El reporte aparece en MLBTradeRumors, lo firma Steve Adams y desvela la delgada línea existente entre la gloria y el fracaso. Su lead dice: “El cubano Héctor Olivera firmó un contrato con el equipo Sugar Land Skeeters de la Liga Independiente del Atlántico”.
¿Olivera en una Liga Independiente? ¿Olivera, el mismo jugador que los Dodgers firmaron en 2015 por seis años y 62.5 millones de dólares? ¿Cómo pudo hacer tan rápido ese tránsito hasta convertir su contrato en uno de los más desafortunados de la historia de las Grandes Ligas?
De 32 años, el santiaguero no juega en la MLB desde principios de la temporada 2016, y no precisamente por motivos vinculados con el rendimiento, sino por aquella acusación de agresión física a una mujer que terminó hospitalizada y con visibles moretones.
Dicha historia empezó el 13 de abril de ese año y Olivera fue sentenciado a 90 días de cárcel, aunque solo cumplió 10. De inmediato los Bravos de Atlanta –para los que se desempeñaba como left fielder titular- decidieron prescindir de sus servicios, y pasó a los Padres de San Diego en un canje por Matt Kemp. Estos, a su vez, lo colocaron automáticamente en la lista de liberación incondicional. En un abrir y cerrar de ojos, el hombre se convirtió en “el innombrable”.
Pese a ello, ha seguido recibiendo el dinero derivado del acuerdo con los Dodgers, de manera que las finanzas no son el problema de Héctor Olivera. Su gran dilema es personal, pues muy difícilmente podrá cumplir sus sueños de hacer carrera en Grandes Ligas.
Por eso, porque lo último que se pierde es la esperanza, tratará de brillar en una liga de reputación dudosa. Pero el punto es el siguiente: inclusive si bateara .350 con lideratos en jonrones e impulsadas, ¿habrá algún equipo que se anime a incorporarlo al roster?
Yo lo dudo.
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