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A la muerte de Rafael Alcides Pérez

El Gobierno cubano no ha tenido una línea o minuto para informar sobre la muerte del poeta, que repondió al monólogo totalitario con voto de silencio.

El profesor Carlos Lazo abraza al poeta Rafael Alcides (d). © Carlos Lazo / Facebook
El profesor Carlos Lazo abraza al poeta Rafael Alcides (d). Foto © Carlos Lazo / Facebook

Este artículo es de hace 5 años

El gobierno cubano habría filtrado que trabaja en un documento aprobado a principios de año por el Buró Político del Partido Comunista para hacer más ágil a la prensa que paga que, sin embargo, no ha tenido una línea o minuto para informar sobre la muerte de un poeta notable, Rafael Alcides Pérez, que respondió al monólogo totalitario con voto de silencio.

Cubarte publicó una esquela pequeña firmada por Virgilio López Lemus, pero la prensa generalista, a la que tiene acceso la mayoría de la población, de momento, no ha dicho ni "mu".

Las omisiones son una constante en la prensa pagada por el gobierno cubano y no por culpa de los periodistas cubanos –entre los que hay, como en el resto del mundo, buenos profesionales, regulares y canallas- sino del Partido Comunista y su miedo a una información objetiva.

Cuando un sistema político establece zonas de ominoso silencio para los que no se doblegan, no solo manipula la verdad, sino que daña a la nación con esos vaciamientos leninistas, sobre todo, en casos como el de Rafael Alcides Pérez, que fue un hombre decente y serenamente corajudo rechazando los intentos de matarlo con migajas como el Premio Nacional de Literatura, que siempre rechazó en coherencia con su asco ante los tejemanejes liberticidas.

Corresponde a los críticos literarios ponderar el valor de Alcides Pérez como escritor, pero Cuba ha perdido a un poeta que resistió –cívicamente- las embestidas del castrismo y su epílogo con la serenidad de los que se saben condenados a la muerte civil, pero con la alegría de los iluminados por la bondad.

Mal comienzo para la estrategia de Díaz-Canel de pretender dinamizar un sector lleno de buenos profesionales amordazados por la orientación bajada, sobre todo, cuando los filtradores han dicho que un grupo de periodistas escogidos ya conoce el contenido del documento, lo que constituye una discriminación hacia el resto y genera la posibilidad de que ese corito, que vive un poco mejor, intente suavizar la supuesta apertura para conservar sus privilegios y no defender a la revolución, como pretenderán hacernos creer.

Los silencios propinados a Lezama, Virgilio, Antón, César López, Padilla, el grupo El Puente y los autores exiliados se intentaron justificar con el discurso de la resistencia frente al imperio, aunque obedecían más a la dinámica represiva de la dictadura castrista, pero ahora mismo no hay justificación para que haya muerto un creador notable y no se haya informado, sin las alharacas que aguardan a Miguel Barnet, por ejemplo, el día que fallezca, pero informar con una nota sobria, como era Rafael Alcides Pérez.

Ahora mismo no hay justificación para que haya muerto un creador notable y no se haya informado, sin las alharacas que aguardan a Miguel Barnet, por ejemplo, el día que fallezca, pero informar con una nota sobria, como era Rafael Alcides Pérez.

Una parte del tardocastrismo sigue empeñada en tapar el sol con un dedo, sin importarle el daño moral que inflige a la nación el ocultamiento de algo tan normal, aunque desgraciado, como la muerte de un poeta trascendente por su obra y no por su postura política, pues el fallecido asumió una actitud ética, nada más, y así lo reconocieron jóvenes lectores y creadores.

El saturnismo pueril sigue emboscado en la manigua comunista cubana, circunstancia que ya ha generado la rara habilidad en muchos cubanos de leer los mensajes oficiales al revés y en diseñar un país que solo existe en la prensa pagada por el gobierno y el real que vive en las isla descuidada y condenada a sesenta años de silencios innecesarios, pero muy dañinos para Cuba.

Los abundantes exégetas del tardocastrismo ya andan prestos a anunciar las buenas nuevas, imitando a aquellos trompeteros del Palacio Imperial de Addis Abeba, que una vez desayuna Haile Selassie, anunciaban a los cuatro vientos que el resto de gobernantes del mundo podía desayunar, mientras su pueblo vivía en la miseria.

Silenciar a un poeta, encarcelar a un científico con un pretexto baldío y hostigar a los que informan sobre la Cuba que ven, además de torpeza política, reduce a la indigencia cívica de una sociedad ya maltrecha por el miedo, la pobreza y el desencanto.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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