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Viacrucis felina de Boyeros

Pareciera una alegoría siniestra de La Tremenda Corte.

Gato que no fue maltratado en Boyeros © Facebook / Claudia Rafaela Ortiz Alba
Gato que no fue maltratado en Boyeros Foto © Facebook / Claudia Rafaela Ortiz Alba

Este artículo es de hace 1 año

La muerte en el rodeo de un gato cubano, suplantado por una gata ensacada, deviene sainete trágico con intentos de ocultación, desbaratado por la sagaz periodista Claudia Rafaela Ortiz Alba, regalando -además- una imagen antológica para la hemeroteca cubana: una página del periódico Granma, usada como recoge orines y cacas gatunos, coronada con una foto de Pinocho.

La intención de pasar gata viva por gato muerto se desvaneció nada más abrirse el saco, de donde salió disparada y se trepó a una estantería, muy asustada, obligando a los veterinarios a cerrar a cal y canto la Sala de curaciones de Carlos III y a valorar la opción de sedarla.

Descartadas fracturas y lesiones, los veterinarios comunican la buena nueva a la revista Juventud Técnica, informando que -una vez recuperada del susto- la gata sería puesta en adopción por la privada Asociación Cubana para la Protección de Animales y Plantas (Aniplant), que actúo con sensatez desde que conoció el maltrato y, luego, confirmó la desgraciada muerte.

El gato parece otro, es blanco y negro; perdón, pero no es el mismo, el maltratado tiene patas blancas, alerta la redactora a la directora de la clínica, una mujer que aguardaba por el felino maltratado, desde tempranito, y, en ese momento irrumpen burócratas del Ministerio de Agricultura, asumiendo la evidencia que alguien cambió el gato maltratado por una gata sana y nerviosa.

Una funcionaria de Sanidad Animal cuenta las estaciones del viacrucis gatuno: "autoridades" de la Feria de Boyeros le entregaron el supuesto gato dentro de un saco cerrado, que no abrió por temor a que escapara y, a su vez, los responsables feriales lo habrían recibido de manos del artista/payaso que lo había soltado en la pausa del rodeo para ser cazado a lazo por vaqueros.

Burócratas, veterinarios y periodista viajan de regreso a la clínica en un Van, donde meten la jaula con la gata suplantadora. Pero previo a la maniobra, una clienta de la clínica lanza una pregunta al aire: "¿Se salvó por fin el gatico del vídeo?". La periodista, avergonzada, no consigue evitar un asentimiento de cabeza, pese a que deseaba decir no sé.

La comitiva llega a la feria y comienzan las indagaciones. El payaso no aparece, pero una funcionaria de Agricultura consigue hablar con el director de la Unidad Empresarial Básica (UEB) de Rodeos, que coge la gata y entra en una oficina. La redactora -pese a estar cansada y tener hambre- lograr acceder al despacho del máximo jefe de la feria, Carlos Manuel Ventura Acosta, que insiste en la autenticidad del gato llevado y traído a Carlos III; hasta que reconoce la sucesión de errores.

El artista/payaso implicado es un trabajador por cuenta propia que vino acompañando el equipo de rodeo de Sancti Spíritus. Al acudir a su habitación para analizar el incidente, les entregó el gato que era gata, encerrado en el saco, nadie comprobó nada y era todo cuanto sabía el burócrata, que elogió la actitud del artista, reconociendo su error y pidiendo que no sancionaran a nadie más.

Pero el gato maltratado no era de la feria organizadora ni siquiera del payaso, sino de una señora que le pidió el favor de llevarlo a Sancti Spíritus, a su vuelta, y de la que no se sabe nada, hasta el momento de redactar esta crónica.

El artista/payaso que lanzó al gato a la arena "fue separado de la parte de Rodeos Nacional", y "se le aplicó decreto, con sanciones administrativas". Complicado entender que el gobierno pueda sancionar a un trabajador por cuenta propia, que habría sido invitado a acompañar el equipo de Sancti Spíritus.

Los directores artístico y de rodeo de la Ganadería fueron sancionados administrativamente, mediante un decreto no especificado; se leyó un comunicado oficial por la megafonía del recinto ferial y, en ese momento, irrumpió una burócrata responsable de comunicación para cortar la entrevista por carencia de "autorización". La redactora intenta apurar las dos preguntas finales: "¿Qué harían con la gata suplantadora del gato maltratado y dónde estaba el payaso artista?".

− El gatico lo tendremos en custodia, hasta que sea necesario, se le dará comida, y se tendrá en un lugar seguro.

− ¿Y después?

− El artista dice que es de él, no sé si se lo llevará.

− Es preferible que lo suelte en una colonia antes de que se lo devuelvan.

Fin de una conversación interrumpida por alguien que "no entiende bien cuál es la función del ejercicio periodístico en el socialismo" (sic).

Obsérvese el uso del género masculino y el diminutivo para referirse al gato, pese a que el funcionario ya sabe que es gata, y salva su lógica incomodidad atendiendo a la entrevistadora repentina, que ha tenido el reflejo de ir en busca de la noticia, sin esperar a trámites absurdos.

Periodista, veterinarias y burócratas forman un corrillo espontáneo, antes de regresar a Centro Habana, elucubrando sobre la historia que saldría de lo vivido y qué se podría escribir sobre el gaticidio, quizá sin reparar en que están viviendo una alegoría siniestra de un guion de Cástor Vispo para "La Tremenda Corte" y, aún sin saber que el gato había muerto, barajan denunciar al payaso/artista por entregar una gata que no era el felino enlazado en un rodeo, para repulsa de media Cuba, quizá evocando a Consuelito Vidal cantando aquello de "dos gaticos, muy bonitos, van andando despacito..."

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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