Cuando a finales del pasado año, leí la noticia de que otra de las Espectaculares morenas del Caribe fue exaltada al Hall de la Fama del voly universal, la alegría desbordó mi habitual carácter expresivo, porque todo lo bueno que le suceda al deporte cubano colma mis expectativas.
Sin embargo, el nombre de Mirka Francia no era esperado por mí. Con anterioridad, figuras legendarias como Mireyita Luis, Regla Torres, Magaly Carvajal y el extraordinario Eugenio George habían ocupado un lugar en dicho salón y pensé que otros nombres pudieran compartir espacio con ellos teniendo en cuenta que la villaclareña era jugadora de cambio en la época dominada por las Espectaculares Morenas del Caribe.
Me dije entonces que la misión del periodista no era quedarse con dudas y primero, me adentré en la vida profesional de Mirka y luego, por este maravilloso invento que es Internet, contacté con ella, quien tan amable y dispuesta como siempre, accedió a mi entrevista para los lectores de Cibercuba y -créanme- no se equivocaron los miembros del Salón de la Fama y los numerosos votos de los aficionados.
Tras esta última exaltación, con plena justicia, la cubana es ya una inmortal en la sagrada catedral del voleibol mundial que, por cierto, cuenta con 146 premiados de 24 países, según datos del sitio de la FIV.
Mirka Francia se desempeña con igual destreza en la palabra que en el tabloncillo, cuando sus acciones ponían de pie los estadios donde competía por Cuba. Este es un apretado relato de su vida y azares.
Soy hija de Julián Narciso, Ingeniero Químico, y Miriam, trabajadora gastronómica. Somos 5 hermanas, nacidas en Sagua la Grande, fértil tierra de grandes deportistas. Yo vine al mundo el 14 de febrero de 1975.
Mi acercamiento al deporte se remonta al ya algo lejano 1983, en Santa Clara, gracias a Odalys, mi primera maestra del voly, quien nos captó a mi hermana y a mí. Fue así que entramos en la casa del deporte, sólo para muchachas, donde permanecimos un año nada más.
Primero, yo era demasiado pequeña, y segundo, estar internas toda la semana no fue de nuestro agrado. En 1984 matriculo en la escuela primaria de mi barrio pero algo me faltaba: ¡El voleibol! Me había picado el ´bichito´ del deporte de la malla alta y me acerco nuevamente a él, esta vez ingresé en la EIDE ´Héctor Rodríguez´; allí permanecí 3 años.
Mis recuerdos son bien agradables: fui una niña muy vivaz, nunca tranquila ni callada; imagínate que mi sobrenombre era CHISPA. Aprendía con rapidez gracias a mi entrenadora Guillermina y al gran trabajo que en ese entonces se realizaba en la base.
En las competencias escolares, en variadas ocasiones, sobresalía en la ofensiva como mejor atacadora; creo que por esto, con apenas 13 años soy captada para la ESPA Nacional (Escuela de Perfeccionamiento Atlético) en La Habana.
Te puedes imaginar la que se armó en mi casa. Mis padres completamente renuentes a que su niña viajara a la capital y se alejara de su calor.
Mi papá, que había practicado baloncesto y lo dejó para estudiar su ingeniería en la universidad, no se dejaba convencer. No tengo idea de cuántas veces la ex jugadora y después entrenadora Ana Ibis Díaz fue a mi casa para tratar de persuadirlo.
Al final lo consiguió; aún no sé cómo, pero lo hizo. Inicié el curso 1988-1989 en La Habana y nunca olvidaré que Regla Torres (seleccionada la voleibolista del siglo veinte) y yo éramos las más pequeñas del grupo; cursábamos el noveno grado.
Esos inicios ¿te fueron muy difíciles o los asimilaste rápidamente? Separarte de tus padres, de tus hermanas, de tus compañeros y amigos a tan corta edad no debe haber sido fácil.
Por supuesto que no fueron fáciles. Además de todo eso añade que te enfrentas a un mundo nuevo con personas de todas las edades, diferentes métodos de enseñanza, horarios, disciplina, ¡mucho entrenamiento!
Allí comenzó una visión diferente de lo que era hasta aquel momento mi modo de ver el deporte; tienes que madurar rápidamente, ser mucho más responsable, el tiempo no te alcanza.
Eugenio George tuvo en mi carrera deportiva una importancia fundamental. A mi, y a todas, nos enseñó muchísimo, ya sea a nivel técnico como a nivel personal.
Nos convertimos en mujeres responsables, respetables y valientes. Todo esto con el día a día y con mucha exigencia. No faltaron los ´tirones de orejas´, las charlas interminables, las pistas de castigo, las palabras duras, los llantos.
Recuerdo las visitas quincenales de mis padres, comprensibles pues yo no sabía ni peinarme a derechas. Siempre preguntando si la niña adelantaba. Jajaja...
Y también recuerdo las palabras de consuelo de Eugenio que, cada una de ellas, marcaban un hito, una enseñanza, una vivencia y que, a la postre, resultaban fundamentales.
A veces nos decía: a ustedes no las conocen ni a la hora del desayuno en su casa. Nos mirábamos serias, concentradas. Luego del paso del tiempo creo que era un modo suyo para hacernos alguien en la vida.
La corrección en el modo de vestir, de hablar, de comportarnos. ¿Qué te puedo decir del maestro? : Una persona fantástica, incansable y siempre presente; maestro al que todas quisimos… ¡y mucho!
Temprano, desde muy temprano, las más jóvenes nos dimos a conocer en justas foráneas. Siempre la política del cuerpo de dirección encabezado por Eugenio y Ñico Perdomo, fue poder disponer de dos escuadras y que ambas compitieran internacionalmente, se foguearan al unísono, algo que dio sus frutos por tres lustros.
“Asi, a nivel de cadetes, obtuvimos una muy esperada victoria en el Mundial Juvenil de Brasilia. Aquel fue un equipo fabuloso: Marlenis Costa, Regla Torres, Ana Ibis Fernández, Yumilka Ruíz, Taymarys Agüero y yo. Era nuestro primer mundial y nos llevamos el oro, nada menos que en la tierra de las excelentes jugadoras brasileñas.
En el equipo nacional estuve 12 años; fueron muchas las compañeras de equipo como también muchos los años y fines de año juntas, sin poder estar con nuestras familias. Bueno, nosotros éramos familia.
Esa convivencia nos convirtió en hermanas, con su amor y su odio . Ya sabes, allí para hacer equipo entre los mayores tenías que entrenarte duro, ´comerte la pelota´ en los entrenamientos. El nivel súper alto y las compañeras muy exigentes; si no hacías bien el ataque y defensa con la compañera, el día después era un problema encontrar pareja de calentamiento; jugando era un campo de batalla.
Mis inicios fueron como atacadora auxiliar; pero recuerdo que en los entrenamientos me adaptaba bien a la posición de centro, más necesaria en ese momento, pues había muchas atacadoras auxiliares bastante jóvenes y buenas.
Eugenio decide dejarme definitivamente como central. Recuerdo a Jorge Garvey, por aquel entonces tercer entrenador, siempre corrigiéndome; me ayudó mucho, ya que no es un simple cambio, sino un rol diferente.
Rol que asumí y me llevó a ser parte de ese gran equipo que tanto ha dado que hablar: Las Espectaculares morenas del Caribe, ya sabes ganando Juegos Olímpicos y Campeonatos Mundiales así como Panamericanos y Centrocaribeños.
El torneo que más me marcó fue mi primera Olimpíada,Atlanta 96. Parecía ser protagonista de una película; todo era sensacional, increíble la atmósfera que se respiraba, la grandeza del evento es descomunal.
No éramos favoritas, pero… ¿Recuerdas aquel partido contra Brasil? Tú estabas allí. Es algo inolvidable; fue decisivo. Nos puso en la historia, y de un modo u otro, nos llevamos el oro como en otras ocasiones.
Creo que es como todo cuando creas esa mentalidad vencedora y ¿sabes lo que se siente?, tienes que vencer, no lo quieres dejar escapar. Siempre teníamos ese imperioso deseo de ganar…¡y lo hacíamos! ¿Recuerdas la bronca tras concluir el partido?
Nuestro equipo femenino ganó tantos trofeos que, aunque no tuve la oportunidad de jugar como regular, sí aprendí lo que es el sacrificio y la felicidad que se esconde detrás de cada victoria o derrota. Por eso estoy súper agradecida de todo lo que pude aprender en Cuba. Además de entrar en momentos precisos, ya sea para darle un descanso a la regular o para cumplimentar una táctica del entrenador. Todas somos útiles, si no, no fuéramos 12.
Estar presente y ser utilizada como jugadora de cambio en dos versiones olímpicas, la ya mencionada de Atlanta y en Sydney 2000, y otras dos citas del orbe, también monarcas, de Brasil 1994 y Japón 1998, entre otros grandes certámenes como Grand Prix, Torneo los 4 Grandes, Torneo de Montreaux, y tantísimos más, marca mi vida, tanto deportiva como humana.
Competí en cinco torneos NORCECA y dos Juegos Panamericanos, Habana´91 y Mar del Plata´95, y gané el bronce en los de Winnipeg´99.
Mi mejor año fue 1999; en la Copa del Mundo de Japón ganamos invictas en once salidas y yo jugué con regularidad, tras la ausencia de Regla Torres. Fui la mejor bloqueadora en el All star del torneo.
Pero además, en ese año, al jugar en la liga italiana por contrato cubano, conozco a mi actual compañero en la vida, Alberto Spagnolli, con el que contraje matrimonio concluidos los Juegos Olímpicos de Sydney.
Así llegó mi bebé, Daniel, que me motivó a tomar un camino diferente: dejar la selección nacional, no sin un gran pesar; pero para mi iniciaba una nueva forma de vida.
También al equipo le llegaba el lógico cambio generacional y quizás hubiera tenido más posibilidades como jugadora titular, pero la vida me puso otro destino: Trasladarme a Italia, patria de mi esposo.
Tenía 25 años y estaba en buena forma, pero me di tiempo como mamá y, después de dos años de inactividad, decido hacer lo que siempre fue mi pasión: ¡Jugar Voly! Entré como profesional, primero por un breve periodo al Norte Club de Novara; después, en el Club de Perugia, donde tuve la suerte de jugar hasta el 2008 y ganar múltiples títulos nacionales y europeos, junto a maravillosas estrellas.
Estrellas como la ex soviética y luego croata Irina Kirilova , las brasileñas Helia Souza (Fofao) y Waleska de Oliveira, la búlgara Antonina Zetova, mi compatriota Taimarys Agüero, la italiana Simona Gioli y la polaca Dorota Swieniewicz.
Coincidí con tantas compañeras excelentes de equipo que, como pasó en Cuba, terminamos siendo familia; fuimos ganadoras por muchos años. Hacían cambios pero la base era casi siempre la misma.
Jugar tanto junto a ellas, creo que me ayudó muchísimo: Perfeccioné mi técnica y crecí profesionalmente. Reconozco que en mis resultados influyó mucho mi base y el espíritu de sacrificio aprendido con Eugenio George.
Ellas se unían y te inyectaban el buen humor; apenas me veían un poco pasiva, me sacaban lo cubano por todos lados. Tuve la gran oportunidad de encontrar otro excelente preparador y persona, al que estimo mucho, Massimo Barbolini , con el que nuestro equipo de Perugia y, yo en particular, logramos grandes éxitos.
Después de 8 temporadas con el Perugia, me llegó una propuesta de Turquía. Lo pensé un poco pues implicaba nuevos metas y objetivos.
Me decidí, acepté. Allí también me fue de lo mejor con el entrenador italiano Giuseppe Cuccarini que pertenecía a una sociedad súper organizada, compuesta de personas maravillosas.
Con 34 años, después de mi fructífera y larga etapa en Italia, decidí en el 2009, firmar con el Eczacibasi Istanbul, el club de voleibol más laureado de Turquía. Y ¿puedes creerlo? Mantuve mi nivel y resulté la mejor jugadora del plantel, tanto en la liga nacional como en Europa.
En ese debut en el voly turco, mi equipo acabó subcampeón y fui líder anotadora, en servicio y ataque; además, ganamos la corona de la Copa y el premio de mejor anotadora en la fase de grupos de la Champions.
Dos años después, volvimos a ganar el cetro en la Copa, y la Supercopa; mientras que en 2012 materialicé mi sueño de sueño de conquistar el trofeo de Liga, el último que he ganado hasta ahora.
Estuve en Estambul casi 5 años. Te puedo decir que es una ciudad súper caótica con el tráfico, llegar puntual a cada entrenamiento era una odisea; pero, por otro lado, en una bellísima urbe, repleta de personas solidarias, generosas. Del idioma turco no aprendí mucho; demasiado difícil, pero me gustaron mucho sus comidas.
La liga femenina turca de voleibol tiene mucho nivel, intervienen en ella importantes figuras del voly mundial. Se juega bastante; cada tres días estás haciendo maletas, un tren bastante duro de llevar.
Mi amistad con las jugadoras turcas continúa: Esra Gumus, Neslihan, Gulden, entre otras. Formé parte de una sociedad súper estructurada. El voleibol ha crecido mucho en estos últimos años. A los cubanos los aprecian, no sólo como profesionales sino también desde el punto de vista humano.
Jugar profesionalmente requiere de mucha disciplina, necesitas entender que puedes aportar más en el equipo y ser muy exigente contigo misma; soy una persona con determinación.
Hay algo para mí importante. A pesar de ser ciudadana italiana desde el 2004 y hacer méritos para integrar el seleccionado nacional de esa nación europea, nunca quise hacerlo. No quise vestir otra camiseta que no fuera la del país que me vio nacer, y asi reivindiqué mi derecho a representar a Cuba, aún viviendo y jugando en el extranjero.
Entrar en el Hall de la fama es la cumbre del esfuerzo de toda la vida; es dejar un legado a mi hijo, a mi gente. Es recordar mis inicios y lo que hice con posterioridad. Soy feliz y pienso que otras Espectaculares morenas del Caribe también pueden lograr este honor.
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