Apenas 12 años después de que Gran Bretaña echara a andar su revolucionario invento del ferrocarril… los trenes llegaron a Cuba.
Cuesta creerlo, pero la isla de Cuba tuvo ferrocarril antes que España y que cualquier otro país latinoamericano. De hecho en las Américas, solo Estados Unidos tuvo el magnífico invento antes que Cuba.
Todo comenzó en 1830.
Hoy, 188 años después, los ferrocarriles cubanos son una muestra evidente del estado herrumbroso de todas las estructuras de la nación. Y dentro de estos, ninguna estación es más representativa del declive que la antiguamente majestuosa estación de ferrocarriles de Camagüey.
“Peligro, no pase. Posible derrumbe”, así rezan varios carteles colgados en diversas áreas de la terminal camagüeyana. Los techos desvencijados, las maderas podridas y despintadas, todo apunta a un derrumbe inminente ante la mirada impasible de las autoridades.
“Han dejado destruir esto”, dice un carretillero que suele vender sus verduras y frutas ilegalmente en la terminal.
La ruinosa nave que antes servía de estación central, hoy se estudia como posible museo, según confirma Félix Abraham de la Torre, jefe de despacho de la división de ferrocarriles centro-oeste de Cuba.
“Esto se va a terminar entregando al historiador de la ciudad, se va a construir un parque temático ferroviario” admite el funcionario que, según cuenta, tiene guardadas en su propia casa algunas piezas de valor museable porque “a nadie más le importa”.
Otro empleado del ferrocarril de Camagüey dice que “todo el que vio como era este edificio hace años, que hasta aire acondicionado tenía, sufre. Esto duele. Pero no hay a quién decírselo”.
Los trenes que pasan hoy por la ciudad de Agramonte, lo mismo en dirección oriente que occidente, pueden dar fe de que esta estación es simbólica pero no única. Su estado de destrucción no es la excepción: es la regla.
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