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Queman vivos a dos hombres en México por un bulo difundido en WhatsApp

Las víctimas eran un estudiante de Derecho de 21 años y su tío, un granjero de 43 años, padre de tres hijas.

Transporte policial donde trasladaron a los acusados, también calcinado. © Captura de video en Youtube/ Excélsior TV
Transporte policial donde trasladaron a los acusados, también calcinado. Foto © Captura de video en Youtube/ Excélsior TV

Este artículo es de hace 5 años

Un falso mensaje difundido en WhatsApp, en el que se alertaba de unos supuestos secuestros de niños, provocó que los vecinos de Acatlán, un municipio del estado mexicano de Puebla, quemaran vivos a dos hombres inocentes.

“Por favor, todos estén alerta porque una plaga de secuestradores de niños entró en el país. Al parecer, estos criminales están involucrados en el tráfico de órganos. En los últimos días desaparecieron niños de 4, 8 y 14 años, y algunos fueron encontrados muertos y con signos de que se les habían extirpado órganos. Sus abdómenes habían sido abiertos y estaban vacíos”, decía el texto que llevaba días circulando por los teléfonos.

El día del linchamiento, el 29 de agosto, los temores y el odio acumulados por los supuestos crímenes, de los que jamás existió denuncia alguna, llegaron a su máximo clímax.

Cuando las dos víctimas estacionaron su camioneta cerca del colegio del pueblo, varios vecinos los abordaron, creyéndoles culpables. Para protegerlos, la Policía los detuvo por “alteración del orden” y los trasladó a la comisaría.

Hasta allí los siguió la turba.

Un hombre llamado Francisco Martínez empezó a transmitir en directo por Facebook, con su celular, todo lo que sucedía.

“Gente de Acatlán de Osorio, Puebla, por favor vengan a mostrar su apoyo. Créanme, los secuestradores están aquí ahora”, arengaba.

Otro, identificado como Manuel, trepó al techo del edificio de la municipalidad, y tocó las campanas para avisar que la Policía quería dejar en libertad a los acusados.

Un tercer hombre, apodado el Paisa, comenzó a llamar por un altavoz a todos los vecinos para que dieran dinero para comprar combustible y quemar a los detenidos.

Poco después, la multitud decidió que tenían que asaltar la comisaría. Ninguno de los argumentos de los policías, que insistían en la inocencia de los detenidos, hizo a la gente cambiar de opinión. Rompieron la reja y arrastraron fuera a los supuestos criminales.

Luego de una salvaje golpiza, les prendieron fuego. Mientras, el público levantaba sus celulares para grabar lo que pasaba. Después, quemaron también la patrulla en la que la Policía los había arfrestado. El odio fue tal que la gente permaneció junto a los cadáveres durante las dos horas siguientes, hasta que los fiscales estatales llegaron desde Puebla.

Las víctimas eran Ricardo Flores, de 21 años, estudiante de Derecho. El otro era su tío, Alberto Flores, de 43 años, un granjero padre de tres hijas. Ambos habían ido a comprar material de construcción para terminar un pozo de cemento y habían estacionado su camioneta cerca de una escuela.

Según reporta BBC, cinco personas han sido acusadas de haber instigado el crimen y otras cuatro de haberlo ejecutado. Pero otros dos instigadores y cuatro sospechosos del crimen lograron huir.

El 30 de agosto, al día siguiente del crimen de Acatlán, los habitantes de San Martín Tilcajete, en el estado de Oaxaca, al sur de México, intentaron linchar a un grupo de siete pintores de casas, acusados falsamente de raptar niños. Ese día, la Policía pudo rescatarlos. Tuvieron más suerte que Ricardo y Alberto.

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