Entramos en la quinta sub serie particular de la presente edición, cuarta, de la Serie Nacional de Béisbol sub 23 y Artemisa -por Occidente- y Santiago de Cuba y Camagüey -por el Oriente- prosiguen su andar en la cima de una y otra zonas: los "cazadores" con once victorias en 16 salidas, e indómitos y agramontinos con balance de trece y tres.
Individualmente, en el renglón ofensivo, el artemiseño Johnny Hardy González está por encima de la media al batear 426, con 26 hits, apartado que también encabeza. El hijo de su padre, Lionard Kindelán, ha botado seis pelotas del parque en un evento caracterizado por el poquísimo bateo de largo alcance, y también es primero en impulsadas, 18.
El camagüeyano Leonel Segura es líder del slugging con 672 y en bases robadas sobresale el espirituano Rodoleisi Romero, con nueve estafas.
En cuanto al pitcheo, con 16 entradas o más de actuación, tenemos a Dayron Durán del Habana, quien -aunque presenta balance de una sola victoria ante dos fracasos- posee un promedio de limpias de cero coma 42 y un whip, promedio de embasados, de 0.88, en ambos casos numeritos excepcionales.
También en esos aspectos andan muy bien Geonel Jiménez de Artemisa, tres triunfos en tres salidas; 0.47 de limpias y 0.69 de whip y los camagüeyanos Dariel Góngora Y Yariel Rodríguez con siete éxitos entre ambos y también promedios de efectividad y whip por debajo de uno.
Como ven, ya la lista de lanzadores no la encabezan los que más ganan sino los que menos embasen por inning y por supuesto, los que menos carreras limpias toleren, aunque para mí, y que me perdonen los estadísticos, las victorias siempre cuentan.
Según las estadísticas que me hace llegar mi querido colega Duanys Hernández, la Serie Sub 23 sigue adoleciendo de buenas performances. Imaginen ustedes que en un total de 128 juegos se han conferido mil cuatro boletos a razón de siete coma 8 pasaportes por partido; los desboles, con 2,7 por juego resultan una cifra escalofriante: en resumen 266 en 128 desafíos.
Y aunque el PCL (promedio de carreras limpias) no asusta tanto, tres coma 3,65, el whip es de 1,45. Olviden aquellos inning de uno-dos y tres a los que algunos de nuestros pitchers nos tenían acostumbrados.
¡Ni qué decir tiene el hablar de la defensa! ¿qué defensa?, podríamos preguntarnos.
373 errores en 128 encuentros: casi tres pifias por partido mientras se batea colectivamente para un paupérrimo 263 y con sólo 82 cuadrangulares; o sea, que el poder ofensivo de largo alcance de la pelota cubana de antaño brilla por su ausencia.
Y créanme, no son solamente fríos números. (Por cierto, actualizados hasta los juegos del jueves). Me he dedicado a ver los choques que trasmite Tele Rebelde, y ¿para qué?. Nos cansamos de decir lo mismo año tras año: venir por el medio en dos strikes sin bola; el pararse a tocar cuando hay que hacerlo y querer batear fuerte, los balks que casi no se veían y ahora son recurrentes, el mal corrido de las bases, el tirar a la base que no es, las protestas innecesarias...
Esto se une a los juegos vespertinos, los estadios vacíos y lo que nos proporciona es un dolor en el pecho que vamos directos al Hospital Cardiovascular.
No me cansaré desde este espacio que me permite CiberCuba de gritar: ¡tenemos que salvar nuestro béisbol! Comencemos por fortalecer la base, los resultados vendrán con el tiempo.
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