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Periodista publica su experiencia como turista en el hotel Sheraton de La Habana

Michael Weissenstein, periodista de la agencia noticiosa AP, ha publicado una crónica sobre una noche que pasó en el hotel Sheraton Four Points, el primer hotel en Cuba administrado por una empresa estadounidense.

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Este artículo es de hace 7 años

Michael Weissenstein, periodista de la agencia de noticia AP ha publicado recientemente una crónica sobre una noche que pasó en el hotel Sheraton Four Points, el primer hotel en Cuba administrado por una empresa estadounidense.

Wissenstein parte de una premisa que no hace presagiar lo mejor: "Cuba es una tierra de esplendores arquitectónicos, asombrosos paisajes, gente cálida y algunos de los peores hoteles del mundo"....

El periodista, que radica en Cuba desde 2014, a continuación enumera un listado de desgracias hoteleras que ha escuchado por ahí y por ello confiesa haberse quedado intrigado tras saber que Sheraton administraría un hotel en La Habana, motivo por el cual se lanzó a la aventura de "probar"....

A continuación, el relato en palabras del propio periodista:

Por medio del cibersitio de Starwood, reservé una "Habitación Clásica" con una cama king para dos personas por 250 dólares. Con el fin de poner a prueba la invitación de Starwood para que los huéspedes hagan solicitudes especiales, pedí almohadas adicionales, agua y un mapa a mi llegada.

Starwood ha estado reentrenando al personal en el Quinta Avenida, que fue rebautizado como Four Points by Sheraton La Habana. El entrenamiento se nota: El registro como huésped fue notablemente sencillo para un hotel cubano. Los recepcionistas fueron atentos y hablaban un inglés fluido. Mi prometida y yo recibimos nuestra llave y enfilamos a la habitación. Había dos camas individuales en lugar de una king, sin agua, mapa o almohadas adicionales. La recepción rápidamente nos cambió a una habitación con cama king.

Pero el resto de nuestra experiencia fue bastante desagradable. Un mes antes, el hotel fue renombrado con gran fanfarria, incluidas comodidades prometidas como las confortables "camas características" de Starwood. Pero nuestro colchón estaba aguado, con una colcha decorativa manchada y las sábanas dobladas sobre una especie de tapete de plástico como el que se utiliza con los niños que mojan la cama. Cuando investigué por qué una de las lámparas al costado de la cama no funcionaba (le faltaba el foco), me di cuenta de que toda la lámpara montada en la pared estaba floja y se balanceaba en la única posición en la que impedía que se viniera abajo.

Las alfombras de los pasillos parecían nuevas y la pintura lucía fresca, y nuestra habitación contaba con una secadora del cabello, ducha y losetas de baño que parecían nuevas. Pero las paredes estaban sucias y percudidas. A las mesas parecía que alguien les había quitado calcomanías con un objeto puntiagudo. La puerta del minibar estaba floja y las bebidas navegaban en un charco de agua a temperatura ambiente.

La cafetera venía con dos paquetes de café, una bolsa de té y el letrero: "Café-Té NO INCLUIDOS". El internet en la habitación tenía un costo de 5 dólares la hora.

Desanimados, mi prometida y yo nos fuimos a la piscina. El recepcionista nos dijo que estaba abierta hasta las siete de la noche, aunque añadió gentilmente: "Pueden nadar hasta las 9 o 10".

Llegamos a las 6:30 p.m. Estaba cerrada. Un trabajador la limpiaba con sustancias químicas que estaban en un cubo de plástico y nos dijo que podíamos volver en dos horas.

Fuimos a la espaciosa terraza para tomar unos cocteles y bocadillos. El coctel de camarón no estaba tan malo: un puñado de camarones bañados en aderezo ruso en una copa de Martini rellena de lechuga. Pero el menú data de las épocas en las que se abrió el hotel en 2010 y era dirigido por la cadena ibérica Barceló. ¿Cómo lo sé? Porque alguien le pegó con cinta adhesiva una etiqueta de papel con el logotipo de "Four Points by Sheraton" en el frente. Cuando retiré la etiqueta, decía "Barceló".

Sin la disposición de arriesgarnos con las entradas, huimos a un excelente restaurante privado cercano, y luego nos detuvimos en el vestíbulo para finalizar con la última copa de la noche.

Pedí un vodka Absolut con agua mineral y limón. No sé qué me dieron, pero no era Absolut. Sabía a disolvente de pintura y me escaldó la boca.

Cuando me quejé con la cantinera, lo probó y estuvo de acuerdo conmigo en que no era Absolut, pero me mostró la botella e insistió en que nadie en el hotel la había rellenado con una marca menos costosa o con licor adulterado. Abrió una botella nueva de Finlandia y me sirvió un trago, que sabía justo como se anunciaba.

Fui al sanitario para hombres, pero hui en el momento en que abrí la puerta, ahuyentado por el olor a drenaje. Volvimos a la habitación.

Nuestra estadía finalizó la mañana siguiente con su punto más bajo.

El buffet gratuito lucía incomestible y lo era: una serie de cazuelas que contenían huevos revueltos de dos tonalidades, salchichas grasientas y hot dogs hervidos e hinchados que flotaban en agua tibia. Para acompañar, una mezcla de bollos de pan rancios y frescos, y una selección de trozos de guayaba, papaya y sandía.

Intenté probar una de las salchichas de tonalidad grisácea y tuve que escupirla. Estaba más fría que la temperatura ambiente. Todo eso acompañado de un café aguado y amargo y que dejaba la boca con un sabor a químicos.

Registramos nuestra salida y nos fuimos a casa para recuperarnos.

Pablo Casal, gerente del hotel, parece trabajar arduamente para mejorar las deterioradas instalaciones que recibió de Gaviota, la rama turística del ejército cubano. Cuando se le pidió comentar sobre nuestra experiencia, aclaró que todas las transformaciones hoteleras toman tiempo y que los huéspedes pueden esperar una rápida mejoría en los próximos meses, incluida la llegada de los nuevos colchones con el estándar de Sheraton y la ropa de cama a principios de septiembre.

"Si se quedan en este momento en el hotel, pueden tener una buena experiencia. Pero no es la que nosotros queremos brindar", me recalcó. "Queremos contar con todos los estándares".

Creo que será capaz de mejorar de manera drástica su hotel en los próximos meses. Pero hasta entonces, aquellos que esperen disfrutar de estándares internacionales en el primer hotel administrado por Estados Unidos en Cuba en más de 50 años podrían volver decepcionados a casa.

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Judith Moris

Redactora en CiberCuba. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de La Habana, y Máster por la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha sido profesora en la UH e investigadora en la UAB, y redactora/editora de la editorial Teide


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Judith Moris

Redactora en CiberCuba. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de La Habana, y Máster por la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha sido profesora en la UH e investigadora en la UAB, y redactora/editora de la editorial Teide

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