Si los Dioses de Wrigley Field se hubiesen dormido hace unas horas, la historia de Aroldis Chapmann no pudiera siquiera contarse.
Probablemente cada mortal fanático de los Cubs, una ciudad entera - y gigante como Chicago - se hubiese olvidado que hace menos de una semana, el holguinero fue la pieza vital en una remontada que hoy, se nos antoja histórica.
Perdían la serie por 3 a 1. Los indios de Cleveland apenas necesitaban un triunfo más para ser campeones, y los Cubs, tuvieron que echar mano a su cerrador como "set-up man".
Las imágenes de esa noche, los 9 outs que inning tras inning hilvanó Chapmann desde la lomita, hoy, tras haber enviado ellos - y Chicago entera - una cabra al mismísimo infierno, se me antojan importantes.
Hay imágenes - como esta que podemos ver en el vídeo - que muestran a millones de personas festejando en las calles. Un hombre en un bar se arrodilla en el suelo, su hijo lo abraza. CNN cuenta la historia del hombre que fue, radio en mano a la tumba de su padre, a escuchar ese último juego.
Este, es el presente.
El pasado, hace apenas unos días, nos muestra a un cubano, trepado en una lomita, ganando el juego más importante de su vida (hasta este), y en su gorra, pequeño, apenas imperceptible, pero poderosas, unas letras: JF16
¿Qué opinas?
COMENTARArchivado en:
Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.