A Humberto Manuel Domínguez nadie lo conoce por su nombre, ni siquiera por su apodo: Kiko. Todos le dicen “el manco” o “el pollito”, porque cuando se mueve parece que estuviera agitando las alas.
Tiene 59 años, y a los 38 años tuvo un accidente mientras realizaba un trabajo de plomería particular que le costó la amputación de sus dos manos.
Cubanet ha denunciado su historia en una entrevista. “Me empezaron a pagar 147 pesos, y en 2011, cuando fui a cambiar la chequera, me dijeron: ‘que tu mamá te mantenga’. Cuando les pregunté por qué, respondieron: ‘porque este es otro gobierno’. Entonces, ¿se cayó el comunismo?”, relató.
Dos meses antes del accidente que lo incapacitó de por vida, Kiko había renunciado a su trabajo con el Estado, donde laboró durante 20 años. Por ello no tiene derecho a una pensión. Su caso se incluye entre aquellas personas que tienen un “familiar obligado” a mantenerlo, dado que vive con su madre.
Ambos residen en el barrio de Atarés, en el municipio Cerro, en La Habana. Su mamá, una anciana de 82 años, todavía trabaja en una bodega estatal donde cobra un salario de 200 pesos. Ella conserva el expediente laboral de su hijo, con el deseo de que algún día se resuelva algo.
Mientras, él sale cada mañana a recorrer el barrio para ver si encuentra algún pomo plástico que luego pueda vender.
“Este país no sirve, es un gran país, pero mal gobernado, y yo lo digo donde quiera”, concluye él.
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