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Grettel, Mailén, Emiley: el milagro es tres y es mujer

Cuando se cuente la historia amarga del desastre que enlutó a una isla entera, que nadie olvide a las tres -no dos- mujeres que nos obligaron a tener fe y esperanzas cuando ya a nadie le quedaba de eso adentro.

Mailén Díaz, Grettel Landrove y Emily Sánchez, las únicas tres personas que salieron con vida del infierno del vuelo 0972 © Fotos tomadas del Facebook de las víctimas.
Mailén Díaz, Grettel Landrove y Emily Sánchez, las únicas tres personas que salieron con vida del infierno del vuelo 0972 Foto © Fotos tomadas del Facebook de las víctimas.

Este artículo es de hace 5 años

Cuando aún no sabíamos sus nombres ya sabíamos sus sexos. Sabíamos que eran tres, y que eran mujeres.

Llegaron cuatro cuerpos aún vivos hasta las manos de esos semidioses que por costumbre tienden a presentarse como médicos. Hospitales, se les llama a las únicas iglesias ante las cuales vale la pena arrodillarse.

Llegaron cuatro, pero enseguida el número se hizo flaco: el único hombre que las acompañó en el viaje apocalíptico desde la pradera de humo de Boyeros hasta el Hospital Calixto García, en ambulancias roncas de tanto pitar, perdió la batalla en el segundo uno. Se agotó. Algún beso debe haberles dejado a sus desconocidas compañeras de viaje.

Ellas, las tres, se quedaron.

Hasta ayer, cuando una no pudo más. Peleó por setenta y dos horas, aferrándose a una vida que se le comenzó a escurrir el viernes, ocho minutos después de las 12 del mediodía. Grettel Landrove, linda y frágil como un cisne de polvo -que diría Cortázar- se desgajó del grupo de guerreras feroces que se la han puesto difícil a la muerte. Resistió más allá de lo humanamente posible.

Aunque Grettel perdiera el desafío: fueron tres. Seguirán siendo tres. Mujeres, las tres. Cuando hablemos en el futuro de este episodio inenarrable, la leyenda dirá que el número original de quienes sostuvieron la esperanza en el milagro de la vida fue tres. Y que fue un número femenino.

La ironía es calma y hermosa: en un grupo de 113 personas, con hombres de todas las complexiones físicas, estaturas, reflejos, masas musculares, fueron tres mujeres las únicas que lograran rebelarse ante el sórdido destino que les había reservado el vuelo 0972. Una de las tres le ganó tres días a ese destino. Las otras dos siguen en sus esfuerzos de montañas vivientes.

Las imagino allí postradas, silenciosas. Sus cuerpos una maraña de tubos, cables, esquinas salientes, vendas, plástico y metal, líquidos que ingresan o abandonan sus cavidades. Las puedo ver con solo cerrar los ojos porque, por fatídica desgracia, he tenido a alguien carne de mi carne así, como están ellas hoy. Sé el halo sobrenatural y magnífico que desprende quien lucha por su oxígeno, gane o pierda la partida.

Las pienso y no consigo librarme del simbolismo que les recubre: tres mujeres, carajo. Así que el sexo débil, ¿verdad? Las sobrevivientes de un universo machista, patriarcal, donde los hombres dictamos tendencias y decidimos si ellas deben usar harapos que les cubran los rostros, cuántos días podrán ausentarse de los trabajos para dar a luz, o si pueden abortar o no lo que germinan en sus propios vientres. A veces abusadas. A veces violadas. A veces segregadas.

Y no tres mujeres cualquieras: tres cubanas, herederas de una sociedad caribeña plagada de prejuicios y dogmas. Mujeres, madres, hijas, tías, hermanas, abuelas sin nombre que salvaron sus hogares de la hambruna del ´93 con alquimias impensables, cocinando alimentos que se inventaban soñando o formulando. Cubanas desprotegidas frente a violencias domésticas y maltratos. Otra vez: las débiles, las segundonas, las que no pueden. ¿Verdad?

Tres de esas salieron respirando del infierno. Tres. Dos todavía hoy lo consiguen.

Y yo pienso con amor lo mismo en el chico que murió mezclando sus fibras con las de algún árbol habanero, y quiero soñar que hoy tiene un alma también de árbol frondoso, que en la bebita de nueve meses que se despertó convertida en caballito de mar, muda, linda y libre. Pero esas tres mujeres, las tres, de alguna manera me hablan, nos hablan a todos. Es imposible no escucharlas.

Nos dicen que en medio del horror y la desgracia hay esperanzas, hay alguna forma de aferrarse a lo noble, lo que merece ser salvado y protegido. Las tres mujeres que nacieron con el milagro de la vida en sus vientres nos gritan con voces demasiado robustas, demasiado tersas, unas voces que atraviesan andamios de tubos en sus gargantas y cantan una melodía de fruta, brisa y amor en medio de las plagas y las tragedias.

Si alguien podía encarnar el milagro de sobrevivir al fuego y la furia, tenía que ser mujer. El azar también tiene sus reglas. Y esta vez fueron tres, aunque una de ellas se nos fuera ya a bailar en el viento.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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