Cada cual entiende el fútbol –y el Mundial- como le viene en ganas. Es un derecho que nos asiste a todos. Esta columna sintetiza mis impresiones de cada jornada en la fiesta mayor del deporte más hermoso del mundo.
La jornada
La Península Ibérica se batió en el estadio de Sochi en el primer gran duelo del Mundial –la apuesta de la técnica contra el poder de la velocidad-, y a la postre hubo un empate lleno de sobresaltos donde el nervio y la épica salpicaron el plato con dosis abundantes.
Enfrentado a sus enemigos del FC Barcelona y sus amigos del Real Madrid, CR7 (que hoy fue CR3) tuvo el mejor juego de su vida en esta clase de torneos. Marcó de penalti con esa eficacia alemana que le pone a los cobros desde los doce pasos; navegó con buena suerte gracias al error imprevisible de De Gea; y remató el trabajo con un tiro libre en el que optó por la colocación en detrimento de su tradicional potencia en el disparo. Puro magisterio.
Pese al abrazo final en el score, España enseñó ser un equipo muy superior al lusitano, con un Isco en estado de gracia dirigiendo la orquesta. A La Roja, que no vestía de rojo, le tocaba mostrar hasta dónde se había resentido en lo anímico tras la destitución de Julen Lopetegui, y demostró que la experiencia de su vieja guardia puede resolver las ecuaciones más complejas.
Es más: llegó bajo la lupa con un técnico de estreno (tan inexperto que jamás ha dirigido en Primera División), y debió remontar par de veces la pizarra con los recursos de la posesión, la búsqueda y ese animal de área, Diego Costa. Sufrió a ratos, pero es harto sabido que la historia del fútbol español de selecciones es la historia del sufrimiento puro y duro.
De momento, la vanguardia del grupo le pertenece a Irán. No obstante, el día 20 –con la segunda ronda de compromisos en la llave- llegarán los nuevos propietarios de la casa a poner orden. Ver para creer.
El gol
El primero de Diego Costa, que combinó aspereza, finta y un disparo cruzado digno del PlayStation.
El equipo
España, que debió superar una tormenta para llegar a este debut y hacer tres goles.
La individualidad
Lo que hizo Isco no tiene otra calificación posible que el ‘10’, pues las bisagras de toda España estuvieron en sus piernas durante noventa minutos. Pero el hombre clave del partido fue Cristiano Ronaldo, de cuya parte estuvo la fortuna (como suele ocurrir con los jerarcas) pero también la sangre fría y la capacidad de mando.
El fiasco
David De Gea, que se vistió de Loris Karius y falló un remate de rutina para aprendices de porteros.
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