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Maradona de mis nostalgias

El Pelusa fue el héroe más grande de mi generación, y por eso no pude detestarlo cuando se puso el uniforme de villano. Sí que dije “qué pena”, pero la gratitud no me dejaba (no me dejó jamás) hundirlo en el pantano de los sentimientos

Maradona © Instagram / Diego Maradona
Maradona Foto © Instagram / Diego Maradona

Este artículo es de hace 3 años

Como si fuera un tiro a bocajarro, la muerte de Maradona me ha cerrado el capítulo de la adolescencia. Quedarán los recuerdos de unos besos, unos cuantos poemas, el jonrón de Marquetti, los conciertos de Silvio..., pero nada pesaba más en mi nostalgia de esa época que las aventuras del enano regordete en aquel México del 86.

Lo estoy viendo ahora mismo. Tengo delante un televisor en blanco y negro y veo cómo le llega la pelota, cómo se lleva a dos ingleses y rebasa la línea central, cómo sigue dribleando los estorbos y hace una diagonal para colarse al área, cómo engaña al venerable Shilton y manda el cuero al fondo de las redes.

Grito. Yo grito como un loco y mi abuela deja de fregar para ver qué carajo le pasa a su nieto en estado de trance. Le digo que fue gol, que Maradona, que Argentina, y ella vuelve al fregado sin entender que yo, este muchacho de apenas 13 años, acabo de contagiarme para siempre con el fútbol.

Pasa el tiempo, pasa el águila que pasa sobre el mar, pero no la memoria de ese día. Una década después, el azar me lo pone delante cuando se rehabilita (o finge rehabilitarse) acá en La Habana, y lo veo dominar el balón con la cabeza, y lo veo hablar de cerca y contestarme unas preguntas, y lo miro a los ojos, conmovido. Él me firma una cuartilla, me pone que “con amor, de Diego 10”, y yo lamento reprimir las ganas de abrazarlo.

El Pelusa fue el héroe más grande de mi generación, y por eso no pude detestarlo cuando se puso el uniforme de villano. Sí que dije “qué pena”, pero la gratitud no me dejaba (no me dejó jamás) hundirlo en el pantano de los sentimientos. Habría podido hacer cosas mucho peores que las que hizo, y de todas maneras yo no podría expulsármelo del alma. ¿O alguien pudo sacarse un amor adolescente alguna vez?

Así pues, aquí estoy, todavía queriéndolo, todavía estremecido, todavía amasando la emoción de aquel gol que es la metáfora perfecta. Y le digo, con Víctor Hugo, adiós. Digo que “gracias, Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas”.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Michel Contreras

Periodista de CiberCuba especializado en béisbol, fútbol y ajedrez.


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