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Memoria del exilio: Loa a la pasión de hormiga

En 1867, Henrik Ibsen escribió PEER GYNT, cuando no existía, ni se olía, siquiera, la Marvel.

Peer Gynt por Jorge Ferrera. © Cortesía del autor
Peer Gynt por Jorge Ferrera. Foto © Cortesía del autor

Este artículo es de hace 4 años

“Grande o pequeño, todo hombre es poeta, si sabe ver el ideal, más allá de sus actos”. Henrik Ibsen.

Cuando, en 1867, Ibsen escribió PEER GYNT, no existía, ni se olía, siquiera, la Marvel.

Ni ninguna otra de esas demoledoras compañías que generan sueños prefabricados, con el único afán de ganar consumidores voraces - sin pensar, a toda costa y a todo costo - más que espectadores ávidos de fantasías, entremezcladas con útiles, instructivos y/o válidos, conocimientos.

La ficción era, todavía más, a pulso, venía directa en la vena y brotaba de la mano del genial dramaturgo noruego, que inauguró - curiosamente, con un portazo final - una nueva era - mucho más realista - del teatro, a finales del siglo XIX.

Pero, en PEER GYNT, Ibsen parece haberse desprendido y sacado sus más estrafalarios delirios. Eso la convierte en una obra difícil, pues, el nivel de imaginación está demasiado por encima. *

* Lo mismo sucede con una de mis obras favoritas, que es EL PÁJARO AZUL de Maeeterlinck.

Tanto desborde de alucinaciones en PEER GYNT - su obra más ilusoria, o fantasmagórica - contrasta con la mesura e introspección, casi naturalistas, que definen a su pieza más famosa, que es: CASA DE MUÑECAS. *

* La del desaire final de Nora, tirando la puerta y cogiendo carretera.

Quizá, porque el texto original fue concebido más para ser leído, que para ser representado.

De hecho, fue escrita en medio de un viaje - entre Roma, Ischia y Sorrento - y habla, todo el tiempo del transcurso de toda una vida.

Además, es la única de sus piezas dramáticas que fue escrita en verso. Por lo que - a pesar de lo que sus traducciones, de seguro, padecen - lleva en sí el aliento - más bien, perfume - de una sublime, e insólita, poesía.

Tuvo que esperar, así, unos largos once años, para que se representara, por primera vez, en Oslo.

Lo cual, dejó como regalo a la humanidad, además, la hermosísima partitura compuesta por Edvard Grieg, para acompañar, incidentalmente, tamaño acontecimiento. Y la partitura se hizo aún más famosa que la pieza. Que, por las dificultades intrínsecas para su montaje, ha sido una obra bastante relegada y menos vista por el gran público.

Pero, por otro lado - y a lo mejor, por todo lo anterior - se ha convertido en una obsesión de directores el poder llevarla a escena.

En Cuba, hace unos años, tuvimos el coqueteo, del talentosísimo Carlos Díaz - con su tropa de Teatro El Público, en un experimento que, él llamó: “work in progress” - con una versión bastante libre del texto original.

Pero, hasta ahí. Estuvo bien el ensayo, pero, no continuó la experiencia. “La sangre no llegó al río” y todo quedó en una propuesta medio adormecida.

Incluso, trajo otra propuesta a Miami hace poco, que dividió en vagones el texto y hasta la opinión de quienes le aplaudían y quienes le denostaban el empeño.

Otra vez - una vez más - los delirios del más ilustre y famoso de los noruegos, retornaron a la oscuridad en la que, la mayoría del tiempo, han vivido.

Pero, quiso que, allende los mares, otro cubanito* - listo e inquieto, aún más, poseso de un amor, por el arte de las tablas escénicas, que es, a todas sus luces, infinito - empeñarse en vencer, sobre todo, al gigantesco miedo inherente que da una obra, que se resiste, de por sí, a ser interpretada, aunque muchos sueñen con hacerlo.

* Sin chovinismo de ningún tipo y en diminutivo, para recalcar la importancia de lo pequeño.

¡Y sólo!

* Es mucho más difícil crear un solo, que un pas de deux; y un pas de deux, que toda una obra con cuerpo de baile - me aseguró, lógicamente, un gran coreógrafo, hace ya mucho tiempo.

Solito, despacito, suave, suavecito, Jorge Ferrera - para los que lo queremos, de gratis, sólo Jorgito - fue colocando, ladrillo a ladrillo, palabra con movimiento, ideas con devaneos, titubeos, éxtasis, consagraciones, o dislates, en un universo que se trastoca, por original, familiar, al tiempo que increíble. Orgánico, simpático, doloroso, divertido, punzante.

Nada falta, ni sobra, en este espectáculo unipersonal que puede catalogarse, sencilla y llanamente, de divino.

Parece la obra de toda su vida.

A la salida de la función, me quedé a esperarlo. *

* Cosa que no suelo hacer, pues prefiero digerir, a solas, el impacto, o la magnitud, de toda experiencia estética vivida.

Y me contó que era un montaje reciente, que desde hace años se dedica a montarse, él sólo, sus propuestas escénicas.

¡Es un monstruo! - me dije para adentro.

Uno de esos seres que se enganchan a la vida y demandan de ella, con fueros, resolución y persistencias, el espacio, ancho, profundo y válido, para sus principios, afectos, opiniones, pasiones y delirios.

Ya estuvo por Barcelona, en Madrid y vino a Miami.

Atención, Buenos Aires, Guayaquil y La Habana - pues, está invitado al próximo Festival Internacional de Teatro, inminente - no se pierdan esta maravilla de propuesta artística y humana.

Ojalá el resto del mundo se interese en verlo.

Merece ser visto y lo recomiendo, con toda mi alma.

Su persistencia en el gesto, la frase bordada en una dicción, tan clara, que se hace entrañable y combina, a la perfección con el uso de la partitura de Grieg.

Jorgito se monta en Peer Gynt y cabalga aireado, airoso y - al vuelo - lo hace suyo. *

* ¡A pelo suelto y ajeno a los relinchos!

Demostrando en su trote ligero - que tira a abismal - que no hace falta recursos tremendos, o despliegues fastuosos, para echar a bogar la imaginación.

Pero, que, desde la simplicidad perseverante, se desatan, aún más, en la mente de los espectadores, cataratas de emociones, lindos pensamientos y profundas sensaciones.

Te hace reír y llorar, en un santiamén.

Cambia, “de palo pá rumba”, con una desenvoltura pasmosa.

Es teatro de resistencia, *

* Como lo es casi todo el teatro, pero, este más.

Empeño creativo, incansable, incurable, constante.

- ¿Cómo haces? ¿Te ves a un espejo? ¿Te grabas, te filmas? ¿Cuánto tiempo ensayas? ¿Cómo te financias?

Lo acribillé a preguntas. Fue muy amable. Respondió, con paciencia, a cada una de mis interrogantes.

Instante sentido es, en el que dedica sus funciones, a esa actriz cordial que fue Yolandita Ruíz, el alma encantada para muchas generaciones de cubanos. Que llegó a ver la puesta. *

* Que, pudo disfrutar de la apuesta, se podría, también, decir.

Me abrazó amable, incluyéndome en una de las fotos que mandó hacer a otro amigo.

Pero, yo me fui del lugar, * no sé por qué, pensando en la bendita ocasión, en que me encontré, personalmente, con Marcel Marceau - el mimo de los mimos, el alma emblema de la pantomima - no hace mucho, fallecido.

* Maravilloso espacio ARTEFACTUS, ubicado en el culo de Miami y al que su director, Eddy Díaz-Souza, llama “teatro del fin del mundo”.

No mediaron muchas palabras, como es de suponer.

Aunque yo hablase un francés - que, más bien, chapurreaba - con el que entendía y me hacía entender.

Sentí con él, el abrazo a la perseverancia, de la tenacidad callada y sostenida, del heroico silencio que te grita, a la cara, su valía.

Sólo en lo simple hay grandiosidad.

Una vez más, el desafío, osado, de David frente a Goliat, sale triunfante.

Y la hormiguita - haciéndose la mosquita muerta - se jama, con papas, otro elefante.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Juan Carlos Cremata Malberti

Director de cine y guionista cubano. Se graduó en 1986 de Teatrología y Dramaturgia, en el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, posteriormente cursó estudios en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños graduándose en 1990.


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