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Las relaciones entre China y Cuba: sesenta años de montaña rusa

Cuba y China celebran sesenta años de relaciones diplomáticas y la prensa oficialista canta la ópera de Pekín.

Xi Jinping y Fidel Castro © Granma
Xi Jinping y Fidel Castro Foto © Granma

Este artículo es de hace 3 años

Cuba y China celebran sesenta años de relaciones diplomáticas. El órgano oficial del Partido Comunista lo recoge con todo boato en sendos artículos publicados para la ocasión, resaltando la historia común que los une. Pero la historia real no la cuenta Granma.

Para este periódico solo existen las cartas que se intercambiaron los líderes de ambos países y una historia edulcorada típica de la propaganda y desinformación a la que someten a sus lectores.

Raúl Castro escribe al compañero Xi Jinping una carta diciendo que “nuestro país se honra de ser el primero de América Latina y el Caribe que estableció nexos diplomáticos con la Nueva China”.

También le expresó “la más profunda convicción de que las nuevas generaciones darán continuidad al legado imperecedero de estas seis décadas que estamos conmemorando”. Para eso está Miguel Continuidad Canel y los caracoles que guardan del oráculo de la moringa.

Por su parte, Xi destacó “la sólida confianza política mutua, los fructíferos resultados del intercambio en las diversas áreas y el apoyo recíproco en los asuntos internacionales y regionales”. Una serie de logros y abrazos de corta y pega.

Haciendo valer sus poderes adivinatorios sobre el Diloggun castrista, el compañero Xi también consultó el confuciano I-Ching para escribir a su homólogo que “se abren promisorias oportunidades para la amistad cubano-china en el nuevo punto de partida histórico en que nos encontramos”.

Granma dedica páginas a esta babosería y omite ciertos datos esclarecedores de la relación, cuando no tergiversa directamente la historia. No hubiera estado de más refrescar que en 2011 China le condonó la deuda de 6 000 millones de dólares. Un xiexie por lo menos.

El gesto, por otra parte, le abrió las puertas de la región donde la morosa dictadura contaba con amigos encantados de ser clientes del gigante asiático. Según el politólogo Esteban Morales, “esa cancelación pesa más en la relación de ambos gobiernos que la propia ideología política que promulgan”.

En una parte de su artículo laudatorio de la histórica amistad, Granma utiliza el siguiente título: “Lo que pocos saben y casi nadie imagina”. Se podría pensar que en ella se mencionarían otros tiempos en los que la relación no fue tan fluida, ni los lazos tan fraternos. Pero para eso está la prensa mercenaria, no ese faro de la verdad del materialismo histórico. En Granma, bajo ese título, solo se pueden develar secretos de tiempos de la colonia.

Así que, veamos. Efectivamente, se cumplen 60 años de relaciones diplomáticas, y sí, Cuba fue el primer país latinoamericano que estableció relaciones de este tipo con la Nueva China. Formalmente quedaron establecidas el 28 de septiembre, pero fue días antes, el 2 de septiembre, mientras leía enardecido la Declaración de La Habana, que Fidel Castro preguntó a la muchedumbre si deseaba establecer relaciones diplomáticas con la República Popular China.

Prensa Latina lo reseña de esta manera: “Cerca de un millón de cubanos levantaron en alto sus puños y contestaron unánimemente con voces estremecedoras: ¡Sí, sí!”.

Pero, a pesar del entusiasmo, las relaciones cayeron en un período turbulento por culpa de la alianza inmediata que selló Castro con los soviéticos. Toda la gloria del mundo cabe en unas ojivas nucleares, y por entonces Cuba producía el arroz que necesitaba.

El acercamiento a la URSS, por llamarle suavemente, implicó una toma de distancia con China, ya que, por entonces, estos países tenían sus problemillas. La cosa venía de atrás, de la ruptura sino-soviética, como se le llamó a la crisis en las relaciones entre China y la URSS, que comenzó a finales de la década de 1950 y se intensificó durante la siguiente década.

Distintos intereses nacionales y diferentes visiones del marxismo leninismo hicieron que ambos países llegasen a tener hasta enfrentamientos armados, ¿quién lo diría? Mao era partidario de una mayor beligerancia hacia los países capitalistas, mientras los soviéticos orientaron su política hacia una “coexistencia pacífica” con las potencias occidentales.

Mao, con quien estuvo Ernesto Guevara tomando té, acusaba a la URSS de revisionismo, mientras que la ideología extrema del líder chino daba origen a la corriente más delirante y belicosa del comunismo, el “maoísmo”.

Pero, ¿quién se acuerda de aquello? Hay quienes lo recuerdan, porque aquel enfrentamiento entre chinos y soviéticos trajo una fractura más a la Internacional Comunista. Pero Granma no tiene nada que decir al respecto, a pesar de que la ruptura sino-soviética fue uno de los eventos clave de la Guerra Fría.

El caso es que de aquella ruptura y malas relaciones sino-soviéticas, los chinos terminaron acercándose a occidente, en especial a Estados Unidos, porque no podían tener a ambos de enemigos. Así que prefirieron buenas relaciones con los yankees; en 1972, Richard M. Nixon visitó a Mao en Pekín. Eran los tiempos de la diplomacia del ping-pong.

Muerto Mao en 1976, llegó el abuelo Deng Xiaoping con su serie de reformas económicas conocidas como "Reforma y Apertura". Enriquecerse pasó a ser una virtud en la China comunista, pero las relaciones con Rusia siguieron congeladas hasta finales de los años 80. Gorbachov visitó el país en 1989, coincidiendo con las protestas de Tian'anmen.

Disuelta la Unión Soviética en 1991 y abrazando Rusia el capitalismo, desapareció la antigua rivalidad ideológica entre ambas potencias. Sin el veto ya de los soviéticos y en pleno período especial, Fidel Castro visitó China en 1995 y luego en 2003. Siempre de segundo, Raúl lo hizo en 1997, 2005 y 2012, estudiando el modelo chino; y Díaz-Canel en 2013, 2015 y 2018 en su misión de continuidad, mantener la dinastía.

En sus reflexiones de mayo de 2015, el viejo dictador hacía su particular reconstrucción de la historia y sus predicciones para el futuro, y afirmaba que Rusia y China constituían “un escudo poderoso de la paz y la seguridad mundial”. Nuestro derecho a ser marxistas-leninistas, se llamaba su tardía reflexión, sin percatarse que para entonces los cubanos ya no tenían otro derecho que ese.

Pero allá por 1977, un par de años después del primer congreso del PCC y con la sovietización por tubería, Castro no era tan elogioso con los chinos. En conversaciones con la periodista Barbara Walters decía: “Creo que Mao destruyó con los pies lo que hizo con su cabeza durante muchos años. Estoy convencido de eso. Y algún día la gente de China y el Partido Comunista de China tendrán que reconocer eso”. Los chinos lo reconocieron, sí, pero parece que los herederos del viejo dictador no, o lo han olvidado, o vete tú a saber.

Según Castro, Mao cometió dos graves errores: promovió el culto a la personalidad y abusó del gran poder que tenía. “Yo también adquirí ese poder –confesó a la periodista-, pero nunca abusé de él ni lo retuve en mis manos”.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Iván León

Licenciado en periodismo. Máster en Diplomacia y RR.II. por la Escuela Diplomática de Madrid. Máster en RR.II. e Integración Europea por la UAB.


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