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"No hay nadie cuerdo que quiera para su país un modelo como el de Cuba"

"(El populismo) corrompe las democracias desde dentro, es mucho más sinuoso que una ideología", dice el Nobel Mario Vargas Llosa.

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Este artículo es de hace 5 años

El prestigioso escritor hispanoperuano Mario Vargas Llosa ha vuelto a hablar sobre la Revolución cubana. Lo ha hecho en una extensa entrevista concedida al diario El País, en la que el Nobel de Literatura reconoce que en un inicio llegó a entusiasmarle porque en gran medida le recordaba su etapa de rebeldía juvenil, pero la desilusión llegó enseguida.

"No hay nadie medianamente cuerdo que quiera para su país un modelo como el de Corea del Norte o el de Cuba o el de Venezuela”, afirma Vargas Llosa, un hombre que se ha eregido con los años en un luchador contra los regímenes populistas, a los cuales define como "el mayor peligro de hoy".

"(El populismo) corrompe las democracias desde dentro, es mucho más sinuoso que una ideología, es una práctica a la que por desgracia son muy propensas las democracias débiles, las democracias primerizas," afirma.

Por tal motivo - lo confiesa - viajó varias veces a Cuba en los años sesenta. Sin embargo, lo que él creyó que era "algo distinto", un socialismo "no dogmático", terminó desencantándolo.

La desilusión llegó con la creación de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), un hecho que, asegura, lo golpeó tremendamente por lo que decidió escribirle al ya fallecido gobernante Fidel Castro.

En la misiva, Vargas Llosa se preguntaba "cómo Cuba, que parecía un socialismo abierto y tolerante, podía meter en campos de concentración a gusanos y homosexuales con criminales comunes”. El propio escritor reconoce haber sido testigo de "redadas contra jóvenes", un hecho que, confiesa, lo traumatizó.

Y a pesar de que Castro le respondió y lo invitó, junto a una docena de intelectuales a un extenso conversatorio que duró 12 horas, dice que "no fue muy convincente".

Este hecho y el proceso contra el escritor Heberto Padilla en el año 1971, le llevaron a romper su relación con el régimen de La Habana, a tal punto que hoy reconoce que de aquella sociedad de idilio para los desposeídos, no queda nada.

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