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#CiberCubaLeaks no es el enemigo: es la radiografía del enemigo

Libres, no lo éramos tanto. Si unos rufianes disfrazados de empleados de alto nivel documentaban nuestros pasos, equipajes, destinos, en el aeropuerto que todos pagamos y mantenemos, no éramos tan libres ni estábamos tan seguros como pensábamos.

Aeropuerto Internacional de Miami © Wikimedia Commons
Aeropuerto Internacional de Miami Foto © Wikimedia Commons

Este artículo es de hace 4 años

Siempre lo supimos. Era un secreto a voces. Que Miami estaba infestado de espías cubanos, que los tentáculos de La Habana habían ido creciendo desde abajo, en silencio, como una mala raíz que se extiende en todas direcciones por el subsuelo, es de lo primero que le advierten a un cubano que recién llega a la capital del sol.

Aprendimos a vivir con la sospecha de que en esta orilla lo único que cambiaba era que no podían hacerte pagar de inmediato. Recalco: de inmediato. A largo plazo, la memoria siniestra del castrismo buscaría pasarte factura de una manera o de otra. Si dejaste familia en Cuba, ni hablar. Eras presa fácil.

Siempre lo supimos, pero ahora no hay a otra parte adónde mirar.

Lo que desde hoy (y hasta una fecha indefinida) CiberCubaLeaks comenzará a revelar, basándonos en documentos confidenciales a los que hemos tenido acceso por un rejuego de azares y destinos digno de un guión de cine, es de una monstruosidad tal que demasiados actores políticos de este conflicto perderán el sueño a partir de hoy. Y no solamente los que pelean por el bando de La Habana.

El espionaje al que hemos sido sometidos los ciudadanos y residentes estadounidenses que pasamos varias veces por año por el Aeropuerto Internacional de Miami me ha desfigurado por completo el simbolismo de este coloso federal. Por primera vez, y esto lo cuento con dolor sincero, fui este lunes al MIA y no me sentí cómodo. Yo llegué por este aeropuerto a los Estados Unidos hace poco menos de nueve años. Desde entonces, y sin intervención mía, mi memoria afectiva le puso una carga de agradecimiento y oxígeno de libertad. Eso inevitablemente ha cambiado.

Libres, no lo éramos tanto. Si unos rufianes disfrazados de empleados de alto nivel documentaban nuestros pasos, equipajes, destinos, no éramos tan libres ni estábamos tan seguros como pensábamos. Si el Aeropuerto Internacional de Miami por el que todos en este condado hemos pagado impuestos, y del que recibimos ganancias que pasan los 30 billones de dólares cada año, alberga una red de espionaje altamente sofisticada que informa a la inteligencia cubana de todos nuestros pasos, durante todo este tiempo hemos sido más víctimas del castrismo de lo que pensábamos.

Que alguien me despierte a los políticos de Miami, por favor. Les ha llegado la hora de la verdad.

Porque exigimos explicaciones. Nosotros, los que trabajamos como bestias para dejarnos una tajada infinita en peajes, parqueos, chapas, mantenimientos de parques y mantenimientos de esa arquitectura horizontal, espléndida, que nos entretiene la vista a un costado del Dolphin Expressway, exigimos a quienes nos han representado durante todos estos años y a quienes lo hacen hoy, que nos enseñen de qué madera están hechos ahora que los necesitamos.

Por eso dije antes que no solo quienes llevan el sello socialista encubierto perderán el sueño y los estribos a partir de hoy. No solo el enemigo. También demasiados amigos o supuestos servidores públicos habituados a la representación de sus personajes. La pantomima del poder. Vestirse de defensores de nuestros derechos cada año, enjugarse una lágrima en público denunciando crímenes del castrismo (que nosotros mismos les contamos, porque rara vez nacieron ellos allá, en la candela) y a luchar sus porcientos de la instalación de camaritas de tráfico, contratos de construcción o licencias para grúas remolcadoras de autos.

La inteligencia cubana se ha reído todo este tiempo de ellos, campeones de la libertad, y de nosotros, víctimas en aquella orilla y víctimas en esta, de alguna forma. El espanto de los oficiales entrevistados por nosotros para elaborar el reportaje inicial sobre esta trama de espionaje era indisimulable. Cuando muchos de ellos recién supieron por nosotros que informes de inteligencia obtenidos en Cuba detallaban los códigos de acceso a cualquier área del edificio, y que incluso los sellos holográficos podrían estar comprometidos, no pudieron ocultar una reacción de horror.

“Si tienen esos códigos, si han copiado los sellos holográficos, si tienen acceso a la zona de carga significa que tienen acceso al aeropuerto entero”, resumió Emilio González, director del MIA entre 2013 y 2017.

Pues sí han tenido acceso al aeropuerto entero, y con este, a la información de cualquiera de los más de 45 millones de pasajeros que llegaron o se fueron desde allí en 2018, por ejemplo. La inteligencia cubana ha podrido los sistemas de seguridad del tercer aeropuerto con más tráfico internacional de Estados Unidos, y por supuesto, el aeropuerto por el que han llegado o se han ido los exiliados cubanos durante todos estos años.

Es una desgracia. Es una tragedia de proporciones colosales.

Si alguna vez te preguntaste cómo diablos los esbirros de Fidel Castro estaban esperando en cualquier aeropuerto del país al más insignificante balsero que intentaba entrar de regreso a su país, y era interceptado antes de que hubiera entregado incluso cualquier documentación, revisa los documentos que acabamos de publicar.

Por ello es tan lamentable la postura que ha tomado de inmediato la actual dirección de nuestro aeropuerto. Y recalco lo de nuestro. La administración actual ha elegido una huida hacia delante en lugar de un examen cauteloso del asunto. Restar mérito a los documentos que están en nuestro poder, aduciendo que no comprometen la seguridad del centro, quizás sugiere un atrincheramiento institucional que de ninguna forma es útil o provechoso.

Esto que hemos bautizado CiberCubaLeaks no intenta ser el enemigo ni de los cubanos, ni de los oficiales o funcionarios que en Estados Unidos intentan hacer su trabajo con el mayor rigor posible. Antes, esto vendría a ser la radiografía, las tripas del verdadero enemigo.

De entrada, ni al director vigente Lester Sola ni a nadie culpamos porque Fidel Castro y la maquinaria que le sobrevive haya preferido invertir en espionaje antes que en alimentos. Es uno de los cuños identitarios de los totalitarismos: sobrevivir a costa de lo que sea.

Y ese lo que sea incluye, por supuesto, tener a un país por seis décadas sumido en la más degradante miseria pero destinar recursos ingentes a bloquear, por ejemplo, señales de transmisiones radiales y televisivas. Implica, también, gastar en espías y tecnología de punta lo que no se gasta en reparación de carreteras para que no sigan muriendo cubanos en accidentes evitables, o en reparación de escuelas para que los techos no caigan sobre nuestros niños.

Pero todo eso es secundario. En 2011, el catalán Alejandro Cao de Benós, esa suerte de folclórico portavoz occidental de la dictadura norcoreana, me dijo telefónicamente que si la hambruna de los ´90 en Corea del Norte fuera cierta, habría estado justificada por la construcción de las armas atómicas que poseen hoy. Es decir: los casi 2 millones de muertos por hambre que reportan organismos internacionales valieron la pena. Esa es la materia de la que están hechas las dictaduras.

Sobre la sangre, el dolor y las esperanzas ahogadas de nuestras familias ha logrado eternizarse en el poder una gerontocracia cubana que para lo único que ha demostrado ingenio y talento es justo para esto: para espiar, penetrar, podrir desde adentro. Como nos dijera el intelectual cubano Carlos Alberto Montaner este lunes: “La sociedad cubana está adosada y sujeta a sus servicios de inteligencia. Ese es el poder real de la isla. Todo el país está en función de ese aparato.”

“Por eso es tan importante la filtración”, concluyó Montaner. Lo mismo pensamos nosotros.

La política estadounidense hacia Cuba ha pecado de naive demasiadas veces. Ya puede darse por burlada oficialmente la intención de Barack Obama de estrechar lazos amistosos con Raúl Castro. Los documentos que nos han deslizado desde la isla no significan que bajo la presidencia demócrata se inició esta trama, desde luego. Pero sí certifican que ni siquiera en momentos de presunta buena voluntad, entre 2015 y 2017, el aparato siniestro cubano detuvo su expansión. Por el contrario: la solidificó.

Los cubanos que no nos resignamos a vivir bajo constante amenaza de una dictadura peligrosa, que secuestra con guante de seda a nuestros familiares y amigos, estaremos expectantes ante las movidas de nuestros oficiales electos esta vez. Todos ellos. Desde el alcalde o representante más local hasta quien tiene la misión de protegernos a todos en el país.

Que no haga falta que los enemigos de la dictadura de paso por el Aeropuerto Internacional de Miami comiencen a perder audición, o a presentar daños cerebrales severos; que no sea necesario empezar a investigar a cigarras o grillos o cualquier exótico insecto que nos acompañe en este exilio de mil sobresaltos, para que se tomen en serio la gravedad de esto que hemos bautizado CiberCubaLeaks y que, honor a la verdad, ojalá nunca hubiera tenido que existir.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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