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El Ministerio con misterio

El MININT de ahora mismo ni siquiera genera ya el temor irracional que provocaba en aquellos años de dureza represiva sin contemplaciones.

Agentes del Ministerio del Interior Foto © Juventud Rebelde

Este artículo es de hace 4 años

Cómo van a acusar a los cubanos de delirio de persecución, si la persecución es un delirio del Estado
Guillermo Cabrera Infante

En “Mapa dibujado por un espía”, novela póstuma de Guillermo Cabrera Infante al cuidado de su viuda Miriam Gómez, el narrador cuenta cómo evita conversaciones comprometidas con sus amigos en El Carmelo de Calzada (barrio habanero de El Vedado) mientras aguarda la decisión del gobierno de autorizarlo a viajar a Bélgica, donde desempeñó un puesto diplomático y desde donde huyó al exilio, tras conseguir sortear los recelos que despertaba en el aparato castrista.

Recientemente, en una de sus escasas entrevistas, el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, dos veces Ministros del Interior, aludió a la selección de cuadros del entonces Partido Socialista Popular (PSP), quienes junto a los miembros más fiables del Departamento de Investigación del Ejército Rebelde (DIER) formaron el embrión del que luego sería el todopoderoso Ministerio del Interior, que hoy cumple 58 años con éxitos y fracasos, como toda obra humana; pero sobresaltado por el inicio de las revelaciones de CiberCuba sobre operaciones secretas en Estados Unidos, con abundante información contrastada que irán saliendo a la luz en próximas entregas.

La escogencia de un grupo de militantes del PSP, vinculados estrechamente a Osvaldo Sánchez, muerto prematuramente por fuego amigo, no fue casual, pues formaban parte del núcleo de agentes y colaboradores del Centro Operativo de la KGB en Cuba, creado por Fabio Grobart, en los años 30 del siglo XX y que encubría sus actividades de espionaje con servicios de protección a cargos del PSP, que no fue efectivo en el caso de Jesús Menéndez Larrondo, líder de los trabajadores azucareros asesinado en Manzanillo.

El grupo del DIER, encabezado por Abelardo Colomé Ibarra, estaba vinculado estrechamente a Raúl Castro Ruz, para el que actuaban de informantes desde la Sierra Maestra y luego en los campamentos de Columbia, Managua y La Cabaña, informando sobre compañeros rebeldes que salían a fiestar de noche y a acostarse con prostitutas, entre otros pecados de la Habana, PM.

El MININT recibió casi de inmediato apoyo logístico y técnico de su homólogo soviético que, avisado por su entonces Centro en La Habana, controló discretamente la salida del yate Granma de Tuxpan, instalando un punto de observación en un paraje cercano. Hasta ahora, nadie ha aclarado como el KGB obtuvo el dato, pero las fuentes posibles son tres: Ñico López o Raúl Castro, policías de Batista reclutados por la gente de Grobart o agentes de Rusia incrustados en el Ministerio de Gobernación de México.

Pero Ramiro Valdés, con su inteligencia campesina, se olió que los métodos soviéticos eran ya muy conocidos por la CIA y el FBI y ordenó discretamente a sus jefes y oficiales que intentaran una escuela propia con métodos que se apartaran, en lo posible, de la norma soviética, y que combinaran la audacia con la economía de recursos, pues la mitificada Seguridad cubana nunca ha dispuesto de muchos recursos para su trabajo, excepto los humanos, en su mayoría gente formada antes de la revolución, a la que luego se fueron añadiendo las nuevas generaciones.

El enfrentamiento con la oposición interna, incluida la guerra del Escambray, y los planes de agresión de una parte del exilio cubano, secundados por gobiernos norteamericanos, incluidos un centenar de atentados contra Fidel Castro Ruz, obligaron al Ministerio del Interior ha convertirse en un escudo eficaz y a tejer una leyenda que pervive hasta nuestros días, en las que se mezcla la admiración, la incredulidad, verdades, medias verdades, mentiras y mitos.

La personalidad de Fidel Castro, reacio a la organización e institucionalización, hasta el extremo de abolir las reuniones del Consejo de Ministros y establecer, de facto, que el gobierno estaba donde estuviera el Primer Ministro, fueron encargando al MININT tareas adicionales que aumentaron su influencia y alcance dentro de la sociedad cubana, pero que interfirieron en la labor de otros ministerios, usurpando parte de sus funciones.

Ramiro Valdés, listo como el hambre y con un nivel notable de lecturas en su formación autodidacta, vio en esa coyuntura un filón de oro para su vocación comercial y creó una red de empresas que generaban ingresos para Cuba, para los propios gastos operativos de su ministerio y privilegios para sus hombres y oficiales por encima de la media cubana, incluidos altos oficiales del MINFAR (ejército).

Unos poderes tan amplios generaron en algunos actitudes de prepotencia y avasallamiento que se trasladaron al habla coloquial cubana: fulano es del Ministerio, sin necesidad de aclarar a qué ministerio se refería de los tantos que había. Estas actitudes contrastaban con la de muchos oficiales y jefes del MININT que consagraron sus vidas a un ideal que, en los casos más dramáticos, les costó la vida en acciones combativas o como consecuencias del desmantelamiento del MININT en 1989, y que ha provocado que muchos deambulen ahora por el inxilio y el exilio con su dolor y frustración a cuestas.

El MININT consiguió infiltrar agentes en la mayoría de las organizaciones opositoras a Castro, fueran pacíficas o violentas, desarticuló la resistencia en El Escambray, protegió eficazmente la vida de Fidel, Raúl Castro y demás dirigentes; neutralizó la actividad de la CIA en Cuba, que entraba vía México porque fue el único país que no rompió relaciones diplomáticas con la isla, organizó la estrategia de Uno, dos, tres muchos Viet Nam como antídoto contra los yanquis y evitó sabotajes contra objetivos económicos, tras las duras experiencias de La Coubre y El Encanto.

Uno de sus momentos de oro fue el otoño de 1976, cuando Castro reveló ante una multitud llorosa en la despedida de duelo a los muertos en el sabotaje al avión de Cubana en Barbados, que la CIA había regalado a un agente suyo en Cuba, un Rolex firmado por Henry Kissinger, entonces Secretario de Estado USA, como reconocimiento a su trabajo. El agente se llamaba Nicolás Sirgado Ross, murió hace unos años en La Habana y su “queme” contribuyó a tapar una falla garrafal del trabajo operativo como fue la voladura del DC-8 arrendado a Canadá y con matrícula de Cubana, despegando de Barbados y en el que murieron 73 personas, incluidos 57 cubanos. El avión nunca ha sido sacado del mar poco profundo que rodea la isla caribeña, otro misterio.

¿Qué falló entonces? Algún día lo sabremos, pero el MININT tenía datos de Inteligencia sobre planes de grupos contrarrevolucionarios que incluían el sabotaje contra aeronaves civiles, embajadas y otros objetivos cubanos en el extranjero. De hecho, en el serial “En silencio ha tenido que ser”, el agente David consigue neutralizar, en Madrid, un paquete explosivo que sería colocado en un avión de Cubana que despegaría hacia La Habana. Una cosa es la ficción y otra la realidad.

Otro fracaso del MININT fue el Orden Interior, en parte propiciado por la doctrina idealista soviética de fortalecer las fronteras: Inmigración, Guardafronteras y Aduana porque lo malo solo podría venir de lejos y lo bueno estaba dentro; lo que provocó la jubilación o traslado a la vida civil, que privó a las fuerzas del orden de personal especializado en Criminalística y Prisiones. “Hemos cambiado al oficial de toda la vida por Rintintin”, solía decir un fundador del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI), aludiendo al uso masivo de técnica canina en la investigación policial. Un antiguo jefe de Cárceles y Prisiones se quejaba discretamente de que los efectivos heredados de la época republicana conocían el lenguaje secreto de los presos y sabían distinguir una hoja de Campana de la marihuana, pero los nuevos ni se enteran si están preparando un plan de fugas delante de sus narices.

El empobrecimiento que el castrismo ha provocado en Cuba y los afanes de la mayoría de los cubanos en vivir lo mejor posible generaron una bolsa negra de proporciones considerables, que se alimentaba de recursos estatales y muchos cuadros y funcionarios se entregan a la dulce vida, haciendo de la corrupción propia y ajena un modus vivendi.

En paralelo y de forma constante, el MININT fue escenario de una pelea a cara de perro entre Ramiro Valdés y Raúl Castro, con el comandante en jefe de árbitro y con José Ramón Machado Ventura actuando de ariete raulista depositando chismes constantes contra Ramiro y su gente en los oídos de Fidel Castro, que acabó sacrificando a Ramiro, aunque luego lo repuso por otro tiempo, y luego impuso, como parte del traspaso de mando, que volviera al Buró Político y al Consejo de Ministros.

El verano y el otoño de 1989 fue la ocasión largamente acariciada por Raúl Castro para apoderarse del MININT, el único eslabón de poder que se le resistía y al que asaltó sin piedad, tras las causas 1 y 2, en la que algunos cuestionaron como no se tomaba igual medida con el Ministro de las FAR, si también subordinados suyos se habían involucrado en actividades de narcotráfico.

José Abrantes Fernández, emigrado económico en 1958 en Chicago; pero que consagró su vida a cuidar la de Fidel Castro, deteriorando su salud cardiovascular en las correrías por Chile, Ecuador y Perú durante las visitas del Comandante en Jefe y durmiendo algunas horas muchas noches en el Mercedes Benz de Z-13 (indicativo del comandante en jefe, en aquella época) era sacrificable, prescindible; pero Raúl Castro, tras solemnizar que “Fidel es nuestro papá”, era intocable y se desvió la atención de la masa estremecida hacia los supuestos negocios de MC, una unidad del MININT que contaba con las bendición del “Jefe”.

Aquella purga, incluidos fusilamientos, fue traumática, incluso en los ámbitos familiares de Raúl y Fidel Castro. El primero por su estrecha relación con el “oficial más indisciplinado y charlatán de las fuerzas armadas,” Arnaldo Ochoa Sánchez y el segundo porque Antonio “Tony” de la Guardia Font había sido como un padre para sus cinco hijos menores, a los que enseño a manejar, a cazar, a montar en bicicletas y compartieron confidencias sobre las primeras novias, incluida una hoy arquitecta compañera de clases de Antonio Castro Soto del Valle, cuyo romance en ciernes encabronó a la dama de Punto Cero, alarmada porque uno de sus hijos se fijara en una mulatica blanconaza que –lógicamente- fue trasladada de escuela.

Si Arnaldo, siendo el más charlatán e indisciplinado había conseguido ser Héroe de la República de Cuba, jefe victorioso de ejércitos en ultramar, aunque luego supimos que sus propuestas combativas eran rechazadas y reelaboradas en La Habana por el Klausewitz tropical y Tony era poco menos que un mercenario aventurero; la nomenklatura y la guara castristas comprendieron que hasta Machado Ventura podría ser fusilado por razones humanitarias y que los hermanos Castro Ruz habían degenerado una revolución plural en una finquita improductiva y saturada de oralidad y puestas en escena engañosas.

Los jefes de la revolución nunca asumieron que era su responsabilidad nombrar y destituir a Ministros del Interior, ni la de convertir a un grupo de policías expertos y valerosos en ladrones; pero Fidel Castro tuvo el feo detalle de comentar que Abrantes lo entretenía y lo hacía perder el tiempo con boberías, o que Ochoa no cooperó durante la investigación, especialmente en la parte referida en las cuentas en el extranjero. ¿Tan importante eran esos fondos?

La victoria pírrica de Raúl Castro apoderándose del juguete ansiado, significó la aniquilación del MININT, la humillación de oficiales y cuadros que nunca habían tenido vínculos con MC, por la natural compartimentación que exige el trabajo operativo, y la destrucción humana de unos hombres que habían asumido los trajines del narcotráfico como una misión más del Alto mando, como hicieron para neutralizar planes de desestabilización, propagación de epidemias o ejecuciones extrajudiciales de desertores y enemigos.

La caída de la ineficaz y poco profesional red Avispa y el descubrimiento de Ana Belén Montes simbolizan el FARINT, como llaman algunos a la amalgama provocada por Raúl Castro y su gente en el antiguo MININT, que hoy no podrá celebrar su 58 cumpleaños porque murió en un atentado provocado y por la espalda en 1989; los que hoy alzarán una copa y mordisquearán una masa de puerco son burócratas de paso, guarecidos bajo el manto del General de Ejército, como estuvieron Furry, Fernández Gondín y Alejandro Castro Espín, ansioso por conocer la próxima revelación de CiberCuba, acción periodística que tanta incomodidad genera en Cuba y en parte de su espejo cóncavo, que es el exilio.

El MININT de ahora mismo ni siquiera genera ya el temor irracional que provocaba en aquellos años de dureza represiva sin contemplaciones, a lomos de Ladas con los cristales calobares, caja 5ta y tres antenas, cuando toda discrepancia era tildada de traición; mientras que ahora no siempre hay gasolina para desplazarse en moto a interrogar a Luz Escobar porque ha osado entrevistar a albergados de uno de los desastres naturales de los últimos años, sino porque el represor del último eslabón de la cadena de mando también vive con angustia y penuria y sabe, porque lo ha visto y oído, que a sus antecesores de poco les sirvió servir a los malos.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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