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El riesgo de frivolizar un peligro

El problema de Cuba es su incapaz gobierno, nada más; y nada menos.

 © Cartas desde Cuba
Foto © Cartas desde Cuba

Este artículo es de hace 6 años

El gobierno cubano está desconcertado con la reacción norteamericana a su pasividad ante los ataques sufridos por diplomáticos de Estados Unidos en La Habana, y el posterior intento de frivolización de Mariela Castro.

El tardocastrismo es el menos interesado en generar un conflicto con USA, pero algún aliado suyo se la ha jugado delante de sus narices y ha provocado una crisis bilateral innecesaria, pero de graves consecuencias para Cuba, en vísperas de la anunciada jubilación de Raúl Castro.

Bruno Rodríguez debe haber estado torpe como un cerrojo en su reunión con el Secretario de Estado Tillerson, pues la reacción de la Casa Blanca se desencadenó a continuación de la cita bilateral celebrada en Washington, donde su anfitrión debió sentirse molesto con las explicaciones del canciller cubano.

La Habana ha tenido que recurrir a la eficaz y discreta Josefina Vidal, que ya está nombrada embajadora en Canadá, para intentar parar el vendaval norteamericano, que los ha pillado por sorpresa y –en paralelo- ha movilizado a sus activistas cibernéticos para que nos recuerden las consecuencias que traería para “ambos pueblos” una modificación sustancial del deal Obama.

La crisis es tal magnitud que Cuba ha tenido que aceptar la presencia de investigadores del FBI y cooperar con ellos para que averigüen qué pasó, pues la Contrainteligencia cubana ha sido incapaz de detectar, descubrir y parar los ataques o simplemente de enterarse quiénes han sido los agresores sónicos.

Esta incapacidad es consecuencia de la destrucción del Ministerio del Interior en 1989, cuando Raúl Castro aprovechó la crisis del narcotráfico para copar la única parcela de poder que le faltaba controlar en Cuba, logro que no consiguió mientras Ramiro Valdés, Sergio del Valle y José Abrantes fueron ministros del Interior.

Los fracasos operativos desde entonces han sido costosísimos, incluidos los 21 espías, nunca fueron 5, Ana Belén Montes, el matrimonio Myers y ahora los cañonazos sónicos realizados en suelo cubano, circunstancia que genera un precedente de desconfianza entre aliados.

Raúl Castro ha reaccionado tarde y mal al asunto y aunque dijo en persona al entonces embajador USA que Cuba no había sido –y no hay pruebas que indiquen lo contrario- su autoridad como jefe de estado ha quedado tocada por el desafío que implica que un tercero atente contra otro estado en suelo cubano.

Su hija Mariela, que en circunstancias como estas estaría más bonita si se callara, ha protagonizado otras de sus reacciones emocionales en una televisión árabe donde –muy nerviosa- ha tratado de trivializar el tema jugando a la guerra de las galaxias. ¿A quién se le ocurre elegir una televisión árabe –con la que está cayendo- para comentar un incidente grave con USA? Mariela está muy mal asesorada y su locuacidad a destiempo –tolerada por el Buró Político- puede causarle más de un disgusto al gobierno cubano.

El Ministro de Interior, Almirante Gandarilla, Alejandro Castro Espín y los subalternos de ambos deben dimitir o ser cesados porque han incumplido su principal misión que es velar por la seguridad de Cuba y si no dimiten, deben ser cesados inmediatamente por el General-Presidente, abocado a una jubilación amarga.

Raúl Castro ha fracasado en los principales frentes y legado que dejará en febrero próximo a Díaz Canel es una herencia envenenada de pobreza, inmoralidad, y falta de liderazgo porque los militares cubanos –que han protagonizado hazañas en combate- no saben cómo hacer próspera y libre a Cuba.

Tal es el miedo que han impedido por todos los medios posibles la candidatura de ciudadanos independientes a Delegados del Poder Popular, como si en un barrio les fuera la vida y para garantizarse una Asamblea Nacional aburrida como una oveja que refrende cada ocurrencia del generalato; mientras que Díaz Canel careció del valor político necesario para bajarse de la guagüita con cristales oscuros que lo acercó a Santos Suárez, cuando los vecinos protestaban por la falta de luz y agua, tras el paso del huracán Irma, que no pasó por La Habana.

La dependencia de la Isla es hoy mayor que nunca porque se ha juntado el miedo e incapacidad del tardocastrismo con el desastre tardochavista y la economía cubana es un enfermo crónico y terminal, por tanto, todos esos mensajes de supuestos atribulados con las consecuencias que tendrá la decisión de Trump para “ambos pueblos”, pueden ir tranquilizándose porque en USA ningún ciudadano aguarda por la visita de un cubano para poder comer.

El primer territorio libre en América es un erial empobrecido, una pesadilla para la mayoría de sus ciudadanos, engañados y hastiados por una casta minoritaria que ha dejado indefensa a una mayoría cualificada y sufrida, en nombre del socialismo.

La solución de Cuba pasa por la libertad, la riqueza y la justicia social y por una relación de respeto mutuo con USA, que permita a la Isla beneficiarse de la proximidad geográfica de un mercado dinámico donde viven casi dos millones de cubanos, de los que más de la mitad son propietarios de sus viviendas, gracias a su trabajo y ahorro en tierra extraña.

El problema de Cuba es su incapaz gobierno, nada más; y nada menos.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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Carlos Cabrera Pérez

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