Azotada por huracanes y por la desidia gubernamental, olvidada en el extremo más oriental de Cuba, sobrevive como puede Baracoa, la primera villa fundada por los españoles en 1511.
Baracoa, que en lengua aborigen significa “Presencia del Mar”, exporta sus jóvenes a todo el resto del país: la juventud no quiere vivir ahí, a pesar de su indudable belleza geográfica, su coco, cacao, café y notable turismo.
La razón es demasiado simple, según se desprende de un reportaje publicado por Primada Visión, el telecentro local de Baracoa.
“La juventud se aglomera en un mismo lugar, no tiene opciones para nada” dice a las cámaras de la televisora estatal una joven. “Ni siquiera durante el período de vacaciones, en el verano, las autoridades de Baracoa flexibilizan los horarios de la música”, la secunda otra.
Y es que según admiten tímidamente los funcionarios que dirigen los pocos centros recreativos con que cuenta Baracoa, los horarios y propuestas que tienen los jóvenes en esta ciudad de 82,000 habitantes, son como para morirse de aburrimiento.
“Por una decisión de las autoridades del territorio se decidió que no debíamos continuar trabajando hasta las 2am, y eso nos está afectando gravemente porque no recibimos clientela en toda la semana, y si el único día donde vienen más personas es el sábado, y tenemos que cerrar temprano… no vendemos lo suficiente, no hay producción” dice Jorge Noa César, gerente del centro cultural “El Yunque”, en Baracoa.
Los 2 clubes nocturnos de Baracoa y las “tarimas con música grabada” al aire libre, tienen órdenes de la “Comisión Provincial de Recreación” de terminar las actividades a las 12 de la medianoche.
En poco menos de un año, Baracoa fue azotada por los huracanes Matthew (2016) e Irma (2017), que dejaron a su paso una estela de destrucción, enfermedades y desesperanza suficientes como para obligar a miles de jóvenes a emigrar a provincias como Santiago de Cuba, Holguín, y por supuesto La Habana.
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