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Los “gorditos” que dirigen al flaco pueblo de Cuba

No pueden esconderlo: ninguna ropa logra ocultarlo. Son los gorditos que dirigen, sin gota de pudor, a todo un país que por fuerza sigue flaco.

Federico Hernández © La Demajagua
Federico Hernández Foto © La Demajagua

Este artículo es de hace 6 años

Parecía un comercial contra la obesidad y el colesterol.

Aquellos tres humanos con apariencia porcina en caravana por las calles de la ciudad de Manzanillo, retumbando el asfalto bajo sus trescientas libras por cabeza, conformaban una escena de comedia o tragedia, según se mire.

A saber: Federico Hernández, Primer Secretario del PCC en Granma, Calixto Santiesteban, Primer Secretario del PCC en Manzanillo, y Santiago Sobrino, presidente del gobierno en Granma.

Los tres, rollizos, macizos, acompañaban a Miguel Díaz Canel este jueves último en su recorrido por la “Ciudad del Golfo”. Un Díaz Canel a quien, por cierto, también le ha crecido notoriamente su abdomen en los últimos años. Y el rosado de sus mejillas.

Miguel Díaz-Canel

Pero ver, sobre todo, a los jerarcas granmenses y pensar: ¿cómo no se preocupan siquiera estos “cuadros” por ocultar la diferencia tan abismal que existe entre lo que pone en su mesa un cubano cualquiera, y lo que pone otro que, de alguna manera, sea como sea, se encuentra entre chupando las mieles del poder?

Hace un puñado de años el hoy primer secretario municipal, Calixto Santiesteban, era apenas otro flaquito combativo, uno más de camisita sudada y garganta siempre presta para defender a la Revolución. Hoy es el pesadito Calixto. Pesadito, pasadito de peso.

Federico Hernández, máxima autoridad política de Granma, era en 2002 apenas un mulatico que pasaba inadvertido en el Buró Provincial del Partido en Granma. Desde que en 2015 lo nombraran Primer Secretario debe haber aumentado 50 libras como mínimo.

La panza y la papada de Manuel Santiago Sobrino, junto a su peculiar y permanente expresión facial, son personajes populares en Bayamo: se habla de ellos, son objeto de bromas y risas.

Pero en el fondo, los tres sacan a flote la tragicomedia elemental: solo comen bien los que mandan más.

Que alguien ponga, una al lado de la otra, dos fotos del desabrido Bruno Rodríguez Parrilla, por favor. ¿Qué ven? Pues yo veo, primero, a un escuálido cuadro (de rostro casi tan desagradable como Randy Alonso) con su peinadito de raya al medio y sus huesos pomulares bien salientes. Eso, en 2009. No han pasado diez años y hoy Bruno es una foca blanca que no encuentra guayabera capaz de ocultar sus grasas y salvavidas y tejidos adiposos.

Bruno Rodríguez

Marino Murillo, ¡válgame el Señor! “El zar de las reformas” (nadie sabe cuáles, pero así le han apodado fuera de Cuba) podría dar vida a un promo del antes y el después. Solo que esos spots publicitarios suelen mostrar primero la gordura y luego la delgadez. Murillo es un homenaje a la conversión inversa.

Marino Murillo / Granma

Desde que en 2009 Raúl Castro lo nombrara Ministro de Economía, hasta hoy, el hombre de las presuntas reformas ha aumentado cuatro tallas de pantalón, seis de camisa, y ocho de cuello. Es demasiado descarada la metamorfosis.

El recuento podría ser interminable. Esteban Lazo, Lázaro Expósito, ¡hasta tres o cuatro de los Cinco Espías exhiben hoy unas memorables papadas que pesan el doble que el torso completo de Alan Gross!

Lo peor es que en Cuba el peso corporal es síntoma de salud, o de solvencia económica, o de status. Quien come bien tiene plata o poder, y en consecuencia luce “rellenito”.

Los únicos verdaderamente rellenitos son ellos. La grasa los delata. Les delata que para ellos están abiertas las puertas de todas las empresas cárnicas, lácteas y de refrigerios de Cuba. Les delata que los suministros del pueblo aguerrido van a las bodegas o mercados cuando ya ellos, los aguerridos mandamases, han sustraído las mejores y más generosas porciones. La grasa les delata la doble moral, la hipocresía rampante en dirigentes que exigen sacrificios solo a los de abajo. Los que ya lo han sacrificado todo.

Pero las reglas de la frugalidad no se aplican a ellos. No pueden esconderlo: ninguna ropa logra ocultarlo. Son los gorditos que dirigen, sin gota de pudor, a todo un país que por fuerza sigue flaco.

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Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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