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En Twitter, Díaz-Canel es un dictador con pañoleta

Miguel Díaz-Canel ha querido ser Donald Trump con los 140 caracteres. Se queda siempre cojo.

Díaz-Canel, esta semana, en Sancti Spíritus. © Granma.
Díaz-Canel, esta semana, en Sancti Spíritus. Foto © Granma.

Este artículo es de hace 5 años

El escenario es un campo de batalla virtual y está bien definido: las redes sociales nos dan lo que sesenta años de totalitarismo nos quitaron. La posibilidad de ripostar. Las dictaduras ilegalizan la confrontación porque le temen. Quien lo dude, que mire el Twitter de Miguel Díaz-Canel.

El poder cubano y su séquito han entrado tarde al apartado del mundo virtual donde la comunicación es libre. La razón es precisamente esa: que es libre. Si hace casi diez años Yoani Sánchez ya explotaba Twitter como una formidable herramienta de comunicación y ningún representante de la jerarquía cubana marcaba la contrapartida en la red social, es porque al contrario de la bloguera, a ellos sí les quitaba el sueño el juego democrático, de réplicas y contrarréplicas constantes, que se suceden en ese escenario expansivo que ideó el famoso pajarito azul de las redes.

No se sienten en su salsa. No se sienten cómodos. Y se les nota. La asignatura de gobernar con dignidad y altura en internet todavía no llegó al plan de estudio de la “Ñico López”.

Cuando Miguel Díaz-Canel replicó este miércoles a un tuit de la periodista Rosa Miriam Elizalde, dándole la razón en su tesis de que no se debía responder a los “ataques de los extremistas ni a sus mensajes de odio en redes sociales”, nos daba una verdadera golosina a quienes -lo confieso- disfrutamos a morir ese descontrol adolescente que les provoca la democracia de internet.

El gobernante no tiene quién le entienda: él se siente comodísimo reprimiendo la libertad de prensa, por ejemplo en Nueva York; se siente en su salsa censurando la prensa independiente (su discurso filmado a los cuadros del partido, delicatessen para la memoria). Pero no sabe cómo diablos se manejan los asuntos en un Twitter donde sus detractores todo el tiempo le ponen, ay, zancadillas.

Miguel Díaz-Canel ha querido ser Donald Trump con los 140 caracteres. Se queda siempre cojo. En primer lugar porque el presidente norteamericano conoce demasiado bien el juego de las redes sociales, lleva años sacando provecho de ellas, y entiende perfectamente cómo bajo estas reglas el que pierde los papeles, pierde. Trump puede perder los papeles en vivo y en directo pero en el mundo virtual, jamás.

El gris Díaz-Canel no sabe qué rayos es conservar los papeles.

Su infame y famoso tuit llamando “mal nacidos por error” a los cubanos que no le rendimos pleitesía ni integramos su séquito, fue una pérdida de papeles total. Hacía par de días un activista le había sacado de sus casillas en Twitter también: el gobernante respondió que había 60 años de Revolución y más, “aunque te duela y te moleste”. Dediquemos otra carcajada a este momento épico en que un títere mal entrenado se olvida de que es mandatario y acepta la peleíta de patio de escuela con un chico que le confronta.

Ese incidente fue el 29 de diciembre. Un día después, Díaz-Canel estallaba contra los “mal nacidos por error” en un puñado de caracteres para enmarcar y guardar. Una joyita.

Y ahora recién ha llegado su admisión de que debe callar e ignorar críticas. El tonito cortante suena a resentido. Y resentido de secundaria básica. Un dictador con pañoleta roja al cuello: “Gracias, amiga, es cierto este consejo”. Me recordó las máximas de mis amigas de clase en la adolescencia: “Al bagazo poco caso”, dicho con superioridad moral. Una delicia de inmadurez.

Pues bien, los cubanos de medio mundo deberíamos notar el festín servido.

¿No llevamos décadas amordazados, reprimiendo ganas de tener delante a uno o a otro, de soltarles a ráfagas tantas verdades acumuladas luego de la montaña de manipulación? ¿Cuándo fuimos invitados los cubanos “desafectos” a debatir con el dictador cubano, o con alguno de sus soldaditos de guardia pretoriana? ¿Qué cumbre, o asamblea internacional, nos ofreció el chance de decirles libremente y sin censura todo lo que pensamos de ellos, de su sistema y de la desgracia que representan para nuestra historia?

Todo eso nos lo sirve en bandeja Twitter, por primera vez.

Si cada cubano exiliado, emigrado, olvidado en los confines de Frankfurt o de Kentucky, se diera de bruces con la posibilidad de por fin romperle los nervios a un representante de la tiranía cubana, tendríamos un divertido ejército de millones de cubanos que no aceptan el epíteto de “ex cubanos” (lleva carta, Randy Alonso), ni el de “mal nacidos por error”. Sería genial. Un ejército espontáneo, libre, leal solo a sus principios de independencia verdadera, y que por una jodida vez en esta historia oscura supiera cómo esconderle la bola a quienes desde Cuba quieren imponer su farsa, ahora en terreno de internet.

Hace un puñado de días, el ex presidente de la UPEC Tubal Páez hizo un papelazo de apaga y vamos: twitteó que el incendio de Bayamo (ocurrido en 1869) había ocurrido hacía sesenta años. Perucho Figueredo habría tenido 141 años, echa cuentas. Antes, la Asamblea Nacional había protagonizado su papelazo propio, anunciando un cambio de artículo referente al matrimonio gay que Mariela Castro, parlamentaria también, calificó de errado. Están sin nervios.

Según @tubalpaez el incendio de Bayamo de 1869 ocurrió hace 60 años. Foto: CiberCuba.

El reloj TAG-Heuer de $1.750 atormentará a Díaz-Canel en Twitter. Deberá salirle hasta en la sopa. Es nuestro humano deber recordárselo “a cada instante, a toda hora”, con musiquita de Kelvis Ochoa y todo. Eso, y nuestro hashtag #YoVotoNo, nuestra manera de sacarle la lengua a su campañita bochornosa a favor del Sí en el referendo constitucional.

Algo bueno hemos aprendido las víctimas en tantos años de entrenamiento forzoso contra la impotencia: somos más que ellos. Y a juzgar por el espectáculo lamentable que exhiben en Twitter, el ciberespacio ahora mismo sí les importa. Ahí tenemos más músculo que ellos.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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