APP GRATIS

Eduardo del Llano retrata Cuba con Escoba amarga y Cundeamor

Eduardo del Llano retrata las esquinas que duelen en Cuba.

Fotograma del cortometraje Dos veteranos, de Eduardo del Llano © YouTube / Captura de pantalla
Fotograma del cortometraje Dos veteranos, de Eduardo del Llano Foto © YouTube / Captura de pantalla

Este artículo es de hace 4 años

Eduardo del Llano se despidió de Nicanor O'Donell, su cuentero mayor, con un fresco de La Habana, sazonado con Escoba amarga y Cundeamor, que son las señas de identidad más persistentes en su obra, semejante al buen café cubano: Corto, negro y amargo, con azúcar al fondo.

La primera vez que La Habana se oyó en estéreo fue con La luna nona, de Lino Novás Calvo. La segunda nota fue en Alta Fidelidad con Guillermo Cabrera Infante y El testamento del pez de Gastón Baquero; y ahora se oye en Sonido envolvente con Eduardo del Llano, que ha juntado voces, llantos, órdenes, consignas y crujidos típicos de una goleta batida por una Galerna que sopla dólares y pobreza.

A diferencia de Lino, Guillermo y Gastón. Eduardo nunca se ha ido de Cuba. Alli sobrevive, ha escrito,y ha hecho cine en corto y largo metrajes con esa manera suya de contar las esquinas más dolorosas con un toque de humor,evitando piruetas con la pobreza, que siempre es fotogénica y retratando el coro auténtinco y plural que es La Habana tardocastrista, que también se esconde del sol y no existe en el discurso oficial, obsesivo en contar una ciudad de Panglós.

Los cuentos de Nicanor O'Donell son el mejor fresco de La Habana intramuros en la que conviven gente común con pícaros y seres extravagantes. Todos hijos del compromiso y el desencanto. De la gesta y la pesadilla. Del inxilio con ron malembe y del exilio caracol, ese que lleva su casa a cuesta. Una ciudad dibujada en los personajes de Eduardo, que en Dos veteranos interpreta a un mendigo sin voz pero con voto y que bucea en la basura en torno a una sesión de filosofía de barrio con ajedrez, pomo y convicciones, como esa muchacha veloz que grita por su teléfono móvil que no firma contrato porque no le sale del bollo.

Eduardo del Llano ha contado La Habana a la manera de Tolstoi, construyendo una muralla ética en medio de ruinas, oportunismo y extravíos, que son consustanciales a la naturaleza humana, especialmente, en época de crisis. Su literatura y cine ha puesto cara y voz a quienes rara vez encuentran espacio en los medios de comunicación; pero que también aman, sufren y sueñan con que llueva café en el campo; aunque sea con chícharos, ese potaje de andaluces, moros y cubanos.

Y todo ese canto audiovisual y escrito lo ha hecho sin concesiones, huyendo de capillas y prebendas y sin caer en la tentación de congraciarse con ninguna de las dos orillas de la decadencia cubana; esa perversión tan de moda por estos días y ensimismada en el despedazamiento de la nación con francotiradores.

Gracias, Eduardo.

¿Qué opinas?

COMENTAR

Archivado en:

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


¿Tienes algo que reportar?
Escribe a CiberCuba:

editores@cibercuba.com

 +1 786 3965 689


Siguiente artículo:

No hay más noticias que mostrar, visitar Portada