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Jerarquía católica cubana mirando a Nicaragua

La jerarquía católica cubana ha criticado las agresiones de las maras sandinistas contra sus compañeros en Nicaragua, algo que ha evitado con agresiones más cercanas como las que se producen a diario en Cuba.

Iglesia católica en Cuba © Flickr
Iglesia católica en Cuba Foto © Flickr

Este artículo es de hace 5 años

La jerarquía católica cubana ha criticado las agresiones de las maras sandinistas contra sus compañeros en Nicaragua, en una muestra de solidaridad lógica, pero que ha evitado con agresiones más cercanas como las que se producen a diario en Cuba contra los opositores al tardocastrismo y los periodistas independientes.

La cúpula católica nicaragüense ha cosechado parcialmente la agresividad que ahora padece, al haber pactado con Daniel Ortega y Rosario Murillo la simulación mutua, para aumentar su influencia, prestando su ideario a la cochambre ideológica en que se sustenta el orteguismo rosariano.

Algo parecido ha hecho la jerarquía de la iglesia cubana que, con notables excepciones, ha cambiado prudencia ante los atropellos del castrismo, a cambio de aumentar su presencia en la isla, construir nuevos templos y seminario, y acceso selectivo y puntual a la prensa que paga el estado totalitario.

Ernesto Cardenal y otros curas comprometidos con la Teología de la Liberación se olieron la tostada y prefirieron apartarse de aquella trinidad infecta Ovando-Ortega-Alemán, que permitió al comandante millonario y su consorte legitimarse a cambio de favores mutuos; como también hizo una buena parte del Frente Sandinista, incluidos varios fundadores.

El relevo de Benedicto XVI –uno de los teólogos más brillantes, junto con Küng- fue una operación vaticana magistral por miedo al incremento de ovejas descarriadas, pero en muchos sitios fue leída al revés, como si llegara la democracia a la Santa Sede, alegrando a los firmantes del pacto Ortega-Ovando-Alemán y a parte de la dirigencia cubana y del catolicismo cubano.

Conservadores disfrazados de renovadores celebraron el humo blanco en Roma, y Francisco I intentó anotarse méritos en el embullo Obama, cuando solo fueron avisados al final para que calmaran a los católicos cubanos de Miami y no tuvieron protagonismo alguno en el arreglo, aunque siguen intentando parecerlo.

La Iglesia católica cubana tiene la ventaja de que posee una estructura territorial bien implantada en toda la isla y la crisis económica de los 90 llenó las iglesias, sorprendente en un pueblo que suplantó el Sagrado Corazón de Jesús por el Che Guevara, escondió sus creencias y despreció a los curas por maricones, a los que ahora tiende la mano en busca de aspirinas o arroz.

El castrismo y su epílogo, que son poderes conservadores, vieron en la Iglesia Católica un aliado necesario para controlar el rebaño y la cúpula eclesiástica vio una oportunidad de oro para recuperar parte del terreno perdido y pregonar lo que más desean: colegios católicos y acceso a la prensa con normalidad.

Los curas de la Teología de la Liberación vieron claro la jugada y supieron que ya no solo tendrían enfrente a determinadas congregaciones evangélicas matraqueadas por la CIA para operar en el continente, sino que las cúpulas de Cuba y Nicaragua se abrazaban en busca de conservar e incrementar su poder.

En todo este proceso, hay excepciones, como los Obispos Meurice (Santiago de Cuba), Adolfo (Camagüey), Siro (Pinar del Río); el Padre José Conrado o laicos como Oswaldo Payá y Dagoberto Valdés que –sin dejar de ser católicos- han sabido identificar la perversión que implica el matrimonio de conveniencia entre ateos materialistas dialécticos y jerarcas creyentes, unidos por la ambición del poder.

Recientemente, el obispo Serpa (Pinar del Río) visitó a Ariel Ruiz Urquiola en prisión hospitalaria y pidió la revisión de su caso, mostrando buenos reflejos, pues ya lo habían hecho muchos cubanos, incluidos Haldeé Milanés y Silvio Rodríguez.

José Conrado y Valdés, quizá sin tener contacto directo con Gustavo Gutiérrez, Rubem Alves o Pedro Casaldáliga, han sabido mantenerse al lado de las víctimas, de los pobres y han evitado entrar en la dinámica Iglesia-Estado que consiste en no hacerse daño mutuamente y compartir espacios de liderazgo, aunque el convenio llegó tarde porque ya el castrismo había conseguido usar la brujería y otras creencias animistas para contrarrestar a España y la tradición católica cubana, mediante la sublimación del falso sincretismo.

El discurso del sincretismo es otra trampa de la cultura de la pobreza para mantener mendicante y sin pensar a buena parte de la población, que acude a los orishas en busca de lo que no consigue con su trabajo y esfuerzo en una sociedad que prima la lealtad personal a los jefes, sobre la capacidad y el mérito, la simulación frente al debate razonado y el miedo sobre la verdad.

En circunstancias diferentes, las Iglesias católicas de Cuba y Nicaragua pagarían un precio por sus pactos con las dictaduras sandinista y castrista y por no haber tenido siquiera reflejos para percatarse que el tiempo político de sus aliados circunstanciales había caducado, aunque ahora intentan posicionarse de cara al futuro, que de eso el Vaticano sabe.

Aunque no es la principal causa, el papel desempeñado por la jerarquía católica cubana ha escamoteado parcialmente la presencia e influencia en la isla del Partido Demócrata Cristiano, con tradición histórica, estructura organizativa y prestigio ante las instituciones internacionales.

La rebelión de estudiantes en Nicaragua por unas tasas universitarias abusivas, que luego fue secundada por la mayoría de la población pilló por sorpresa a medio mundo, pero resulta especialmente significativo que la Iglesia católica nicaragüense no advirtiera el malestar que gestaba la bronca y mantuviera su maridaje con la pareja presidencial.

En Cuba, la mayoría de la gente ve la Iglesia como una Diplotienda caritativa alterna y con oportunidades parciales de empleo mejor remunerados, muchos viejos revolucionarios han vuelto al redil y andan bautizando a bisnietos y casando a los nietos por la Iglesia; pero nada más.

La isla padece además el déficit de que no existe una corriente formal de Teología de la Liberación y que las iglesias protestantes y evangélicas tienen cúpulas milicianas siempre dispuestas a cantar el O bella ciao.

El catolicismo es refugio, pero no alternativa al comunismo porque ambos son totalitarios y prometen una mejor vida en el más allá, del que nadie ha vuelto aún para contarlo.

Ambas iglesias están abocadas a una profunda renovación de figuras y discurso, lo que no sabemos si aún están a tiempo o ya las sufridas personas las identifican como parte del esquema de dominación del tardocastrismo y su aliado nicaragüense.

El tiempo del tacticismo eclesial está agotado y las personas siguen llenas de agravios y sufrimientos, por mucho que el jubilado Jaime Ortega y la corriente que representa, se empeñen en hacer parábolas de Té, con Caridad Diego Bello, astuta en el manejo de sotanas, en el Comité Central.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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