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Pactos por Cuba

El escenario que dibuja el día después de la pandemia en Cuba no es favorable y creará grandes dificultades para recuperar el nivel de actividad precedente, pero incluso mayores para regresar a la tendencia.

Ciclista en la calle L © CiberCuba
Ciclista en la calle L Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 3 años

El presidente del gobierno social comunista español, formado por dos partidos de izquierda, uno de ellos especial simpatizante del régimen político de La Habana, ha anunciado en el congreso de los diputados su intención de negociar unos nuevos “pactos de la Moncloa”.

Este gran acuerdo entre todas las fuerzas políticas debería servir para hacer frente a un escenario especialmente complejo como el que se vislumbra para la economía y sociedad española después de la crisis sanitaria del COVID19.

Haciendo un poco de historia, los Pactos de la Moncloa, en 1977 durante el primer gobierno de la transición democrática en España presidido por Adolfo Suárez, fueron una apuesta de todos los partidos del espectro político para afrontar una grave crisis económica que se cernía sobre España en aquellas fechas, precisamente como consecuencia de la escasa atención que los gobiernos de años anteriores habían dado a la economía, en detrimento de la política.

El ministro deEeconomía plenipotenciario que llevó a cabo la estrategia económica de los pactos fue Enrique Fuentes Quintana que, arropado por aquella coalición de todos los partidos del espectro ideológico plural, la UCD, al frente del gobierno, fue capaz de sentar en la misma mesa y poner de acuerdo a liberales, socialdemócratas, socialistas, comunistas, nacionalistas, regionalistas, en fin, todo el arco parlamentario español, que se ha mantenido muy similar desde entonces.

Los pactos sirvieron para reforzar los valores del diálogo, la negociación y el consenso, elementos fundamentales de la transición española a la democracia, que sirvieron de baluarte para la elaboración de la constitución que vino después.

En términos de su eficacia, los pactos consiguieron sus objetivos de estabilizar la economía española, introducir reformas tributarias en busca de una mayor equidad, a la vez que el estado asumía la asignación de bienes y servicios que el mercado no suministraba de forma eficiente.

En cierto modo, los pactos cerraron la etapa “desarrollista” de la economía española que arrancó de 1959, y sentaban las bases de la moderna economía española que ha llegado hasta nuestros días.

Desde la perspectiva histórica y estructural, el desempleo fue el principal perjudicado, pero se avanzó en la construcción de un estado de bienestar de primer nivel y conseguir en un plazo relativamente corto la integración de España en la Unión Europea.

Volviendo sobre la pregunta planteada: ¿Son posibles unos pactos similares en Cuba?

Unos, digamos, “Pactos por Cuba”.

Ojalá. El escenario que dibuja el día después de la pandemia en la isla no es favorable y creará grandes dificultades para recuperar el nivel de actividad precedente, pero incluso mayores para regresar a la tendencia.

Los desequilibrios estructurales se van a agrandar en exceso y los márgenes de las políticas públicas no serán holgados, por culpa de las tensiones presupuestarias y financieras.

Si no se atiende al sector cuenta propista, el daño puede ser inmenso. La plataforma hotelera y turística se verá perjudicada por la reducción del turismo internacional. El acceso a los mercados financieros será muy complicado con las remesas cayendo en picado.

La conjunción de amenazas internas y externas abre, sin embargo, una oportunidad: el reconocimiento por el régimen comunista de Díaz-Canel que el diálogo y la negociación con el resto de organizaciones políticas puede servir para superar las dificultades y sentar un escenario para el reconocimiento internacional.

Lo tienen muy fácil, si verdaderamente están en condiciones de hacerlo. Los dirigentes de la oposición democrática pueden, igualmente, realizar un gesto y tender la mano si se produce ese llamamiento sincero a dialogar, sin precondiciones y desideologizando el diálogo.

La voluntad política necesaria, de unos y de otros, para dejar atrás lo que no ha funcionado bien, lo que ha impedido a los cubanos mejorar su nivel de vida y prosperidad y sentarse a hablar.

No cabe la menor duda que una opción de estas características daría a Cuba un reconocimiento internacional inmediato y un punto de partida para un nuevo comienzo. Lo mismo que ocurrió en España en 1977, inaugurando sin duda alguna, la mejor etapa de la historia de la nación.

Sin embargo, por desgracia, veo poco probable que este milagro se produzca en Cuba. Y lo puedo justificar porque desde hace días, en el diario oficial comunista, Granma, se mantienen dos artículos que revelan el rostro oscuro del régimen, y cómo es incapaz de aceptar posiciones alternativas y distintas. El primer artículo se titula “La cultura capitalista descarte humano en tiempos de pandemia” y el segundo otro panfleto titulado, “Cuba. ¿por qué un partido único?

En el primero se lanza todo tipo de ataques contra el capitalismo, desde la obcecación de alguien que no se ha despertado aún de la pesadilla que significa no entender que la economía de mercado libre, con participación mixta del estado y sector privado, no tiene nada que ver con ese “capitalismo” especulador y “descartador”, difícil de encontrar en el mundo real.

Bueno, sí, realmente hay un país en que ese capitalismo salvaje sobrevive, es China, dirigida por un partido comunista, pero con una economía que, casualmente, reproduce buena parte del contenido de este artículo crítico de Granma. Es de suponer que este sea el pensamiento de la línea oficial dirigente del régimen, y si es así, no veo posible entendimiento alguno con socialdemócratas, liberales o democristianos, ni siquiera forzando las posiciones.

El segundo es peor aún. Otro libelo que ataca al sistema pluralista de partidos, bajo la tesis de que los partidos de izquierda suelen enfrentarse entre ellos, lo que facilita el acceso al poder de las coaliciones de derecha y la hegemonía de estos con lo que se pondría fin al proceso revolucionario.

Esta defensa del monopartido, que a la señora Mogherini la llevó a una lamentable confusión durante su visita a Cuba, debe ser igualmente la posición oficial del régimen. De modo que, cerrados a cualquier posición alternativa en lo político y económico, no es fácil observar espacios para el entendimiento, como ocurrió en la etapa de la transición democrática en España cuando se legalizó el partido comunista en plena semana santa.

La reflexión nos lleva a la eterna controversia entre lo conveniente y lo necesario. Un debate que los responsables políticos tienen que afrontar en numerosas ocasiones.

Si los pactos de la Moncloa españoles tienen éxito y el gobierno social comunista los implementa, la sociedad española lo valorará de forma positiva, no quepa la menor duda.

En Cuba, donde el electorado no decide, sino que acata, esta prioridad es innecesaria. Poco importa el diálogo, el consenso y el acuerdo, y así van las cosas.

La salida de la pandemia llevará a más medidas comunistas, más “actualización”, o ese plan estratégico 2030 que anda perdido. Y poco más. Se pierde así una formidable ocasión para cambiar las cosas. Si no lo hacen, que carguen con su conciencia.

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Elías Amor

Economista, Miembro del Consejo del Centro España-Cuba Félix


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