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Luis Enrique Padró: “Yo jugué en la época dorada del béisbol cubano”

El hombre de los grandes batazos en la final de la Selectiva de 1992.

 © Cortesía del entrevistado.
Foto © Cortesía del entrevistado.

Este artículo es de hace 3 años

En abril de 1992, los Serranos ganaron uno de los campeonatos más llorados en la capital cuando vencieron a Ciudad Habana en par de juegos celebrados en el Latinoamericano. Los añiles de Jorge Trigoura habían sido votados favoritos en casi todas las boletas, pero la selección oriental se tuvo suficiente fe para desbaratar todos los cálculos.

A la plantilla que dirigía Higinio Vélez no le faltaban cracks, y la enumeración la encabezaban Antonio Pacheco y Orestes Kindelán, esos dos inmortales. Sin embargo, un actor secundario se comió aquel playoff con la voracidad de un gran tiburón blanco. Tan blanco como el apellido heredado de su madre.

Luis Enrique Padró –tal es la gracia del hombre que se robó los titulares- era un cátcher de 1.85 metros y 90 kilogramos. Cuando se habla de los enmascarados indómitos en Series Nacionales, las primeras menciones apuntan a Rolando Meriño, Ramón Hechavarría o Modesto Larduet. Y tiene lógica. Pero a Padró nadie podrá quitarle nunca aquellos episodios heroicos de la primavera del 92.

“¿Qué mejor momento se puede vivir que llegar a un séptimo juego en el Latino, y entre tantos peloteros estelares que teníamos fuera yo el que conectara el cuadrangular con bases llenas en ese primer inning y, para colmo, después diera otro jonrón? El pitcheo de Ciudad Habana era buenísimo con El Duque Hernández, Lázaro de la Torre, el zurdo Osvaldo Fernández, Leonardo Tamayo, Euclides Rojas..., y yo le bateé con solidez. Haber influido tanto en un título ganado por mi equipo es lo más grande que me pasó en el béisbol”.

A la vuelta de los años, ¿cómo te defines en tanto pelotero?

-Me considero un bateador de fuerza que a la hora de vestirse de receptor lo hacía regular, digamos que en la media. Y además poseía un buen brazo. Esa es la realidad. En mi época había unos cuantos receptores de alto rango como Pedro Luis Rodríguez, Albertico Hernández y Juan Manrique. Inclusive cuando empecé en 1982 todavía estaba jugando Juan Castro.

¿Hasta qué punto quedaste insatisfecho por no poder llegar al team Cuba?

-Yo tuve buenos años entre el 90 y el 96. En el año 92, el de la Olimpiada de Barcelona, estuve muy bien, y entonces se manejó la posibilidad de llevarme al entrenamiento del equipo. Pero bueno, había gente como Albertico, Pedro Luis, José Raúl Delgado, Ángel López... Te digo la verdad, no me siento decepcionado porque casi todos esos años yo hice el Cuba B. Por supuesto, habría querido integrar el principal equipo y no hice el grado, pero sabía que había catchers superiores a mí. Estoy complacido solo con saber que jugué con ellos en un tiempo donde en Cuba se jugó una pelota de tanta categoría.

Ejemplifícame eso...

-Mira, nuestro equipo siempre clasificaba a los playoff, y por ejemplo en un primer playoff te tocaba jugar con Granma y enfrentabas a Ciro Silvino Licea, Misael López y Ernesto Guevara Ramos, pero si era contra Holguín veías a Osvaldo Fernández, Oscar Gil, Wilson López y Luis Miguel Rodríguez. Así pasaba casi en todas las provincias. Siempre me acuerdo de aquellos playoff con Villa Clara. Todos los días yo veía a Rolando Arrojo, Eliecer Montes de Oca, José Ramón Riscart... Tremendo. Y claro, nosotros también poníamos a caballos como José Luis Alemán, Luis Tissert, Ormary Romero y Norge Luis Vera.

¿Quiénes fueron los mejores bateadores que viste y los mejores pitchers que enfrentaste?

-Cuando yo ‘quechaba’ y venían al bate gente como Pedro Medina, Luis Giraldo Casanova, Omar Linares..., a esos yo no sabía por dónde les íbamos a lanzar porque siempre le daban a la pelota en el centro. Yo comentaba eso con Pacheco, que esa gente siempre le daba en el medio a la pelota, y él me decía que esos eran peloteros de primer nivel. Uno se agachaba y decía “mi madre, mira quién está ahí”. No por ser contrarios uno podía dejar de admirarlos. Y en cuanto al pitcheo, entre los ochentas y noventas tú ibas a Pinar del Río y te encontrabas enfrente con Faustino Corrales, Omar Ajete, Rogelio García, Julio Romero, Pedro Luis Lazo o José Ariel Contreras, pero en otras provincias igual chocabas con lanzadores de mucha categoría. Creo que yo jugué en la época dorada del béisbol cubano. Esa época no vuelve más.

Hazme un resumen de tu carrera...

-Como te decía, arranqué en el 82 y estuve hasta el 96. Ese año jugué en Japón con el Shidax junto a Ermidelio Urrutia y Lázaro de la Torre, Alfonso Urquiola era el director y Armando Capiró estaba como coach. En general me fue bien, y después me contrataron en Nicaragua en el 97, y en el 98 pasé por Colombia. Luego volví a la pelota cubana en el 99 y Santiago quedó campeón. Fueron 14 temporadas en Cuba con tres títulos en Series Nacionales, además de victorias en Selectivas y Copas Revolución.

¿Quién fue el mejor manager que conociste?

-En mi carrera te diré que tuve dos buenos directores, empezando por Higinio Vélez, que fue quien me abrió las puertas en 1987. Realmente Higinio fue un buen manager. Y el otro fue Frangel Reynaldo, tremenda persona y buen amigo, una gente excepcional. Sin embargo, mi mejor resultado llegó con Higinio.

¿Cuáles son las virtudes que caracterizaban a las Avispas de antaño?

-Era un equipo equipo guerrillero. Un equipo netamente bateador. Nunca se daba por vencido y tenía una constelación de estrellas como son los casos de Pacheco, Kindelán, Gabriel Pierre, Evenecer Godínez, Jorge García, Rey Isaac... Bueno, para qué mencionarte. Y tú sabes que no teníamos mucho pitcheo, pero te repito que bateábamos cantidad. Todo el mundo daba jonrones. Nunca nos daban de favoritos, pero después ganábamos a batazos.

¿Qué diferencias fundamentales ves entre la pelota cubana de entonces y la de ahora?

-A los peloteros de hoy los ves con poca garra y entusiasmo. En cambio, en mi época vivíamos en albergues y no en hoteles, no teníamos guaguas buenas ni la comida de hoy, pero dejábamos la piel en el terreno como decía Carlos Tabares.

¿Sientes que tu provincia ha recompensado tus sacrificios como pelotero?

-Yo tengo que agradecerle mucho a mi provincia. Cuando mi difunta esposa estaba ingresada en el Hospital Clínico Quirúrgico de Santiago de Cuba, acá se portaron muy bien conmigo. Me dieron todas las atenciones que me debían dar, y siempre dieron el paso al frente inclusive cuando la llevé para el Neurológico en La Habana. Por otro lado, vivo en una provincia con muchos campeones olímpicos y mundiales, y en una situación económica como la actual no es fácil atender bien a tantos atletas al mismo tiempo. No tengo queja de la gente que me atiende en la provincia.

¿A qué te dedicas hoy?

-Actualmente soy miembro de la Comisión Provincial de Béisbol en Santiago y participo en todos los entrenamientos del equipo, ayudando en el área de la receptoría. Y también dirijo en provinciales, chequeo juegos, busco talentos... Eso es lo que hicimos y eso es lo que sabemos hacer.

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Michel Contreras

Periodista de CiberCuba especializado en béisbol, fútbol y ajedrez.


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