Gabriela Fernández, presentadora del programa oficialista Con Filo, reapareció este martes en la televisión cubana tras una polémica gira por España.
En su retorno al espacio televisivo, bromeó sobre el fracaso de su presunta "misión" en Europa: “Debo admitir, con mucho pesar, que mi misión de instaurar el comunismo en Europa… no se pudo”, dijo, con tono irónico, mientras retomaba su lugar como vocera del régimen cubano.
Fernández visitó al menos 15 ciudades españolas en una gira organizada por instituciones afines al castrismo y grupos políticos de extrema izquierda e ideología comunista. Durante su tour peninsular, la presentadora fue recibida por manifestaciones pacíficas de exiliados cubanos que rechazaban su presencia y su discurso propagandístico.
Las protestas se desarrollaron de forma abierta, protegidas por la legalidad y el amparo de las libertades de expresión y manifestación que rigen en el Estado democrático español.
Durante su estancia en España, Fernández no solo pudo hablar libremente en universidades y centros culturales, sino que incluso lanzó desafíos públicos a sus críticos.
“Demuestren que hemos mentido”, exigió en Alicante, pero en todas sus charlas les fue negada la entrada a cubanos exiliados. y en algunas, estos fueron víctimas de la violencia de los organizadores del evento.
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En Madrid, se permitió gestos provocadores hacia manifestantes, incluyendo un beso irónico dirigido a los exiliados que repudiaban su intervención.
Sin embargo, el regreso de Fernández a Cuba marca un claro contraste con la realidad que enfrentan los ciudadanos dentro de la isla.
En Cuba, las libertades fundamentales —como el derecho a expresarse, manifestarse y disentir del discurso oficial— están severamente limitadas. Quienes intentan ejercer estos derechos son frecuentemente objeto de represión, vigilancia, encarcelamiento y campañas de descrédito promovidas desde los propios medios estatales, como Con Filo.
Mientras Fernández ironiza sobre la democracia europea y critica los “sistemas que quieren preservar”, ignora deliberadamente que fue precisamente ese sistema el que le permitió expresarse sin miedo a represalias.
En cambio, en Cuba, las calles no pueden ser escenario de protestas ciudadanas sin consecuencias legales o físicas, como ha sido documentado en múltiples ocasiones por organismos internacionales de derechos humanos.
La presentadora, que en España fue protegida por la legalidad, vuelve ahora a un país donde otros comunicadores y activistas son encarcelados por publicar en redes sociales o por marchar pacíficamente.
Su reaparición en la televisión oficial cubana simboliza no solo el retorno físico, sino también el regreso al monólogo propagandístico donde solo una narrativa tiene cabida: la del poder.
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