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A la rueda, rueda de plan y Díaz-Canel versus ministro de Economía

Tenemos una oportunidad histórica para despejar trabas que impiden funcionar a la economía cubana.

Miguel Díaz-Canel Bermudez con nasobuco quirúrgico en el Consejo de Ministros © Estudios Revolución
Miguel Díaz-Canel Bermudez con nasobuco quirúrgico en el Consejo de Ministros Foto © Estudios Revolución

Este artículo es de hace 3 años

El gobierno cubano sigue vivaqueando frente a la crisis, pese a que el coronavirus ha convertido en papel mojado el plan de este año y, las indicaciones para 2021, podrían cambiar muy pronto, al ritmo que lleva la crisis económica estructural, solapada temporalmente por la pandemia.

Granma dice que el ajuste del plan de este año se hace para “conducir el país de manera más objetiva y crear las condiciones para su recuperación”.

La sorpresa es que esa recuperación se pretende conseguir, según el ministro de economía, Alejandro Gil, “sobre la base de la reducción de los gastos y distribuyendo entre todos los cubanos la carga en función de salir adelante”.

Si. Hemos leído bien, salir de una grave y profunda recesión; reduciendo gastos.

El ministro no se anduvo por las ramas, y dijo, en un claro aviso a navegantes, “una economía con cero turismo, y arreciamiento del bloqueo, no puede seguir trabajando normalmente y que nada pase”.

Sangre, sudor y lágrimas. Lo mismo que Malmierca hace unos días en la Mesa Redonda, cuando reconoció que estaban repensando las medidas del “período especial”.

Así que, mientras que los distintos países atienden las recomendaciones de organismos internacionales especializados, e incrementan los gastos para atender las necesidades de empresas y familias por la crisis económica, el régimen castrista se nos hace “ultraliberal” en sus planteamientos de corto plazo, y confía el ajuste del plan a la “reducción de gastos”.

Plan ministerial que contradice al presidente Díaz-Canel que, en el mismo foro y a unos metros de Gil Fernández, criticó a los neoliberales y alabó el papel del estado cubano en la crisis. Como dicen nuestros mayores, la recomendación viene de muy cerca, de cerquita.

La revisión del plan se dirige a “proteger las exportaciones, priorizar la producción nacional de alimentos, medicamentos y aseo; intensificar las medidas de ahorro de recursos de todo tipo, no solo los energéticos; y no paralizar la actividad productiva ni la comercialización de recursos básicos” así como atender a “los efectos sobre el ingreso en divisas que tenía Cuba y las afectaciones provocadas por la pandemia en el turismo, los servicios aeroportuarios, las recaudaciones consulares”.

En otras palabras, el conjunto de la economía se tendrá que “ajustar” al nuevo escenario cuando estamos a mitad de ejercicio entre otras importantes actividades, y como dijo el ministro, “no podemos hacer todo lo que teníamos previsto, ni pretender que ninguna actividad económica se afecte. Tenemos obligatoriamente que posponer algunas, ralentizar el ritmo de otras y prepararnos para la recuperación”.

Y esto se quiere hacer “reduciendo y eliminando gastos”. Se supone que se refiere a los gastos del estado, del sector presupuestado, porque no entran en estos planes de ajuste duro, ni la reducción de exportaciones de tabaco, ron, carbón vegetal o los productos biotecnológicos, en los cuales, dice el ministro que “hay que seguir creando reservas para cuando el mercado internacional se estabilice finalmente”.

De modo que el ajuste del plan se basa en una treintena de supuestos, entre los que se citó “potenciar la producción agropecuaria; destinar recursos materiales y financieros en divisas, preferencialmente, para las producciones de arroz, plátano, frijol, maíz, boniato, huevos, carne de cerdo y ganado menor; priorizar la acuicultura y también la producción nacional de alimento animal”. Además, se acordó “no comenzar nuevas inversiones y la parálisis temporal de las que están en fase inicial de ejecución”.

Detrás de estos supuestos es evidente que el gobierno de Cuba sigue sin tener claro que la inversión es la variable fundamental para el funcionamiento de la economía, y que de nada sirve querer aumentar determinadas producciones o atender servicios sociales, sino se materializan esas inversiones antes. Conclusión: Ni lo uno ni lo otro, y un año perdido más.

La reducción de gastos también golpeará a los trabajadores. El ministro advirtió “que se trabaja para tener las menores afectaciones a los trabajadores y la población en general, pero las habrá, pues no se puede distribuir una riqueza que no se ha creado”.

A corto plazo, se anda con medidas como la “reubicación laboral y el trabajo a distancia, y la regulación de la venta de productos alimenticios y de aseo; y el firme objetivo de que no aumenten los precios”. Pero en un contexto como el actual, este castillo de naipes se puede venir abajo en cualquier momento y además por la parte más débil, el trabajador.

En cuanto a las indicaciones para la elaboración del plan y el presupuesto para el año próximo, la referencia a la incertidumbre impuesta por la crisis sanitaria del COVID19 complica notablemente la tarea de los burócratas encargados de la planificación.

Dicho de otro modo, no tienen ni idea de qué hacer, a pesar de las indicaciones que se han ido dando desde hace semanas. Pero se resisten, y claman al unísono, “que aun en las condiciones excepcionales en las que se está trabajando, no podemos abandonar la planificación”.

¿Por qué ministro, no se puede abandonar el plan? ¿Qué lo impide? Si se sabe que la racionalidad económica, bien estudiada en el ámbito de las fuerzas que mueven la microeconomía, dice todo lo contrario.

Son los agentes económicos, empresas, trabajadores, familias, los que con su libertad de elección hacen posible el milagro del equilibrio de los mercados, sin necesidad de la rémora intervencionista del plan.

Ahora tenemos una oportunidad histórica para despejar “trabas” que impiden a la economía funcionar. Esta es una, tal vez la más importante.

Además, si para 2021 no se les ocurre más que seguir “priorizando las exportaciones, las producciones nacionales, la zafra azucarera, el encadenamiento productivo del sector estatal con el no estatal y la inversión extranjera; así como las inversiones que forman parte de los sectores estratégicos, proyectos de desarrollo local, producción local de alimentos”, es decir lo mismo que en 2020, es que no han entendido lo que está pasando en el mundo, y por supuesto en Cuba.

Las transformaciones que se están produciendo y las que vienen dejan completamente obsoleto ese modelo de sustitución de importaciones de signo autárquico que no ha funcionado, porque es contrario a la condición humana.

Vienen cambios en la organización del trabajo, en las nuevas tecnologías, en la movilidad internacional, en las inversiones y comercio exterior. Hay que estar preparados para ello, y contar con empresas fuertes y sólidas, eficientes y viables, bien gestionadas y capaces de generar riqueza.

No hay economía ni futuro sin este escenario competitivo que Cuba debe dejar en manos de las empresas, estatales y privadas. La inteligencia y precisión que quiere Díaz-Canel para la planificación por el estado de la economía depende, y mucho, de que se acierte con este escenario.

Nadie está por reducir el tamaño del estado al mínimo, salvo los que hablan de reducir gastos en un momento como el actual y no hay paradigma neoliberal que defienda esa política suicida en estos momentos. Ya habrá tiempo y ocasión para reducir gastos, cuando se deje atrás la coyuntura que viene.

Los estados están para lo que están y las empresas a lo suyo. Si el gobierno cubano contara con el potencial de la empresa privada, podría preparar mucho mejor el escenario post COVID19 que basándose solo en la actividad de los planificadores.

A la vista del mundo que viene, ya se pueden ir olvidando de los “Lineamientos” de la Conceptualización del Modelo Económico y Social” y de ese plan de desarrollo económico y social 2030 que habían elaborado.

Díaz Canel dijo que “hay que tener valentía y tenemos que hacer las cosas diferentes, haciendo lo mismo no vamos a resolverlo, ni vamos a avanzar más”.

Y yo añado, que hay que hacer las cosas y llevarlas a término. Porque de nada sirve tener buenas ideas y arengar a que se pongan en marcha, si luego las trabas las frenan.

Eso es en lo que hay que trabajar. Se agota el tiempo, su tiempo, señor presidente.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Elías Amor

Economista, Miembro del Consejo del Centro España-Cuba Félix


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