Después de ubicar a Adolfo Luque, Camilo Pascual y Mike Cuéllar en los números 10, 9 y 8 de mi escalafón, respectivamente, la séptima plaza le corresponderá al Misil Aroldis Chapman.
Aroldis Chapman (1988)
Holguín, 6’4”, 212 lbs
Cuando Chapman irrumpió en las Grandes Ligas, enseguida se supo que había llegado un tipo que haría historia con aquella recta endemoniada que condujo a Statcast a crear un filtro personal en sus registros de los lanzamientos más veloces. De un lado estaba el holguinero; del otro, todos los otros pitchers del mejor béisbol del mundo.
Era punto y aparte. Con cada bola rápida alcanzaba los tres dígitos, y los ponches llovían a ambos lados del home plate. Intimidaba como nadie, y salvaba, salvaba, salvaba...
En su expediente cuentan ya seis asistencia al Juego de Estrellas, en su vitrina hay un Premio Rivera y en su dedo, un anillo de la Serie Mundial. Aún le queda historia por hacer, pero con lo que tiene ya puede ser considerado un cerrador de culto.
Algún día, si las lesiones no se ceban en él, rebasará los 400 puntos por concepto de rescate y tendrá espacio entre los diez mejores de la historia. Lejos, sí, de Mariano y Trevor Hoffman, mas por encima de leyendas como Dennis Eckersley, Jonathan Papelbon o Rollie Fingers.
Ese cuento le bastará para dormir todas las noches a sus nietos.
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