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Votar NO a la nueva Constitución: mucho mejor que NO votar

El abogado de inmigración Santiago Alpízar, cubanoamericano residente en Miami y co-fundador de la iniciativa "Cuba Represión ID" explica por qué la mejor opción para los cubanos durante el próximo referendo constitucional no es faltar a las urnas: es Votar No.

Santiago Alpízar, abogado de inmigración residente en Miami © CiberCuba
Santiago Alpízar, abogado de inmigración residente en Miami Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 5 años

Votar NO el 24 de febrero es la manera más práctica y eficaz, posiblemente irrepetible, de expresar masivamente el rechazo al totalitarismo comunista en Cuba. Práctica, porque es la alternativa que ofrece la propia boleta del referendo con su casilla para el NO; eficaz porque al marcar NO de forma clara e inequívoca la boleta se torna palpablemente contable.

Cada NO se convierte en estadística opositora perfectamente documentada. Cada NO es un documento de rechazo, oposición y condena. Cada NO será defendible en el conteo que cada colegio viene obligado —por ley— a efectuar al final de la jornada del referendo en presencia de todos los ciudadanos que así lo deseen.

Cada votante de un NO puede exigir que su voto cuente no sólo al colegio donde lo marcó, sino también a la Comisión Nacional Electoral, a los tribunales cubanos en proceso administrativo y de ahí a la comunidad internacional, que solo apoya a opositores militantes organizados en plataformas de lucha cívica que empleen la ley como recurso disidente. Y en este caso es fácil porque el propio régimen ofrece la privacidad íntima del recinto de votación para plasmar la marca segura del NO al comunismo y a la servidumbre, a los Castros y a sus acólitos.

Este momento es casi irrepetible dentro de “La Revolución”. Antes sólo fue posible en 1976, durante la "institucionalización" de esa Revolución que vino a organizar un proceso eleccionario (seleccionario) después de 17 años de consolidación totalitaria al más acabado y clásico estilo del comunismo soviético.

En esa ocasión de apogeo y plenitud revolucionaria, la dictadura cubana logró un éxito fantástico y resonante con la aprobación de un texto constitucional de autocensura y opresión por más del 97.7% de los votantes y asistencia a las urnas del 98%.

Hoy algo así sería imposible incluso con la presencia del "carismático Fidel". La cotidianidad cuenta. Los vejetes que gobiernan en Cuba agotaron hace rato todo su caudal político y credibilidad. Cuba es un país en ruinas, con economía de supervivencia minimalista, sin crecimiento y sin iniciativas o estímulos. En Regla quedó demostrado que la nueva dirigencia no cuenta con base sólida de respaldo y, más importante aún, da las espaldas a la realidad.

La administración caótica y corrupta ha descuidado, por falta de recursos y de inteligencia y sentido común para generarlos, hasta los pilares de la filosofía social de la llamada Revolución: Salud y Educación. Basta echar un vistazo a farmacias y hospitales, así como constatar en los comentarios por Facebook hasta dónde ha declinado la lengua de Cervantes entre cubanos.

Hay una disensión abierta contra el gobierno. Artistas, intelectuales y jóvenes promueven una visión alternativa para la Cuba de mañana por los medios de divulgación y entretenimiento que. Hay mucha gente opuesta al régimen, muchos más de los miles de valientes del Proyecto Varela liderado por Oswaldo Paya y muchos más de los 50 mil que la nueva constitución exige para proponer cambios a ella misma.

¿Por qué abstenerse entonces de participar, si hay poquísimo que arriesgar con ir y marcar NO? Seguidamente un grupo de corajudos, que los hay, irían a diversos colegios para presenciar el conteo, exigir cuentas claras en defensa del NO y llevar esta defensa hasta las últimas consecuencias ante los tribunales. Esto también lo permite la ley cubana.

Proceder conforme a la ley electoral no significa darle legitimidad al gobierno, sino revirarla contra él, pues se vota en contra, tal y como no se da legitimidad al régimen por viajar al exterior y regresar en virtud de su ley migratoria.

El punto estriba en que las leyes del régimen, aunque sean injustas, son las leyes que vigentes, que pueden y deben usarse junto con y además de otras formas de oposición. Revirar la ley es la más cívica de las múltiples maneras de oponerse pacíficamente a un régimen que nos tiene a todos en afrenta y oprobios sumidos.

Todos los actores políticos deben ir el NO en la votación y también por todo lo demás. Como acción política votar NO es mucho mejor que la mera abstención, que NO es acción, sino omisión favorable al statu quo. Se trata de oponerse con voz, no con silencio.

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