Cuba", precisó.

Las convenciones internacionales privilegian la comercialización de delfines nacidos en cautiverio, pero el gobierno cubano traficaba con animales capturados en el mar.

Otra entrevistada, por su parte, denunció que los delfinarios de Cuba eran los peores que había visto en su vida.

"Terrible. Era criminal", dijo al referirse a las condiciones en que vivían los cetáceos recién capturados en el mar.

Si bien el tráfico de delfines nariz de botella de origen salvaje tuvo su apogeo en Cuba durante el Periodo Especial, la comercialización tras bambalinas de los mismos no culminó pasada la crisis.

En 2006 Enrique Matías Viale, presidente de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas y apoderado legal de la Fundación Fauna Argentina, denunció en una entrevista que la nación sudamericana ya había comprado delfines a la isla y pensaba adquirir otros nueve provenientes del Acuario Nacional de Cuba.

Argentina los entrenaba y luego los vendía al triple del precio a España, que no podría comprarlos directamente a Cuba porque esta los comercializaba acabados de sacar del mar, sin aclimatarlos y violando todas las normas de seguridad.

Explicó entones que "Cuba esta muy mal visto en el comercio internacional de fauna" y argumentó con el caso de México, que "ha prohibido por ejemplo que ingresen animales de Cuba porque los sacan directamente del agua".

"Entonces, con esta triangulación [Cuba-Argentina-España] se evitan un control más excesivo de la Comunidad Económica Europea (CEE) y te diría que la anulación del proceso, porque a Cuba no se los pueden comprar", remarcó el abogado argentino.

Otra investigación del Servicio de Aduanas de Estados Unidos en 2002 también había revelado el turbio tráfico de delfines salvajes arrebatados del océano, y señalaba como figura clave a Celia Guevara, veterinaria jefe del Acuario Nacional de La Habana, informó The Guardian ese año.

Esa investigación afirmaba que "Cuba es el mayor exportador de delfines del mundo".

La población cubana se mantenía ajena a este fenómeno. Por esos años la televisión de la isla pasaba una y otra vez la serie estadounidense Flipper, que contaba la historia de un delfín nariz de botella, los mismos que traficaba el régimen de La Habana.

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