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Adolescente cubano operado del corazón y sin subsidios: "Me dejaron sin chequera"

Alexis (nombre ficticio) es un adolescente cubano que cuando cumplió 8 años tuvo que someterse a una operación a corazón abierto que le salvó la vida. Pero también le ha dejado secuelas incompatibles con el esfuerzo físico y con la inserción laboral. No recibe ningún tipo de ayudas.

Bandera cubana, en una pared ruinosa. (Foto de archivo) © CiberCuba
Bandera cubana, en una pared ruinosa. (Foto de archivo) Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 3 años

Alexis (nombre ficticio porque prefiere mantenerse en el anonimato) es un adolescente cubano que cuando cumplió 8 años tuvo que someterse a una operación a corazón abierto que le salvó la vida. Fue todo un éxito y así consta en recortes de prensa de la época a los que ha tenido acceso CiberCuba. Pero esa intervención quirúrgica también le ha dejado secuelas incompatibles con el esfuerzo físico y con la inserción laboral.

A raíz de sus limitaciones físicas, el Gobierno cubano le prometió una ayuda económica y él se sentó a esperarla. "Al cabo del tiempo vienen a preguntarme: ¿Estás cogiendo la chequera de 250 pesos que te dieron hace no sé cuántos años? Yo no he cobrado un peso. Me dejaron sin chequera", dice.

Desde el Gobierno cubano repiten constantemente que no dejarán a nadie abandonado en medio de la crisis económica y social que vive el país. Alexis sabe lo que es quedarse atrás. Otros cubanos como él sufrirán este año "el fin de los subsidios y las gratuidades indebidas". Ésta es su historia.

La chequera fantasma

Los 250 pesos de la chequera que el Gobierno cubano le prometió a Alexis, debido a su discapacidad física, no le habrían alcanzado para vivir, pero una ayuda es mejor que nada. Al cumplir 14 años, el muchacho recibió una llamada de su abuela, avisándole de que habían ido a su casa unos investigadores, preguntando si aún él estaba cogiendo la chequera. "Si yo no la cogí, alguien la cogió. Así son las cosas de este país", lamenta.

Tras su operación, Alexis asegura que tampoco pudieron disfrutar de la carta de viaje gratis que da el Gobierno a los pacientes que tienen que desplazarse desde Oriente hasta La Habana a las consultas médicas. "Siempre nos decían que no había capacidad o que todos los pasajes estaban vendidos".

A partir de ese momento, comprobó que de la misma manera que el sistema de salud cubano le había salvado la vida en su niñez, la atención médica hacía aguas en su adolescencia.

"Estando en la secundaria me bajó la presión y mi padre me llevó al consultorio más cercano y por no pertenecer a esa zona no me quisieron atender. Tuvimos que ir al de nosotros, que estaba más lejos".

"Como estoy operado del corazón y tengo una insuficiencia aórtica e insuficiencia pulmonar, los catarros se me complican. Mi papá me llevaba a la Colonia (hospital de Camagüey, donde reside actualmente) y nunca había médicos: o estaban de misión o a esa hora (de noche) no había nadie".

"Yo vivía antes en un cuartico chiquitico, sin condiciones. Vivíamos apretados cuatro personas. A raíz de mi operación, me prometieron (desde el Gobierno) darme un frío, una casa, un colchón porque la cama en la que yo dormía no estaba buena y nunca, nunca, nunca me atendieron. Me prometieron y prometieron y nunca me dieron nada. Vinieron trabajadores sociales a mi casa y me prometieron darme trabajo y nunca, nunca lo cumplieron", añade.

"Nunca me dieron la dieta que me correspondía. Mi papá me consiguió que me dieran una de bajo peso. Eso sólo incluía leche. De la libreta sólo cogemos, arroz, huevo, mortadela y, cuando viene, picadillo, siempre malísimo. No sé lo que le meten dentro. Mi mamá lo lava 20, 30 y 50 veces para poder comerlo".

"Mi papá hizo cartas para el Partido, para La Habana, para donde sea mandó cartas. Nunca resolvimos nada. Nos mandaban trabajadores sociales y prometían cosas que nunca hicieron".

"En estos momentos estoy trabajando para el Estado, en una fábrica, porque fui al consultorio y hablé con una doctora para que me hiciera un papel que certifique que yo puedo trabajar. Necesito trabajar y no me aceptan en ningún trabajo por mi cardiopatía. Tuve que hablar con una gente que ya trabajaba ahí para que me ayudara y así es como estoy trabajando", insiste.

Enseguida me empezaron a investigar por el problema mío del corazón. "Fueron a ver a la doctora del consultorio y menos mal que ella les dijo que mi cardiopatía no afectaba en nada y fue así como me dieron el trabajo, que yo sé que no es para mí. Ahí tengo que cerrar puertas de almacenes, que pesan cantidad. Ahí he pasado frío, soporto mosquitos y muchos bichos. Estoy haciendo esfuerzo y me estoy maltratando con las malas noches. Ellos no encontraron para mí un trabajo en una oficina".

"Me gustaba otras carreras pero en las entrevistas siempre me apartaron por mi problema del corazón. En definitiva, soy obrero en refrigeración. Llené plantillas para plantas mecánicas y nunca me contestaron. Me metí en una fábrica de tabaco y me sacaron de ahí por estar operado del corazón. Todo bien los primeros días hasta que me pidieron la baja del Servicio Militar y cuando la entregué y vieron que era operado del corazón, no me quisieron más allá dentro. Mi papá fue al Gobierno, al centro de trabajo y no consiguió que me quedara".

"Después de eso vino una trabajadora social a mi casa y me dijo que me iba a conseguir o una chequera o un trabajo. Ha pasado un año y pico y todavía estoy esperando la chequera o el trabajo", recalca.

"Hoy tenemos casa gracias a mi papá, que también ha sufrido lo suyo. Él trabajaba en un conocido mercado de Santiago de Cuba y llegaron policías vestidos de civil y le robaron la mercancía y todo el dinero que tenía en una gaveta con candado.

Fueron a juicio y ganó la Policía. Dijeron que nunca estuvieron allí.

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Tania Costa

(La Habana, 1973) vive en España. Ha dirigido el periódico español El Faro de Melilla y FaroTV Melilla. Fue jefa de la edición murciana de 20 minutos y asesora de Comunicación de la Vicepresidencia del Gobierno de Murcia (España)


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