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Colón no tuvo “ni voluntad ni tiempo” para genocidio alguno, afirma un descendiente del Almirante

Cristóbal Colón de Carvajal, vigésimo sucesor del navegante, señala que las fuentes veraces de la Historia están siendo sustituidas por opiniones vertidas en las redes sociales.

Cuadro de Cristóbal Colón y Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosábel © Wikipedia y cortesía del entrevistado
Cuadro de Cristóbal Colón y Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosábel Foto © Wikipedia y cortesía del entrevistado

Este artículo es de hace 3 años

A los habaneros, escuchar “Colón”, a secas, les recuerda de inmediato el sitio al que un día irán a reposar sus propios huesos; a los matanceros, el nombre de un municipio, y a los cubanos todos, al navegante genovés que llegó a la costa norte oriental en octubre de 1492 y se admiró de su belleza.

A Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosábel, marino retirado, le evoca a un familiar: es el vigésimo descendiente del Almirante. La figura histórica ha estado en estos días en el centro de la atención de los medios, con motivo del derribo o la vandalización de varias de sus estatuas en EE.UU., al acusársele de “genocida”.

Sobre este y otros asuntos, Colón de Carvajal, quien reside en Madrid, respondió algunas interrogantes para CiberCuba.

¿Cómo lleva, en lo personal, ser descendiente de una figura que marcó tan extraordinariamente la historia de la humanidad? ¿Cómo fue, en su niñez, despertar a la realidad de contar con este ancestro?

Para mí es un enorme orgullo descender del hombre que llevó a cabo la gesta que el historiador López de Gómara resumió con brillantez: “La mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo crió, es el descubrimiento de Indias; y así las llaman Nuevo Mundo”. Si reflexionamos un poco, veremos que ha sido el hecho más trascendental para la historia de la humanidad, por las repercusiones sociales y económicas que produjo. En el siglo XVI la población mundial tuvo gran desarrollo gracias al intercambio comercial, de alimentos y de animales con el Nuevo Mundo.

Desde mi niñez comencé a convivir con el hecho de ser el descendiente de tan gran hombre, de manera que aquello no afectaba a mis juegos infantiles ni a mi vida diaria, aunque pronto empecé a leer libros juveniles sobre su hazaña. Con el paso del tiempo leí muchas biografías y hoy conozco bastante bien su vida, lo que me ha permitido dar conferencias en universidades y centros culturales.

Es usted el Colón número veinte…

Para explicarlo de manera sencilla diré que, de las numerosas ramas del tronco del árbol de los descendientes colombinos, soy la cabeza de la rama principal. Por ello, llevo los títulos de Almirante y Adelantado Mayor de las Indias, duque de Veragua y marqués de la Jamaica. Fue por herencia de mi padre, pues pasan del primogénito de una generación al siguiente. Estamos en la vigésima generación, por eso, cuando me preguntan, respondo que yo soy el vigésimo Cristóbal Colón.

Colón dijo de Cuba que “era la isla más hermosa que ojos hayan visto”. ¿Tiene algún recuerdo familiar de Cuba o alguna anécdota de alguien cercano a usted?

Efectivamente, Cuba le impresionó por la extraordinaria belleza de su exuberante vegetación. El Almirante la descubrió en el primer viaje por indicación de los indios que viajaron con él desde la pequeña isla de San Salvador. Entonces sólo recorrió la parte oriental de su costa norte. Durante su segundo viaje, tras fundar La Isabela, que fue la primera ciudad del Nuevo Mundo, organizó un viaje exploratorio en el que recorrió la costa meridional, llegando hasta la isla de Pinos, que hoy es Isla Juventud. Le maravilló el bellísimo conjunto de islotes, arrecifes y bancos de arena, al que puso el nombre de Jardines de la Reina.

La familia nunca tuvo relación con Cuba, así que no le puedo referir anécdota alguna.

No muchos cubanos saben que Colón estuvo enterrado en la catedral de La Habana hasta 1899. Hoy, en Sevilla se asegura que sus restos están allí, y otro tanto dicen en Santo Domingo. ¿Cuál de las dos aseveraciones tiene más visos de certeza?

Como bien dice, los restos del Almirante estuvieron en la catedral de La Habana, a donde habían llegado en 1795 y allí permanecieron hasta 1899. En ese momento, aquellos pasaron a la catedral de Sevilla. La controversia comenzó en 1878 cuando, con ocasión de unas obras en el presbiterio de la catedral de Santo Domingo, se encontró una bóveda en la que había una arqueta de plomo con restos humanos. En su exterior tenía inscripciones en las que se leía: “Una parte de los restos del Primer Almirante don Cristoval Colón” (sic). Aquel hallazgo motivó que existan dos supuestos restos de Colón. Hace unos años se hicieron unas pruebas de ADN a los de Sevilla, confirmando su pertenencia al ilustre navegante. A los restos dominicanos no se les ha hecho la prueba, pero pudiera ser que estuvieran divididos entre ambas tumbas.

La acusación más repetida por los populistas contra Colón es la de haber cometido genocidio. ¿Lo cometió?

Es una falsedad. Genocidio es la acción deliberada de asesinar a numerosas personas para conseguir el exterminio de un grupo humano, por razones de raza, cultura, religión o política. Todos lo sabemos muy bien porque hemos asistido a genocidios recientes. El siglo XX ha sido el de los genocidios: purgas de Stalin, genocidio de Ucrania, Holocausto judío, el genocidio armenio, el de Camboya por el régimen de Pol Pot, el de los tutsis de Ruanda, el bosnio de Srebrenica…

El trato de Cristóbal Colón a los indios fue dictado por su moral cristiana, por lo que su actitud fue protectora y de buen trato hacia ellos. En sus escritos hay numerosas manifestaciones en ese sentido. Por otro lado, la mayor parte de su tiempo en el Nuevo Mundo lo dedicó a viajes exploratorios, por lo que estuvo tan solo unos meses en funciones de gobierno, pues fue relevado tempranamente por Francisco de Bobadilla, enviado por los Reyes. Así que ni hubo voluntad ni hubo tiempo para exterminio alguno.

Respecto a la muerte de indios, que la hubo, aunque en número mucho menor de lo que se dijo inicialmente, hoy sabemos que la mayoría fue por las enfermedades que involuntariamente portaron los españoles. Los indios carecían de defensa natural contra ellas, al igual que muchos españoles fallecieron por enfermedades del Nuevo Mundo para las que no estaban preparados.

¿Ha recibido usted reproches durante sus viajes a tierras americanas o, por el contrario, gestos de cercanía y afecto por la figura de su antepasado?

A lo largo de mis viajes por varios países jamás he tenido reproches. Los asistentes a los actos siempre me dieron un trato exquisito, pues eran personas educadas y cultas, que tenían respeto por la Historia. Eran tiempos anteriores a estos que ahora vivimos.

¿A qué atribuye usted tanta ira sobrevenida en algunos sitios hacia una figura que nunca fue tan cuestionada como en la actualidad?

Estamos asistiendo a una manipulación de la Historia como nunca habíamos visto. Hasta ahora, la interpretación de la Historia recaía en los historiadores, que la analizaban dentro de los hechos y costumbres de su época. En la actualidad, debido a la facilidad de acceder a los medios de comunicación y las redes sociales, sus enseñanzas son arrinconadas y sustituidas por opiniones de individuos que nos las presentan para que sea juzgada, con intencionalidad política y manejando criterios actuales. Son discursos trufados de falsedades, muy lejos de la buena fe. No olvidemos lo que la revolución bolivariana busca con ello a lo largo del continente americano. Cualquier revolución tiene su caldo de cultivo en la pobreza y la frustración. Su arma fundamental es el odio que inoculan a los incautos y a los incultos, a quienes manejan.

¿Qué les diría a quienes destruyen estatuas a modo de gesto “corrector” de la Historia?

La fiebre iconoclasta que vivimos arrancó en 2001 con la voladura de los Budas Gigantes de Bamiyán. La destrucción de estatuas es vandalismo puro y una muestra de intransigencia que nos hace retroceder en cuanto al grado de civilización de la sociedad.

Están equivocados quienes piensan que antes de Colón los indios vivían en un paraíso. Hoy sabemos que gran parte de las sociedades indígenas vivían en unas luchas constantes, en las que abundaba la crueldad. A los vencidos se les aplicaba la esclavitud o la muerte en sacrificios rituales. También era frecuente el canibalismo, o el sacrificio de niños y jóvenes de la propia tribu, ofrecidos a los dioses para lograr su favor.

¿Cómo se puede hacer frente a la desinformación? Simplemente aumentando nuestra cultura y siendo conscientes de que hoy circula por las redes sociales mucha información intencionadamente falsa. Ahí está el peligro, pues nos puede arrastrar a la frustración, la indignación y la tristeza, que es realmente lo que buscan esos sembradores de odio. Quien no desee ser manipulado ha de buscar la verdad en las fuentes veraces de la cultura.

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