Sucedió en 2014, en el suroeste de Inglaterra. Todo era normal para Lisa Leathard, en aquel entonces de 35 años, cuando después de regresar a su casa del trabajo empezó a dolerle el estómago. La agonía duró toda la noche, tanto, que su esposo tuvo que llamar al día siguiente a la ambulancia.
El temor aumentó cuando los paramédicos no pudieron descubrir la causa del dolor, por lo que decidieron derivar a la mujer al hospital de Derriford, donde le indicaron una ecografía. En ese momento llegó la sorpresa: Lisa estaba embarazada y el bebé estaba a punto de nacer.
En la sala de partos, una partera le advirtió de los riesgos del niño. Era un embarazo desconocido y no había forma de saber si había problemas.Todos se prepararon para lo peor.
Menos de una hora después la mujer dio a luz.
“Se llevaron el bebé durante unos 30 segundos y luego lo trajeron de vuelta. Dijeron que Toby (así le pusieron) estaba en perfecto estado, muy saludable; además, por su peso (7.7 libras), creían que había nacido a término”, narró Lisa al Plymouth Herald, diario de su localidad.
Lo más surrealista de todo fue cuando la primeriza madre tuvo que llamar a su trabajo para decir que no podía ir porque había tenido un hijo. La respuesta a la pregunta habitual en estos casos, de cómo nunca notó que estaba embarazada, fue que al estarse mudando de casa y andar tan ocupada, nunca notó ningún síntoma.
“Solo una vez miré para abajo y le comenté a una compañera que mis tobillos estaban muy hinchados, y ella me respondió que la única vez que le pasó fue cuando estaba embarazada, pero eso nunca se me hubiera ocurrido”.
Lisa y su marido, que en aquel entonces tenía 45 años, habían acordado no tener hijos. Sin embargo, tras esa primera experiencia tan curiosa le cogieron el gusto a la paternidad, porque en agosto de 2016 tuvieron un segundo bebé, al que llamaron Noah. Esta vez se enteraron con un tests de embarazo.
“Ser madre es fantástico, los chicos son increíbles”, concluyó la feliz mamá.
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