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Lobito, un perro callejero muy querido en el paseo Narváez de Matanzas, murió recientemente tras ser golpeado por una puerta que se desprendió, según relataron trabajadores de la zona.
Su muerte ha generado consternación entre vecinos y animalistas, que lo consideraban parte del entorno del bulevar matancero.
Roly, quien lo cuidaba desde hace años, fue su protector y amigo, según recordó en Facebook la activista Arielys Pérez, al compartir un emotivo mensaje en nombre de la comunidad animalista.
Lobito llegó al paseo con una herida en el cuello y una oreja colgando, marcado por el maltrato, y poco a poco, gracias al cuidado y cariño de Roly, superó su desconfianza y se ganó el corazón de todos.
“Roly no solo se convirtió en su cuidador; fue su amigo, su familia y su refugio”, escribió Arielys, quien añadió: “Cada caricia de Roly era un paso hacia la sanación”.
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Lobito fue recogido por activistas del Bienestar Animal en Matanzas cuando era cachorro y, aunque intentaron darlo en adopción, nunca se adaptó.
Prefería corretear por las calles del bulevar y jugar con los clientes de los bares, que lo alimentaban y acariciaban.
Tenía libre acceso a varios locales y se volvió un habitual entre turistas, niños y trabajadores.
Su muerte no fue el único hecho doloroso. Tras el accidente, Lobito fue arrojado al río sin que Roly fuera informado, lo que provocó aún más indignación entre los que lo querían.
“Fue un golpe devastador; no solo había perdido a su querido amigo, sino que también le habían negado el derecho a decidir sobre su sepultura”, lamentó el mensaje compartido.
La comunidad animalista agradeció públicamente a Roly por el amor y el cuidado que le dio a Lobito, y reiteró su compromiso con la defensa de los animales callejeros en Matanzas.
“Lobito siempre será recordado como el guerrero que encontró el amor en medio del sufrimiento. Su legado vivirá en cada uno de nosotros”, concluye el homenaje.
Lobito sobrevivió al maltrato y al veneno, se convirtió en símbolo de ternura en Matanzas
Antes de ser conocido como Lobito, fue solo un cachorro herido, sin nombre, con una cuerda incrustada en el cuello y una oreja colgando, víctima anónima de la violencia callejera, relató el oficialista Cubadebate en un artículo compartido en 2023.
Aquel 5 de octubre de 2022, cuando la voluntaria Dahli lo encontró desangrándose en brazos de una joven en la Plaza de La Vigía, comenzó la historia de un perro que se convertiría en símbolo de resistencia y ternura en el paseo Narváez, en Matanzas.
Sobreviviente de la soga, del veneno, del moquillo y de varios intentos de adopción fallida, Lobito fue salvado por una cadena de manos solidarias: primero Yuya Abreu, la veterinaria que lo operó sin cobrar un centavo; luego los voluntarios de la Red de Bienestar Animal Esperanza Atenas, quienes lo cuidaron, alimentaron y protegieron.
Con el tiempo, Lobito se convirtió en un personaje querido del bulevar matancero.
Trotaba libre entre bares y restaurantes, perseguía motorinas, lamía tobillos desprevenidos y pedía cariño con una mezcla de picardía y nobleza.
Evitaba que lo tocaran en el cuello, pero si le agradabas, se dejaba rascar la panza como un niño que reconocía la ternura sin entender las palabras.
Muchos intentaron borrar su presencia como si fuera una mancha en la foto perfecta de la ciudad. Pero Lobito no desapareció: se quedó.
Rechazado por algunos, amado por otros, fue defendido con pasión por sus protectores. “¡Mátenlo!”, gritaban algunos cuando no comprendían su energía. Pero él resistió. Sobrevivió.
A Lobito le salvó la vida la compasión humana. Cindy, Lilian, Roly, y otros cuidadores anónimos se convirtieron en sus guardaespaldas sin derecho a vacaciones.
Cada día, entre adoquines y flores de majagua, Lobito ofrecía algo más que compañía: regalaba una lección de empatía, de juego, de amor.
No todos los perros maltratados logran sanar. Muchos quedan emocionalmente paralizados, aislados para siempre. Lobito no.
A pesar del daño, conservó su alegría, su deseo de vivir, de acercarse, de confiar. Era un sobreviviente que, cada vez que movía la cola, demostraba que aún creía en la humanidad.
Quienes lo conocieron, lo recuerdan como el rey sin corona del paseo Narváez, con alma de cachorro eterno y corazón de guerrero.
Y mientras vivía, sus cuidadores seguían esperando que, en algún rincón del mundo, hubiera un ser humano que mereciera su amor incondicional.
Preguntas frecuentes sobre el caso de Lobito y el bienestar animal en Cuba
¿Quién era Lobito y por qué era tan querido en Matanzas?
Lobito era un perro callejero muy querido en el paseo Narváez de Matanzas, conocido por su historia de superación tras el maltrato. Gracias a Roly, su cuidador y amigo, Lobito se integró en la comunidad y se convirtió en un símbolo de resistencia y ternura, apreciado tanto por locales como por turistas.
¿Cómo murió Lobito y cuál fue la reacción de la comunidad?
Lobito murió tras ser golpeado por una puerta que se desprendió, lo que causó consternación entre vecinos y activistas. Su muerte provocó indignación adicional cuando fue arrojado al río sin informar a Roly, su cuidador, negándole la posibilidad de encargarse de su sepultura.
¿Qué refleja la historia de Lobito sobre el bienestar animal en Cuba?
La historia de Lobito destaca las deficiencias en la protección de animales callejeros en Cuba. A pesar de la existencia del Decreto-Ley de Bienestar Animal, la falta de implementación efectiva deja a muchos animales vulnerables al maltrato y abandono. Activistas exigen que las leyes se apliquen de manera más estricta y efectiva.
¿Qué acciones están tomando los activistas para mejorar la situación de los animales en Cuba?
Los activistas en Cuba están trabajando arduamente para visibilizar el maltrato animal y demandar cambios en la legislación. Organizan protestas, peregrinaciones y utilizan las redes sociales para presionar por una aplicación más efectiva de las leyes existentes, buscando proteger mejor a los animales y castigar el maltrato con mayor severidad.
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