Aunque era un secreto a voces, la noticia corrió como la pólvora: Víctor Víctor Mesa –el hijo del mejor centerfield en la historia del béisbol posrevolucionario- jugará con Industriales.
Después de una campaña consagratoria en la que estuvo entre los primeros bateadores (average de .354) y lideró en bases robadas con la friolera de 40, el muchacho de 21 abriles se coló en los equipos Cuba que asistieron a la Serie del Caribe y el Clásico Mundial.
Ahora, como si se empeñara en darle continuidad al proceso de crecimiento en su carrera, pasará a las filas de la entidad azul, la más querida y blasfemada en el ámbito insular.
¿Qué responsabilidad ocupará en la alineación? ¿Cómo asimilará la entrada en un nuevo escenario, más exigente que el que vivió hasta ahora en los Cocodrilos de Matanzas?
En exclusiva para CiberCuba, Mesa evaluó como “muy favorable” su traspaso, habida cuenta de que “se trata del equipo con más historia en el país y para mí es algo importante vestir su uniforme”.
Interrogado sobre el papel que podría desempeñar en su rendimiento la presión de jugar en el Latinoamericano, desechó la posibilidad de que el estadio sea un elemento en contra.
“No creo que el Latino se convierta en una presión”, señaló.
“Yo vengo a jugar pelota y seguiré trabajando para que las cosas se me den. Hay quienes no han podido dar la talla en ese estadio porque se meten cosas en la cabeza y eso los afecta después. Pero yo siempre he querido jugar allí. La temporada anterior me dio mucha confianza, me fui demostrando que podía y terminé muy bien”.
Varias veces ocupante de podios con la franela matancera, VV32 considera que su nueva escuadra tiene argumentos suficientes para aspirar al campeonato.
“No me gusta perder ni a las chapas. Creo que es un problema hereditario. El equipo tuvo una falla el año pasado y espero que este se pueda encaminar el rumbo. Tiene jugadores de primer nivel; lo que hace falta es que el pitcheo nos funcione”.
En torno a las metas que se ha propuesto para la campaña venidera, confiesa haberse planteado más de una, pero prefiere reservárselas.
¿Será que en su colimador está la marca de 55 estafas en un año firmada por Enrique Díaz?
“No creo que sea nada fácil llegar al record de Enriquito”, aclara al respecto. “Él era un jugador de todos los días y aunque yo he mejorado físicamente, nunca se puede estar seguro de que las lesiones no aparecerán”.
Una cosa está clara: en el presente panorama beisbolero de la Isla, el talento joven siempre busca caminos para su desarrollo (y remuneración) extrafronteras.
Y como se ha rumorado bastante sobre los intereses de clubes japoneses en este jardinero de buen desplazamiento y brazo poderoso, la pregunta en tal sentido se hace obligatoria. Sin embargo, él responde tajante.
“Ahora solo estoy pensando en Industriales. Si los japoneses vienen los atenderemos, pero no hay nada firme con respecto a eso”.
Finalmente, el hijo de Víctor y Eneida tuvo palabras elogiosas para el trabajo que está haciendo junto al recién retirado patrullero Carlos Tabares, toda una institución de los azules.
“Tabares ha sido de los mejores centerfielders de este país y ocupar su plaza es un reto complicado”, admite. “Pero como él mismo me dice, no se trata de que yo venga a sustituirlo, sino a relevarlo”.
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