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Evangelismo a la cubana: salvemos al Comunismo, ¿seamos como el Che?

De repente la Iglesia Evangélica cubana, mediante cinco de sus más poderosas ramificaciones, ha dado un portazo en plena cara a quienes desde los años ´90 vieron en sus templos improvisados a aliados en el empeño de construir una Cuba más plural y oxigenante.

Iglesia Evangélica en La Habana, Cuba © Facebook "Liga Evangélica de Cuba"
Iglesia Evangélica en La Habana, Cuba Foto © Facebook "Liga Evangélica de Cuba"

Este artículo es de hace 5 años

En tiempos de una Cuba revuelta y ansiosa la Iglesia Evangélica se ha dado un soberano tiro en el pie. Y vaya tiro. De esos que no se olvidan, incluso entre quienes no tienen implicación en el disparo: los que no son -somos- evangélicos, comunistas u homosexuales. Alcanza con tener algo de memoria y algún sentido de la justicia.

Porque aparecerse en esta Cuba de 2018, a medio camino entre el intento evolutivo y el rancio apego conservadurista, ideológico, marxista, con una furibunda declaración de rechazo contra el matrimonio gay equivale a un error histórico del que difícilmente estos templos religiosos puedan librarse en el futuro. Aunque digan hoy que no les interesa. Aunque citen cierta palabra de Dios como respaldo a sus arbitrios: en el futuro les interesará. La iglesia tiene demasiado de política y diplomacia, alguna vez necesitarán fieles y pueblo. Alguien que marche por ellos. Vivir para ver. Y para desde ahora, recordar.

Las cinco denominaciones evangélicas que hace un puñado de días dejaron boquiabierto a un sector aperturista de la comunidad internacional acaban de cerrar filas con los poderosos, contra los necesitados.

La Liga Evangélica de Cuba, la Convención Bautista de Occidente, la de Oriente, la Iglesia Metodista de Cuba y la Iglesia Evangélica Asamblea de Dios recién firmaron un documento que circuló como manjar exótico y anacrónico por cuanto muro de Facebook o página noticiosa cubana existe en este cibermundo.

Y no es para menos: el documento parte lanzas contra el matrimonio homosexual, traza con tinta y sangre una vez más el rancio concepto de familia (erigida sobre un cromosoma XY y uno XX, macho y hembra, sin más vueltas o inclusiones) y, sobre todo, la guinda del pastel: nos recuerda que la ideología de género nada tiene que ver con los países comunistas. Dicho esto con un tufillo de orgullo insoportable.

En el colmo del disparate, la carta cita a la extinta Unión Soviética, China, Vietnam y Corea del Norte como sus paradigmas en el tema de marras. No, allí no se permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, insinúa el panfleto. Recuérdenlo, compañeros comunistas cubanos.

De repente la Iglesia Evangélica cubana, mediante esas cinco poderosas ramificaciones, ha dado un portazo en plena cara a quienes desde los años ´90 vieron en sus templos improvisados, en esas terrazas diseminadas por toda Cuba, toleradas pero hostigadas, vigiladas, cercadas por el aparato de inteligencia, a aliados en el empeño de construir una Cuba más plural y oxigenante.

Y no me alcanza esta vez con recordar, con similar descaro al empleado por estas cinco facciones, el número secreto pero siempre elevado de homosexuales camuflados que integran esos templos cantarines por todo el país. No me alcanza porque ya es demasiado obvio. Que nadie apunte al catolicismo como propietario único de la doble moral sexual, por favor. No en este siglo de información y escándalos mal enterrados.

Sobre todo porque el summum de la hipocresía es pedirle al gobierno cubano -según ha trascendido también- que les autorice una marcha pública contra el matrimonio homosexual, mientras que esas mismas congregaciones utilizan argumentos de tolerancia y libertad de credo para obligar a los vecinos de sus templos a fumarse noche tras noche sus jolgorios de panderetas y decibeles cristianos.

Vivir junto a una Iglesia Pentecostal es lo más parecido a construirse habitáculo encima de un night-club. Más te vale tener tímpanos y concentración entrenados: o te adaptas o te mudas. Las loas a Dios en los templos abiertos, muchas veces en segundos o terceros pisos, tienen alguna misteriosa relación con los kilovatios de potencia acústica: literalmente aspiran a que el Señor los escuche allá arriba.

Y los vecinos del barrio, los ateos y los agnósticos y los gays y las lesbianas y las federadas y los comunistas, todos, deben digerirse sus cánticos y sus excesos con la misma cuota de civismo conque un no fumador debe tolerar nicotinas ajenas: con paciencia, con amor. El mismo amor al que, evidentemente, los evangélicos cubanos acaban de ponerle fronteras de sexualidad. Una aberración. Llamémosle como es.

En un país donde los religiosos han integrado históricamente el bando desfavorecido, el renglón sospechoso, masticado pero no tragado, exactamente el mismo que los homosexuales, mueve el estómago que ahora planten bandera al lado del comunismo que tan difícil la vida les hizo por décadas para aplastar los derechos de otros. Los derechos de muchos que exhiben con naturalidad y entereza la sexualidad que demasiados evangélicos, admitámoslo, mantienen también pero bajo el manto del secretismo y la omisión.

Yo no sé muchas cosas -diría el español León Felipe-, es verdad, pero sé que una de las máximas del cristianismo moderno, el que ya no incinera infieles, el que evolucionó y que no conquista con espadas sino que intenta llevar consuelo a leprosos y desahuciados, es ponerse justamente al lado de los desfavorecidos. Los menos. Los pocos. Los que necesitan ayuda del tipo que sea, lo mismo con un plato de lentejas que con una palabra de amor y aceptación.

Y en tiempos en que el catolicismo da pasos de gigante, por fin, hacia el destierro de cinismos discriminatorios, y el Papa Francisco habla abiertamente de homosexuales como hijos amados del mismo Dios de los heteros y los veganos y los rockeros y los laicos, en estos mismos tiempos, los evangélicos cubanos piden marchar no porque les den más derechos a ellos sino porque bajo ningún concepto se los den a esos otros. A los que quieren casarse entre ellos tengan los cromosomas que tengan.

Por una vez, alguna institución religiosa cubana ha conseguido lo que se antojaba imposible: lucir más retrógrada que el quorum de señores mayores que todavía sostiene el sartén por el mango en nuestra isla marxista.

Daniel Llanes Quintana, el presidente de la Convención Bautista de Occidente, ha dicho por estos días a varios medios extranjeros que la intención de la carta es “sensibilizar a las autoridades del peligro que puede traer para la nación el matrimonio igualitario”. Ese adalid de Dios ha logrado lo impensable: que a su lado Machado Ventura, por ejemplo, parezca un tierno reformista. Su pavor ante la multiplicidad sexual recuerda las peores bilis del Che Guevara: ahí están, listas para ser leídas, para ser evocadas.

En su Infierno Dante Alighieri lanza una aterradora advertencia que no ha dejado de resonar en los siete siglos que lleva de escrito su poema: “Los confines más oscuros del infierno están reservados para aquellos que eligen mantenerse neutrales en tiempos de crisis moral”.

Si eso es así, no quiero pensar en la habitación reservada entonces para quienes antes que la neutral inmoralidad eligieron, en nombre de Dios, desfavorecer a los ya desfavorecidos. Debe ser otro infierno del que nada prefiero saber.

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Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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